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    Argentina, 2022: una encuesta en un país sin cinemateca

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    Argentina, 2022:
    una encuesta en un país sin cinemateca


    Iván Bustinduy1
    Madrid |

    Si miráramos hacia otros países de Latinoamérica encontraríamos entidades —relacionadas o no con instituciones públicas, educativas o privadas— que se dedican a preservar, restaurar y difundir sus cines nacionales. No hay que ir demasiado lejos: en Chile, la Cineteca Nacional cumple esas funciones; allá por Brasil, en la Ciudad de San Pablo, hallamos la famosa Cinemateca Brasileira2 —que participó hace poco de un ciclo sobre cine brasileño en el Cine Doré, aportando algunas de sus copias y proyectando videos que permitían conocer su tarea—; tan solo cruzando el Río de la Plata se alza la excelsa Cinemateca Uruguaya; atravesando el norte de nuestro país conoceremos la Fundación Cinemateca Boliviana.

    El cine argentino es un caso aparte. Maltratado y olvidado por parte del Estado a través de sucesivas gestiones —de uno y otro signo político—, sobrevive en durísimas condiciones gracias a la labor de coleccionistas privados3 y entidades municipales como el Museo del Cine «Pablo C. Ducrós Hicken»4, de la Ciudad de Buenos Aires, que, asumiendo costos y horas de trabajo descomunales, dedican sus días a preservar lo que pueden del cine argentino.

    El proyecto de una cinemateca argentina no es nuevo. En 1957, la Ley de Cine, por la cual se creó el Instituto Nacional de Cinematografía —lo que ahora es el INCAA—, contemplaba la creación de una Cinemateca Nacional. Según Fernando Martín Peña5, a fines de los años sesenta una ley determinaba que cada película realizada con apoyo del Instituto debía quedar resguardada en un archivo, pero se trataba solo de un depósito de copias. Más adelante, aparece un proyecto de ley que permite la creación de la CINAIN (Cinemateca y Archivo de la Imagen Nacional), pero es derogado por el presidente de aquel momento, Carlos Saúl Menem. Luego, el cineasta y diputado nacional Fernando «Pino» Solanas logra que se trate nuevamente y sale por unanimidad. Es el año 1999. Ante la falta de reacción del INCAA, y viendo que la ley no se cumple, se funda la Asociación de Apoyo al Patrimonio Audiovisual (APROCINAIN) que, después de once años de actividades públicas, logra que se firme la reglamentación en 2010. Finalmente, en 2017 se planteó poner la Cinemateca en marcha en el edificio que había pertenecido a Cinecolor Argentina, pero el proyecto no prosperó debido a una crisis política en el INCAA, que terminó con un cambio de autoridades y con la renuncia de Fernando Madedo, quien estaba a cargo del proyecto.

    El resultado es que seguimos sin Cinemateca mientras nuestro patrimonio fílmico se pudre y las películas se pierden. De hecho, la mayoría de las películas argentinas del período clásico y moderno solo pueden ser vistas en una calidad extremadamente baja gracias a la digitalización de un VHS en mal estado o la grabación de un pase que tuvo la película en determinado canal hace una década. Sin embargo, estos últimos años tuvimos la buena noticia de que largometrajes como Los tallos amargos (Fernando Ayala, 1956), La bestia debe morir (Román Viñoly Barreto, 1952), El vampiro negro (Viñoly Barreto, 1953) y Prisioneros de la tierra (Mario Soffici, 1939) fueron restaurados. Se trata siempre de casos aislados que cuentan con el inestimable apoyo de entidades públicas o privadas extranjeras como la Film Noir Foundation, el laboratorio de la Cineteca di Bologna y The Film Foundation de Martin Scorsese. También, en 2021, el Museo del Cine se vio obligado a realizar una campaña de crowdfunding para llevar adelante la restauración de Los de la mesa diez (Simón Feldman, 1960), una de las películas clave del cine moderno argentino.

