Con su estreno en Netflix, Blonde (2022), la última película de Andrew Dominik, hizo explosionar a la opinión pública, principalmente desde las redes sociales. Un trabajo que, como ya apuntó la crítica en la Mostra de Venecia, estaba destinado a polarizar al público; de hecho, pronto se armaron dos bandos, los dos igual de categóricos, que debatieron –un concepto complejo en una red como Twitter— sobre las virtudes, por un lado, y la escasa calidad y el sustrato ideológico, por otro. No podíamos esperar otra cosa de un filme que dio que hablar desde sus génesis. Es más, el halo de malditismo que ha acompañado a la cinta del director australiano se remonta cuatro años atrás. El rodaje fue complejo, pero más si cabe la reacción de los productores en los primeros test screening. Durante cierto tiempo la película estuvo muy lejos de estrenarse. El alto contenido sexual y violento rompía todos los algoritmos posibles de la plataforma que lo auspiciaba. Aun con ello, la visión del realizador se impuso y de esta manera se exhibió en la competición de la Mostra veneciana.
Indicar las problemáticas de producción y postproducción del filme resulta pertinente ya que Dominik tuvo que lidiar tanto en el rodaje como en la sala de montaje el parcheado que sufrió su libreto, que traslada la novela homónima de Joyce Carol Oates. El guion de Dominik, así como algunas de las decisiones narrativo-visuales del filme, han sido los elementos más criticados del largometraje. El hecho de mostrar a una Marilyn Monroe como víctima propiciatoria de su tiempo, como una superviviente al servicio del patriarcado, casa poco con unos tiempos que no entienden de historia. Lo vemos a diario: se cuestionan la literatura, el arte y, por supuesto, el cine en comparativa con la ideología imperante en tiempo presente. No hay posibilidad de reflexión al respecto, solo de implantación y categorización. Analizar un guion desde la fe, desde las creencias personales, es un error que invita a la defenestración sin miramientos. Con todo, cabe preguntarse ¿es Blonde una buena película?
La escritura de Dominik abre un vano impensable sobre la figura de uno de los iconos de este arte. En ese sentido, el guion es impecable, sobre todo como traslación de la prosa de Oates. Ahí radica la principal problemática, porque la adaptación del cineasta australiano guarda el espíritu de la novela: la humanización del probablemente rostro más famoso del cine. Un ejercicio de empatía brillante que lanza un mensaje poderoso: no todo el mundo puede ser fuerte; no todo el mundo tiene la oportunidad de elegir y decidir como le gustaría. Ese paulatino descenso a la tierra de Monroe tiene su equivalencia en pantalla de forma cruda pero honesta. Por tanto, esto responde a la cuestión presentada en el anterior párrafo: Blonde es una buena película, articulada, ante todo, sobre un guion excelente. Un ejemplo de lo que debe ser para un alumno de cualquier máster de guion de cine un libreto sólido de una película biográfica: una reconstrucción desde la ruina, sin miedo alguno a que haya un nuevo derrumbe.
* | Artículo que pertenece a una serie de textos creados por EAM en colaboración y coordinación con la Escuela Universitaria de Artes TAI, institución de referencia en la formación en disciplinas artísticas en España con sede en el centro de Madrid y con el mayor campus de artes de España. |
** El antepenúltimo mohicano (EAM), es una revista digital (ISSN: 2386-6373) sobre cine independiente y de autor nacida el 26 de enero de 2008. Es una cabecera especializada en ficción y no-ficción exhibidas en el circuito de festivales. Es medio colaborador de otros entes como SundanceTV España, FlixOlé, Goethe Institut Madrid y BenQ Europe. |