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    Cine Alemán Siglo XXI

    Crítica | Inmotep

    || Críticas | SEFF 2022 | ★★★★★ |
    Inmotep
    Julián Génisson
    Una backroom con vistas


    Javier Acevedo Nieto
    Sevilla |

    ficha técnica:
    España, 2022. Título original: «Inmotep». Dirección: Julián Génisson. Guion: Julián Génisson. Productoras: Apellaniz & De Sosa, Tasio. Fotografía: Ion De Sosa, Pablo Hernando. Reparto: Guillermo Llansó, Luis García Luque, Lorena Iglesias, Ricardo Galiano, Juan Cavestany, Joaquín Csáky, Miquel Insúa, Laura Génisson. Duración: 65 minutos.

    Desfallece mi alma por tu salvación,
    Mas espero en tu palabra.
    Desfallecieron mis ojos por tu palabra,
    Diciendo: ¿Cuándo me consolarás?
    Porque estoy como el odre al humo;
    Pero no he olvidado tus estatutos.
    ¿Cuántos son los días de tu siervo?
    - Salmos 119

    Ojalá los aforismos dominaran la crítica. Una crítica escrita únicamente con aforismos que evoquen las sensaciones de exponerse a las imágenes de una película. El texto crítico es un cadáver de imágenes. Quizá de este modo la crítica sería la reacción hipersensible e instintiva que desmonta el circuito convencional de signos escritos con el que una película es diseccionada. De este modo, a lo mejor podría transmitir el modo en el Inmotep se ve como una serie de aforismos visuales que horadan materia gris a partir de sobreexposiciones luminosas.

    Inmotep es un vídeo corporativo al que le han robado la voz en off. Las pinturas aleatorias hechas con aerosol que adornan las atracciones de feria son mejores que los cuadros del Prado porque verlas es oler algodón de azúcar. Inmotep son fotografías pixeladas que tu amigo sube a Tuenti tras el fin de semana en el que probaste Malibú porque aún eras joven. Las imágenes de Génisson hormiguean tu conciencia como lo hace el recuerdo del desconocido de la discoteca con el que compartiste confesiones a las tres de la mañana. Por algún motivo, ese desconocido de las tres de la mañana persiste en tu memoria hasta el punto de ser más familiar que tu propia madre. Perderse una noche en Omegle para ver webcams en baja resolución es la peor forma de enamorarse del mundo.

    Los aforismos funcionan, aunque operan mejor cuando en la película del director se suceden en una cadencia cuya virtud es parecer aleatoria sin serlo. Esto sabotea la causalidad de la narración (¡por fin un cine que no quiere representar!) y rompe la coherencia global de las imágenes. El conjunto de aforismos audiovisuales carece de un tema general y la parcialidad de sus aportes (gorgojos surrealistas, gestos de poesía fonética, quebrantos de guion salidos de aventuras conversacionales) culmina en la anulación del sentido del texto de la película. Inmotep es un no-texto y también un hiperónimo hipertextual. Pedante, ¿verdad? Pues en este hiperónimo que engloba tantos aforismos audiovisuales se congregan todas las texturas visuales amateur que suelen desdeñarse por criterios bastante más clasistas que mi semántica.

    En Behind the White Shadows of Image Processing: Shirley, Lena, Jennifer, and the Angel of History, la artista y ciberactivista Rosa Menkman narra cómo se creó la prueba para calibrar la codificación de imágenes JPEG. Los científicos diseñaron una tarjetita con la modelo de Playboy Lena Söderberg. El proceso de escaneado adelgazó la figura de la modelo y los valores de este procesamiento de imágenes (junto a la imagen de la mujer) sirvieron a otras personas para probar sus propios algoritmos de codificación de imágenes. De este modo, el origen de una tecnología de procesamiento de imágenes surge de un gesto cuando menos sexista. También se extendió este protocolo a medida que las imágenes escalaron en resolución. Por lo tanto, podemos convenir que la elección de la resolución de las imágenes es una tecnología política. Inmotep, además de quebrar muchos géneros en una antitrama repleta de bucles narrativos, juega con distinta resoluciones y texturas de imágenes «pobres» (reescalando la imagen, alternando resoluciones y componiendo un patchwork irónico de pop-ups y serendipias en formato banner) en un proceso de comprensión del audiovisual digital que detona muchos de los convencionalismos anquilosados del cine contemporáneo. Ignorar el balance de blancos es un acto de disidencia.

