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    Cine Alemán Siglo XXI

    Crítica | Tár

    || Críticas | Venezia 79 | ★★★★☆
    Tár
    Todd Field
    No es un biopic cualquiera


    Mariona Borrull Zapata
    Venecia (Italia)|

    ficha técnica:
    Estados Unidos, 2022. Título original: «Tár». Dirección: Todd Field. Guion: Todd Field. Compañías productoras: Focus Features (Todd Field, Scott Lambert, Alexandra Milchan). Música: Hildur Guðnadóttir. Fotografía: Florian Hoffmeister. Montaje: Monika Willi. Reparto: Cate Blanchett, Noémie Merlant, Nina Hoss, Sophie Kauer, Julian Glover, Allan Corduner, Mark Strong. Presentación oficial: Selección Oficial Festival de Venecia. Duración: 158 minutos.

    Lydia Tár comparte una mesa redonda con un prestigioso editor. La platea está a rebosar y responde con facilidad a las aportaciones que ella va regalando sin dificultad, todas interesantes y agudas. Es ducha en su expresión oral y encadena anécdotas que, intuimos, conoce bien. Sin embargo, ante una pregunta inesperada por parte de su interlocutor, Lydia Tár se detiene, comienza una frase y recula, tropieza un poco en sus ideas, pero no en su dicción, siempre fluida. Si observamos con suficiente atención, nos daremos cuenta de que, a pesar de que la tal Lydia es solo un carácter en una ficción, nunca podremos considerarla un personaje, una máscara. Este es el momento en el que me doy cuenta de que el regreso de Todd Field, quien llevaba desde 2006 (cuando estrenó Juegos secretos) alejado de la gran pantalla, es apabullante.

    La genio viva de música clásica contemporánea, tremenda directora de orquesta y brillante profesora universitaria, Lydia Tár, existe solo como un miraje. Si la contemplamos como un icono, percibiremos la naturaleza impecable de una faceta pública construida sobre mármol, material reservado a lo excepcional y a lo que pervive. Si, por lo contrario, la estudiamos como mujer hecha a sí misma, obtendremos un perfil igualmente merecedor de nuestra admiración. Cansada, Lydia cierra los ojos en un taxi de camino al aeropuerto, de vuelta de su enésimo viaje. En casa atiende a su pareja (Nina Hoss) y a la hija de ella, pero no olvida practicar día tras día. Esta mujer, auténtica boss, representa la culminación y el ejemplo perfecto de la meritocracia, es decir, de quien merece tener estar siempre un poco por encima. Ella misma se dedica a promoverla.

    Pero Lydia Tár nunca será solo un personaje. Ella es la autoridad, el cuerpo y el aura de Cate Blanchett. Igual que una composición solo existe cuando alguien la interpreta, sabemos que la genio nunca existió sobre el guion. Su mismo ser es esencial en la película de Field, con quien comparte autoría, tanto, que toda la primera hora del filme (dura una y media más) se edifica como un auténtico seguimiento de la rutina de ella. Una rutina fascinante, estrictamente diseñada para el lucimiento de ella, todoterreno. Escuchamos embelesades cuando, en una larga demostración en clase, ataca las limitaciones de la crítica basada en la identidad (un momento del todo guionizado pero defendido con un brillo que atrapa). Escrutamos los filos de la conversación que mantiene con un adinerado compositor, admirador y mecenas (Mark Strong), empresario sin talento pero de mente afilada. Incluso tratamos de excusar aquellos pequeños abusos y discretos malos tratos que Tár tiene para con su asistente, una Noémie Merlant resolutiva, pero yerta.

    Si la genio es central, todo lo demás pasa automáticamente a un segundo plano. ¿Son también secundarias las banderas rojas que ondean sobre esa ex «loca», que manda mensajes insinuando abusos y amenazando con el suicidio? La vida perfecta de Lydia Tár, sorpresa, deberá evaluarse de nuevo, volver a ponerse en tela de juicio. Todd Field, también tras el guion, abre brechas e incongruencias que harían tambalear los cimientos de cualquier imagen idolatrada. Field nos obliga a repetir un ejercicio al que hoy estamos demasiado acostumbrades: nos exige deconstruir y volver a negociar el valor humano y artístico de alguien a quien, sin duda alguna, habremos admirado y que ha fallado moralmente. Su tercer acto podría resolverse como seguimiento en vivo de una cancelación (tiene parte de eso), pero la película sobresale porque va más allá.

    Más allá, o «más adentro»: después de construir y desmontar, paso a paso, las caras visibles de un personaje huidizo, Field se zambulle hasta lo más hondo de su fuero interno y le da la vuelta. Cuáles son los miedos profundos de Lydia Tár, qué le da profundo asco, sobre qué miente sin necesitarlo… En una segunda mitad, algo irregular a pesar de sus buenas ideas, la película tantea los recursos inquietantes de la home invasion y los espirales enloquecidos del thriller sobre el arte y la obsesión, el desquicio. El universo racional se tambalea por completo, al sostenerse sobre un palo de pajar que se demuestra falible, demasiado humano. Pero está bien: al final, si Todd Field, Cate Blanchett y todos nuestros ídolos muertos algo nos regalan, es la oportunidad de construirnos de forma diferente. ⁜


    Tár, Todd Field
    Competición 79ª edición de la Mostra de Venecia.

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