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    Cine Alemán Siglo XXI

    Crítica | Barbarian

    || Críticas | Disney+ | ★★★☆☆ |
    Barbarian
    Zach Cregger
    El sótano del miedo


    José Martín
    Telde |

    ficha técnica:
    Estados Unidos, 2022. Título original: «Barbarian». Dirección: Zach Cregger. Guion: Zach Cregger. Producción: Roy Lee, J.D. Lifshitz, Raphael Margules, Arnon Milchan. Productoras: BoulderLight Pictures, Hammerstone Studios, Almost Never Films Inc, Regency Enterprises, Vertigo Entertainment. Distribuidora: 20th Century Studios. Fotografía: Zach Kuperstein. Música: Anna Drubich. Montaje: Joe Murphy. Reparto: Georgina Campbell, Bill Skarsgård, Justin Long, Matthew Patrick Davis, Richard Brake, Kurt Braunohler, Jaymes Butler. Duración: 102 minutos.

    Después de un par de películas tan anodinas como Miss Marzo (2009) y The Civil War on Drugs (2011), codirigidas junto a Trevor Moore, Zach Cregger ha dado la campanada en su debut en solitario con una cinta de terror cuya mejor baza podría ser su imprevisibilidad. En la escena de arranque de Barbarian de arranque vemos a la protagonista femenina, Tess Marshall (estupenda Georgina Campbell), deteniendo su coche frente a una casa de las afueras de Detroit. Es de noche y llueve sin parar, por lo que se dispone a entrar en ese inmueble que había alquilado, cuando descubre que en este ya se ha instalado otra persona, Keith (Bill Skarsgård), a quien por error se le ha concedido la misma reserva. Tras unos primeros momentos de confusión y después de que la mujer supere sus miedos iniciales, ambos desconocidos llegan al acuerdo de pasar la noche bajo el mismo techo. Este punto de partida de la película podría hacer pensar que Cregger nos depara la típica historia del asesino en serie que se oculta bajo la apariencia de un tipo tranquilo, incluso encantador. De hecho, el guion juega con esta posibilidad durante sus primeros 45 minutos, dejando que Tess y el espectador sospechen de la desinteresada conducta del inquilino misterioso. Pero lo que el director depara es algo mucho más retorcido y loco. Tanto que es mejor no profundizar demasiado en el argumento para preservar las no pocas sorpresas que encierra en su interior. La película, además, se podría dividir en tres partes bien diferenciadas, donde la segunda, coincide con la entrada en escena del antipático personaje interpretado por Justin Long, y se completaría con un tercer acto más convencional, que sería ese tramo final en el que sus creadores tiran la casa por la ventana en pos de la violencia desatada. ¿Qué tiene Barbarian para haber entrado con tanta fuerza en la lista de los títulos más vistos de Disney Plus+, claramente enfocada para animar la programación de Halloween de su audiencia más adulta? 43 millones recaudados desde su estreno, sobre un modesto presupuesto de 4 la han encumbrado como uno de los fenómenos del año dentro del género de terror.

    La primera parte del filme, la mejor, supone un elegante ejercicio de tensión y suspense que se apoya en la peculiaridad de la situación de esos dos extraños obligados a compartir alojamiento, en unos diálogos creíbles y en un conjunto de situaciones encaminadas a despertar las sospechas sobre la verdadera identidad del hombre –esa insistencia en que Tess se tome un té que le ha preparado o en que compartan una botella de vino con la que fueron recibidos en el lugar, parece una señal inequívoca de peligro, de ese que el mismísimo Hitchcock manejara con tanta maestría en obras como La sombra de una duda (1942) o Encadenados (1946)–. La química entre Georgina Campbell y Bill Skarsgård es espectacular, hasta el punto de que se fragua una especie de química romántica en el ambiente que, por giros de guion, tampoco acaba de consumarse. Ella es una mujer inteligente, que ha viajado hasta Detroit para una entrevista de trabajo, y que no se deja embaucar fácilmente por un hombre, ya que tiene todas las alertas puestas hacia cualquier indicio de toxicidad y él es demasiado perfecto para ser real. Al mismo tiempo, la ambientación y, especialmente, el enclave de esa casa en el 476 Barbary St. del barrio Brightmoor de Detroit, un suburbio prácticamente abandonado y derruido, poblado de vagabundos, delincuentes o saqueadores –unos ambientes que ya explotara Fede Álvarez en su exitosa No respires (2016)–, es otro punto a favor de una cinta que, al menos en su primer tercio, juega la baza del miedo a lo desconocido, con sonidos nocturnos o puertas que se abren “solas” que tanto beben del subgénero de casas encantadas, hasta que, de manera abrupta, se comienzan a destapar unas cartas que emparentan a Barbarian con clásicos del calibre de La matanza de Texas (Tobe Hooper, 1974) o Las colinas tienen ojos (Wes Craven, 1977), que también demuestran que hasta los lugares más remotos y perdidos de América albergan los monstruos más espeluznantes. La truculencia, el gore y las escenas desagradables comienzan a ganar terreno y, cuando la cinta de Cregger parece que se va a conformar con ser un tren de la bruja más, aún hay tiempo para la reinvención.

    La aparición de AJ Gilbride, el personaje de Justin Long, supone un punto y aparte en la película. Se trata de un actor de televisión que está atravesando un escándalo mediático después de ser acusado por una compañera de trabajo de violación. La idea de poner a un auténtico depredador sexual dentro de una trama donde todos los personajes masculinos resultan sospechosos de toxicidad, enfrentándole a un monstruo todavía mayor, se revela como todo un acierto muy pegado a la actualidad de los tiempos del #MeToo. En su segunda mitad, Barbarian se revela como un slasher sórdido y violento, donde la sangre y las caracterizaciones monstruosas ganan terreno al suspense que prevalecía en la primera parte. Pasadizos, mazmorras ocultas en el sótano, la puesta en escena lúgubre e insana contribuye a que el terror sea todo lo efectivo que se le exige a este tipo de propuestas. Y, aun así, todavía le queda espacio al Cregger guionista a incluir algunos apuntes de denuncia social –ese papel, más que pasivo, pasota, de la policía dentro de la trama– que contribuyen a enriquecer una historia que, por sí sola, más que original, se antoja como una mezcolanza de tantas otras ya vistas antes. Es por esto que Barbarian puede alardear de ser un título cumplidor y considerablemente divertido para los amantes del género –aunque esa traca final, efectista y llena de momentos exagerados, son una clara concesión a la comercialidad que borra de un plumazo el buen pulso narrativo demostrado por su director hasta entonces–, que, sin duda, disfrutarán de lo lindo con sus continuos volantazos de un subgénero a otro, pero, una vez desvelada su verdadera naturaleza y las «sorpresas» de su guion, este se antoja más bien endeble, causando la misma sensación frustrante que cuando un mago devela los trucos tras un espectáculo brillantemente ejecutado y nos damos cuenta de que tampoco era para tanto. Tiene más papeletas de ser «la película del momento» que una obra que de verdad se convierta en referente para títulos venideros, ya que su falta de trascendencia impide que se grabe en la memoria durante demasiado tiempo.


    Barbarian, Zach Cregger
    La película de Halloween 2022.

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