    Es curioso cómo la humanidad se inmola en el antihumanismo. Para entender el universo, una realidad ajena a nuestros procesos de comprensión, la ciencia ha desarrollado unidades de medida y estudio que adaptan una escala no-humana a sistemas de medición que podamos asimilar. Hemos reducido el universo a una miniatura que cabe en una imagen de 360º. Lo curioso es que después hemos creado nuestro propio universo online y digital hasta que sus dimensiones (que en un principio cabían en un JPEG de pocos bytes) han excedido las escalas que usamos para crearlo. Tal es así que en la actualidad acudimos a la inteligencia artificial para que clasifique el universo online con algoritmos que han trascendido los patrones de imitación de nuestras redes neuronales.

    Inmotep reflexiona sobre cómo la imagen nos sobrevive y trasciende hasta cruzar un umbral de expectativas (idea que abre el filme). Este diálogo es fructífero puesto que la realidad es que la generación de imágenes hace tiempo que es un fenómeno antihumano. Lo es no porque vaya contra la humanidad, sino porque es independiente de ella: nuevas imágenes se crean y son generadas por redes neuronales artificiales. La película de Génisson puede resultar un OVNI hipermedia para algunos espectadores, pero su génesis es perfectamente coetánea y, en consecuencia, valiosa para entender cómo el cine no puede seguir operando bajo taxonomías bazinianas. Sus imágenes operan como perceptrones, es decir, neuronas de un sistema artificial que tienen muchas entradas (material de stock, falso found footage, grabaciones domésticas, disclaimers satíricos y más) y solo una salida que es una película que actúa como dispositivo brotado de un sistema neuronal humano que imita el patrón artificial de estas redes. Esta inversión del orden hombre-máquina al máquina-hombre produce un efecto de permanente vanguardia en Inmotep. No creo que las posibilidades de análisis del filme vengan por lecturas narratológicas clásicas o por análisis fílmicos apoyados en paradigmas de mímesis. Inmotep es un audiovisual que actúa como una red neuronal convolucional. Estas redes constan de varias capas de neuronas artificiales que imitan la forma de funcionar del ojo. Se estructuran en una jerarquía de capas en las que las primeras distinguen atributos básicos de una imagen (curva, forma, color) y progresivamente las últimas se especializan en atributos mucho más específicos (detalles exactos de un rostro humano, por ejemplo). De este modo, la imagen resultante es la suma del trabajo de miles de perceptrones: un agregado de decenas de valores, atributos y referencias que parten de la nada artificial y no necesitan tener en cuenta la realidad offline.

    ¿Por qué es esto importante? Porque hasta cierto punto, Inmotep lleva a la gran pantalla inquietudes del arte electrónico y digital. El valor de las imágenes radica en operar en la nada representacional y crear atributos específicos para esta nada (atributos relacionados con el dadaísmo, el precine o el relato enmarcado). En el inicio del filme y en una secuencia posterior narrada por un modulador de voz clásico, Génisson desgrana su visión de la imagen como una alteridad ajena a nosotros. Es un pensamiento especulativo en la línea de la filosofía orientada al objeto de Graham Harman, quien afirma que para aprehender la esencia de un objeto (en este caso una imagen) es necesario experimentar la desconexión de su esencia real y unificada, dicho de otro modo, ¿qué sucede cuando una imagen es una imagen y no algo que sirve para ser visto? Absurdo como parezca, pensar en esta pregunta conduce a un pánico perceptivo en el espectador cuya única respuesta es la risa como pataleta.

    Este ha sido el año de las backrooms, un fenómeno de internet que consiste en especular sobre un supuesto laberinto de habitaciones y espacios autogenerados aleatoriamente que muchos usuarios diseñan, comparten y comentan en distintas redes sociales. Hay backrooms terroríficas en forma de disco duro rallado, otras son lugares destruidos por glitches o errores informáticos. Son un ejemplo de imágenes antihumanas y espacios liminales de una humanidad cansada de su propia visión. Inmotep se cimenta sobre una trama inmobiliaria hipnótica e ilusoria; por lo tanto, en cierto modo puede accederse a ella como una backroom en la que nuestra materia gris lleva marca de agua. Para mí, los contornos de las imágenes de Génisson son de trinitita, el vidrio surgido de las arenas del desierto tras un ensayo nuclear. Son objetos salidos de una zona de exclusión audiovisual en la que la mirada actúa como hiperplano que fractura las imágenes en divisiones binarias, ternarias, cuaternarias y así sucesivamente porque, cuando la imaginación de un cineasta crea su propio mundo, ningún aforismo sirve para marcar sus fronteras.


    Inmotep, Julián Génisson
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