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    Cine Alemán Siglo XXI

    Crítica | Arturo a los 30

    || Críticas | Las Palmas 2023 | ★★★★☆
    Arturo a los 30
    Martín Shanly
    Las desventuras de un people pleaser


    Yago Paris
    Las Palmas |

    ficha técnica:
    Argentina. 2023. Título original: Arturo a los 30. Director: Martin Shanly. Guion: Ana Godoy, Federico Lastra, Victoria Marotta, Martin Shanly. Productores: Jerónimo Quevedo, Victoria Marotta, Paloma Torras, Franco Bacchiani. Productoras: Un Puma. Fotografía: Federico Lastra. Música: Manque La Banca. Montaje: Ana Godoy. Reparto: Martita Alchourrón, Miel Bargman, Julieta Caputo, Camila Dougall, Paul Dougall, Esmeralds Escalante, Pedro Merlo, Martín Shanly, María Soldi, Camila Videtta.

    Un tema parece repetirse de manera recurrente en la Sección Oficial de esta edición del Festival Internacional de Cine de Las Palmas de Gran Canaria, que consiste en la disección de las interacciones humanas. En la crítica de Voyages en Italie (Sophie Letourneur, 2023) reflexioné en torno al cine sobre crisis de pareja durante viajes vacacionales, mientras que en la de Viver Mal (João Canijo, 2023) lo hice en torno a las relaciones maternofiliales. El caso que aquí nos ocupa, el de la cinta argentina Arturo a los 30 (Martin Shanly, 2023), se centra de manera más universal sobre la interacción con el Otro. La cinta narra la historia de Arturo —a quien interpreta el propio director, también coguionista del filme—, un treintañero que nada en el desconcierto vital. A través de un conjunto de escenas en el presente, intercaladas con escenas del pasado reciente, la película construye un relato en torno a las inseguridades, más interesado en explorar situaciones que en encontrar los motivos que han llevado al protagonista al estado de bloqueo de su presente.

    Esta película es otro ejercicio reflexivo en torno a la interacción social, puesto que representa el modus operandi de una persona tremendamente insegura y ansiosa, que siente una necesidad patológica de satisfacer a los demás. De este perfil se traduce una presencia sumisa, con eterna carita de cordero degollado, incapaz de defender su espacio y su dignidad. Su carácter inhibido y pasivo es solo lo que se observa en el exterior, pues lo que ocurre en el interior es un extenuante estado de alerta constante, que se traduce en observar cada interacción humana como una potencial vulneración de su integridad emocional. Quizás lo más significativo de Arturo a los 30 sea la inteligencia del cineasta para retratar en imágenes, no tanto lo que un personaje así viviría, sino más bien cómo este lo siente. Así se entiende la mirada ligeramente disparatada del relato, donde los personajes a su alrededor se comportan de manera algo estrambótica, casi siempre atacando o menospreciando al protagonista, que se siente incapaz de defenderse y agacha la cabeza cada vez que presenta la posibilidad de conflicto. De esta manera, la cinta abandona lo verosímil para adentrarse en los miedos del personaje, dando lugar a una narración que se parece más a una pesadilla de lo que en principio pudiera parecer, pues los integrantes de la misma parecen ser una representación de sus miedos.

    Esta descripción ciertamente terrorífica está, no obstante, lejos de encararse desde la gravedad dramática. Más bien al contrario, Arturo a los 30 es una comedia disparatada, que se construye en base a un virtuoso tempo del gag, basado en la congelación de la mirada del protagonista y su desconcierto, en una interpretación con toques clownescos. A nivel puramente formal, la puesta en escena es sencilla pero incisiva, logrando gran cantidad de golpes de efecto humorísticos a partir de un preciso encuadre o reencuadre, o la disposición espacial de los personajes y la manera en que la composición enfatiza los roles y dinámicas relacionales. Por último, el montaje rinde con solvencia, logrando que germine el humor a través de planos estirados o cortados repentinamente, o mediante asociación de ideas por empalme de dos imágenes.

    En un sentido narrativo, la cinta recuerda al cine del director británico Terence Davies —-al que casualmente se le ha dedicado una retrospectiva en esta edición del festival—, pues se trata de una obra que construye su secuencialidad en base a conexiones emocionales, y no en función de la lógica habitual causa-efecto. Así, una situación inspira la aparición de la siguiente, y aunque en cada nueva secuencia se indica la fecha en que tuvo lugar, lo cierto es que no es en absoluto relevante entender qué hechos tuvieron lugar antes o después. El objetivo del filme es el de construir un perfil psicológico, y las escenas sirven a esta función a modo de capas de profundidad emocional, no conformando una línea espacio-temporal en base a la lógica de la acción. Lo que se desarrolla es, en última instancia, el desmoronamiento de una personalidad con tendencias depresivas, que apenas comprende lo que le sucede, y que sufre demasiado como para poder enfrentarse a las pequeñas batallas del día a día, que afronta como auténticas catástrofes.

    Detrás de toda esta hilaridad se esconde en realidad una profunda desazón, cuya resolución, complicada en el mundo real, ni siquiera se plantea en el filme hasta el final, cuando la pandemia de la COVID-19 se presenta en la sociedad para ponerla patas arriba. El parón, quizás la capacidad de esta circunstancia global para colocar al grueso de la población en un estado similar al de Arturo, permite que este tome un pequeño respiro que le aporte perspectiva. Al mismo tiempo, el hecho de que todo se haya ido al traste de manera tan generalizada y a escala mundial es una ruptura demasiado grande en el tejido de su día a día como para no pararse a reflexionar. Siguiendo la filosofía en realidad esquiva del filme, tampoco es que haya demasiadas soluciones; sin embargo, la noción de que las circunstancias podrían ser significativamente peores puede ser el golpe de realidad que permita, quizás en un futuro, que Arturo deje de vivir en realidad ensimismado y obsesionado consigo mismo. Quizás que todo haya parado fuera es la manera de aprender a salir de uno mismo. O quizás simplemente, y siguiendo la lógica cómica de la historia, la pandemia es un respiro para Arturo porque ahora siente que por lo menos él no es el único que vive en la mierda todos los días.


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