España, 2022. Título original: «Secaderos». Duración: 98 minutos. Dirección: Rocío Mesa. Guion: Rocío Mesa. Música: Paloma Peñarrubia. Fotografía: Alana Mejia Gonzalez. Reparto: Vera Centenera Carnero, Ada Mar Lupiañez Huertas, Tamara Arias, Cristina Eugenia Segura Molina, José Sáez Conejero. Productoras: Amplitud, La Claqueta PC, La Cruda Realidad, Secaderos La Película A.I.E, Un Capricho de Producciones.
Retratar la ruralidad a través la ficción es la corriente pujante en el cine español contemporáneo. Ya desde la aclamada Alcarràs (Carla Simón), pasando por El agua (Elena López Riera, 2022) y llegando hasta la cinta que nos ocupa, Secaderos (Rocío Mesa, 2022), viajar a los márgenes geográficos de nuestro país marca las obsesiones de la nueva generación de directoras que ha enriquecido el panorama fílmico local. Secaderos rescata la idea de la gran ciudad como espacio de oportunidades, para darle la vuelta y enseñar cómo éstas han vaciado los pequeños municipios de actividades estimulantes. Además, la ópera prima de Rocío Mesa también dialoga con el campo como si este hubiera dejado de ser una alternativa para las personas que lo trabajan, como síntoma de una metáfora sobre la poca tierra que quedará si se sigue construyendo allá donde existe un paisaje neto de hormigón. La falta de alternativas junto a la especulación inmobiliaria, ligada a una irónica superpoblación de casas sin gente, enlaza diferentes ángulos de un mismo cuadro.
Y no es solo un drama Secaderos, también instrumentaliza la fantasía para ejemplificar a través del monstruo todo eso que la falta de perspectiva no es capaz de señalar y pareciera que a través de ella quisiera narrar que la hierba no siempre es más verde al otro lado. Porque sus personajes principales tienen la sensación de que la vida podría ser mejor en otro lugar: desde Vera, la niña que fantasea con vivir en el campo y que literalmente conversa con la naturaleza a través de la «bestia del tabaco», a Nieves que sueña con irse del secadero para vivir otra vida en la ciudad. La directora retrata este drama rural con conciencia de clase, la misma que le permite señalar las circunstancias por las cuales los personajes están ligados irremediablemente al estrato al que pertenecen haciendo de él su prisión. La película se desarrolla en verano, ese momento en el que los españoles deciden ir a refrescarse a la costa y huir del calor del interior. Mientras la familia se ve obligada a quedarse por sus obligaciones con la tierra, la directora muestra una imagen de ésta mientras comen y miran la televisión donde salen esas playas largas de la costa tropical de Granada con sus gentes embadurnadas de crema solar. En ese dispositivo conectado vía satélite están sus deseos encuadrados en un telenoticias, pero imposibles de llevar a cabo por sus contextos laborales. Se le suma a eso la ironía que hace sentir frustrada a la protagonista, que se llama Nieves, por el hecho de no haber ido nunca a la sierra de Granada a ver nevar, teniéndola de fondo bien cerca, haciendo eso, mayor su hambre de ver mundo.
Con este interesante punto de partida, la película peca de querer licuar tantas cuestiones en una sola pieza de la que emergen muchos temas plantados pero sin ser regados de la forma adecuada. Al ser una película coral, pierde un hilo conductor que podría llevar a todos los personajes por la misma senda con diferentes pasos, ya que la situación es la misma para todes, pero los ojos que siguen el camino tienen visiones distintas. Todas las tramas confluyen en una fallida gran metáfora sobre el campo, ligada a la idea de las ilusiones que se desvanecen según se llega a la etapa adulta, en un compendio de referencias entre Mi vecino Totoro (Hayao Miyazaki, Japón, 1988) y Petite Maman (Céline Sciamma, Francia, 2021) encuadrado en diferentes líneas de montaje en paralelo que corrompen su esencia de cuento. Por otra parte, la idea de que todos los personajes desemboquen en el mismo espacio emocional, repite el arco de personaje en cada uno de ellos, resultando en caras distintas con el mismo viaje, acabando en ser redundante en sus conclusiones. Y es en la praxis donde se pierde todo el potencial de una obra que, como decíamos, despunta por su acabado formal. Es de agradecer el intento de ofrecer algo novedoso a la hora de plasmar en plano cómo se desarrolla la vida para la gente que trabaja la tierra. El primer largometraje de Rocío Mesa hace de la realidad un sueño y del sueño un viaje de LSD, como si la vida en el campo pudiera en algunos años simplemente ocupar un espacio en la memoria, pasar a formar parte de la historia dejando la realidad para las junglas de asfalto, viendo el monstruo simpático, portavoz de la madre naturaleza, llorar por el daño que le hacen. Un mundo que muere antes de tiempo, como las hojas de tabaco relucientes cortadas con excesiva premura.
⁜
Nuevos Directores del 70SSIFF.