    Este año, teniendo en cuenta este panorama, tres revistas de crítica de cine, Taipei, La vida útil y La tierra quema, unimos fuerzas con el objetivo de llevar a cabo un proyecto que permitiera visibilizar el valor de nuestro cine y ponerlo en agenda, tanto hacia dentro como hacia fuera del país: la organización de una encuesta sobre cine argentino. Proyectos similares habían sido organizados por el Museo del Cine en cuatro ocasiones, desde 1977 hasta el 2000. Estábamos por cumplir veintidós años sin hacer un balance. Una encuesta de este tipo permite ver cuáles son los gustos, preferencias y agendas que dominan la apreciación del cine del país. En suma, permite ver qué ponemos en primer plano y qué obras del cine clásico, del moderno y del contemporáneo quedaron en nuestra memoria colectiva.

    Más allá de las particularidades que podemos notar en los resultados —como la mayor presencia de cineastas mujeres, así como del cine documental y experimental— hay un factor que es imprescindible resaltar: dentro de las diez más votadas no hay películas anteriores a 1964, y todas las que estaban en primer plano en encuestas anteriores descendieron en estas últimas dos décadas hasta puestos sorprendentemente bajos. De más está decir que todo lo que no se cuida, restaura y proyecta, desaparece de la memoria colectiva, independientemente del valor intrínseco a las obras. Por eso hay que luchar, para que podamos ver nuestras películas en la calidad en que fueron exhibidas y poder revalorizar nuestra tradición cinematográfica. Una perspectiva que tenga presente a cineastas de primer nivel como Manuel Romero, Mario Soffici, Leopoldo Torre Nilsson, Carlos Schlieper, Carlos Hugo Christensen y Luis Saslavsky, que ofrezca la posibilidad de que sus películas sean vistas y apreciadas. Si esa perspectiva no existe a nivel colectivo, es porque no existe la Cinemateca.

    Solemos decir que el lanzamiento de la Encuesta no es el final de un proyecto, sino el primer paso de una reparación histórica. Por eso acompañaremos los resultados con una serie de ciclos y presentaciones a realizar en diferentes ciudades de la Argentina, proyectando no solo las películas más votadas sino también un «lado B» de los resultados, con una curaduría a realizarse en cada caso y en coordinación con diferentes entidades culturales. La idea es ampliar el proyecto a España y poder presentar la encuesta aquí, exhibiendo películas de directores que han sido muy poco vistos por fuera de su país, cuya obra vale la pena divulgar. Se trata de un proyecto que, esperamos, contribuirá a las discusiones que rodean un extraño fenómeno: que Argentina sea uno de los pocos países de Latinoamérica sin cinemateca.

    Haz click aquí para acceder a los resultados de la Encuesta de cine argentino 2022



    1 Agradezco a mis compañeros de Taipei / Crítica de cine por la lectura y el cuidado de siempre.
    2 De igual manera, basta recordar el incendio que sufrió en julio de 2021 para vislumbrar la inestabilidad con la que lidian algunas de estas fundaciones.
    3 Es el caso de Fernando Martín Peña, quien actualmente programa obras de su colección en salas como la del MALBA (Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires), la del CCK (Centro Cultural Kirchner) y el microcine de la ENERC (Escuela Nacional de Experimentación y Realización Cinematográfica), donde también dicta clases de historia del cine.
    4 Con dirección de Paula Félix-Didier y el laburo incansable de su excelente equipo.
    5 Estos datos fueron extraídos de «Argentina es el único país que no tiene cinemateca», entrevista realizada por Fernando G. Varea a Peña y publicada el 3 de octubre de 2021 en el diario La capital. Además, a partir del lanzamiento de la Encuesta la Revista Ñ llevó a cabo un número focalizado en el cine argentino, su historia y la falta de una cinemateca, dentro del cual puede leerse «Cinemateca Nacional: 23 años de una larga espera», artículo de Daniela Kozak sobre el tema.




    La ciénaga (Lucrecia Martel, 2001).
    El dependiente (Leonardo Favio, 1969) / El aura (Fabián Bielinsky, 2005)
    Zama (Lucrecia Martel, 2017) / Silvia Prieto (Martín Rejtman, 1999).

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