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    Cine Alemán Siglo XXI

    Crítica | Blonde

    || Críticas | Venezia 79 | ★★★☆☆
    Blonde
    Andrew Dominik
    El biopic caleidoscópico de una Sopa Campbell


    Mariona Borrull Zapata
    Venecia (Italia)|

    ficha técnica:
    Estados Unidos, 2022. Título original: «Blonde». Dirección: Andrew Dominik. Guion: Andrew Dominik. Compañías productoras: Plan B Entertainment (Brad Pitt, Dede Gardner, Jeremy Kleiner). Música: Nick Cave, Warren Ellis. Fotografía: Chayse Irvin. Montaje: Adam Robinson. Reparto: Ana de Armas, Adrien Brody, Bobby Cannavale, Xavier Samuel, Julianne Nicholson, Lily Fisher. Presentación oficial: Selección Oficial Festival de Venecia. Duración: 166 minutos.

    Blonde, la novela de Joyce Carol Oates (2000), se vendió en su momento como «la biografía definitiva de Marilyn Monroe», a pesar de estar cosida a base de sucesos reales e inventados. Hoy Andrew Dominik (Mátalos suavemente) la adapta al cine y se pregunta qué implicaba esa bravata. En efecto, Dominik nos sumerge de lleno en los momentos más privados de la biografía de la actriz. La cámara, espitada, adopta una absoluta primera persona para explicar cómo la madre de Norma Jean, una niña de apenas cinco o seis años, trató de ahogarla en la bañera, o cómo el presidente de los Estados Unidos la violó en repetidas ocasiones. Físicamente nauseabunda, moralmente obscena, cuestionable incluso en algunos de sus pasajes más sensacionalistas: si nos adentramos en las casi tres horas de biografía no autorizada, aceptaremos también ser víctimas colaterales de una violencia insoportable. Tener acceso a la «biografía definitiva» de Marilyn Monroe implica mancillarse, ni que sea un poco, del dolor que su sonrisa perfecta nos ha permitido omitir durante tantos años.

    Igual que la novela que la precedía, la película de Dominik se admite, de entrada, como un proyecto fallido. Marilyn Monroe se sostiene como una fachada sobre la que hemos arrojado copias y variaciones a lo largo de todo el siglo pasado. Camaleónico, el cineasta coserá su particular biografía como probando vestidos a un alma que solo intuimos. Blonde avanza a trompicones, concatenando imágenes en blanco y negro y en color, cambiando de formato y de ancho de pantalla a cada poco (en ocasiones, a cada corte), y saltando entre tiempos con ligereza. En su yuxtaposición estética, caótica y contradictoria, la puesta en escena rechaza ser explicada si no es en sus propios términos. La infancia de Norma Jean debe ser dibujada con el nervio de una niña que teme a su madre, con la gravedad de los traumas que la marcaron y con el pathos que dibuja el gesto y lloroso desencajado de una cara infantil.

    De esencia caleidoscópica, la imagen sobre Marilyn variará entre el claroscuro elegante propio del noir, la intensidad apetitosa del lenguaje publicitario, las deformaciones extremas del arte contemporáneo y el grano ligeramente desaturado de una imagen de archivo falseada. Ante el enajenamiento absoluto de la estrella, Dominik incorporará efectos digitales de pesadilla que vuelvan irreconocibles a los personajes y monstruosos a los fotógrafos. Igual que la novela, Blonde nos obliga a sostener la mirada ante un mundo insostenible, de una aberración tan presente que acaba por capar cualquier tentativa de raciocinio. Marilyn se preocupa: «En las películas no eres tú quien ordena los retazos»; ella nunca tuvo derecho sobre su propia historia. Sin embargo, como arguye un luchador en la película, en la jerga del boxeo clavar un puñetazo potente se apoda «conseguir la atención de tu contrincante» (añade: «Porque es una llamada a la atención, a concentrarse»). Auténtico revés a un visionado cómodo, la película de Dominik también puede interpretarse como una tentativa de claridad.

    Con un primer acto dedicado a la infancia y un segundo tramo volcado a las luces y sombras de su primera juventud, orbitando alrededor del affair con Charlie Chaplin Jr. (Xavier Samuel) y Edward G. Robinson (Evan Williams), es la recta final de la película la más difícil de digerir. Encontramos ya a una Marilyn «de alma ensuciada», que no hace más que recibir, una y otra vez, aquellas desgracias que juró no volver a encontrar. La mujer se ha convencido de su propia condición fallida: como hija y como esposa (de Joe DiMaggio, Bobby Cannavale, y de Arthur Miller, Adrien Brody), pero sobre todo como madre. Los abortos que sufre a lo largo de toda su vida son de las experiencias más íntimas y dolorosas que se habrán vivido desde un patio de butacas en los últimos años. Ante una desesperación impepinable, Ana de Armas logra transformar toda la musculatura de su rostro en eco acallado de la furia y el desgarre que corren por debajo. Si los anteriores habían sido un auténtico martirio, los últimos años de Marilyn tuvieron forma de espera resignada ante una muerte sin reservas, que ya estaba solo al caer. Dominik nos obliga entonces a soportar un tramo final de película que vibra en una energía mucho más apaciguada, de silencio mortuorio. El cineasta se confiesa, en palabras que escribe el padre de ella: «Solo te he conocido en la distancia. Nunca he querido ser cruel». ⁜


    Blonde, Andrew Dominik
    Competición 79ª edición de la Mostra de Venecia.

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