Crítica | Tales of the Purple House

|| Críticas | Locarno 2022 | ★★☆☆☆

Tales of the Purple House

Abbas Fahdel 🇱🇧

Documental entre subjetivo y objetivo

Ignacio Navarro Mejía

Locarno (Suiza) |

ficha técnica:
Líbano, Irak, Francia, 2022. Título original: «Hikayat elbeit elorjowani». Dirección: Abbas Fahdel. Guion: Abbas Fahdel. Producción: Nour Ballouk Co. Fotografía: Abbas Fahdel. Reparto: Nour Ballouk. Duración: 184 minutos.

En un documental tiene especial relevancia la posición que adopte su realizador. Si es un documental al uso, mediante entrevistas, es frecuente que aquél participe en la propia narración, pues incluso pueden oírse sus preguntas o comentarios junto a las reflexiones de los entrevistados. Al margen de las entrevistas, cuando la cámara graba en estos casos, busca captar la realidad tal como es, por lo que también es frecuente que los sujetos grabados miren al objetivo o incluso interpelen al operador o al propio realizador (si coincide). Y, por lo demás, hay documentales donde directamente el cineasta se introduce en campo, como un referente más o como el hilo conductor de la historia. Con todo, son mayoría los documentales que intentan ocultar o minimizar la presencia de quien los dirige, siempre y cuando ello resulte coherente con la propia construcción del documental en su conjunto.

En Hikayat elbeit elorjowani (Tales of the Purple House), su director Abbas Fahdel ocupa una posición algo opaca: es visible para varias personas que aparecen en la pantalla, que le saludan, aunque él no responda, pero invisible para la protagonista, que es la más cercana a él. La misma es en efecto su mujer, Nour, y todo el documental gira en torno a sus experiencias durante los últimos años, en la casa morada que da título a la película y que los dos comparten cerca de Beirut. Arranca prácticamente con el inicio de la pandemia y llega hasta el inicio de la invasión rusa en Ucrania, visible brevemente en unos informativos, por lo que la cinta es muy actual. Intenta ser un resumen de los grandes hitos recientes, vistos desde la óptica de la sociedad libanesa y en concreto de esta mujer, de pasado traumático pero presente privilegiado, pues se dedica a pintar ocasionalmente, visitar al vecino o entretener a sus gatos (más divertidos que los seres humanos).

La perspectiva es algo difusa e irregular. Respecto de lo comentado anteriormente, es llamativo sobre todo cuando Nour conduce su coche (por cierto sin reparos para hablar a la vez por el móvil), pues él va siempre a su lado pero en silencio y fuera de campo, y dirigiéndola de tal manera que el vehículo parece manejado por ella sola. Es una decisión un poco extraña, aunque sirva para situar a la protagonista en un plano distinto de los demás. Estamos en verdad ante un curioso retrato: el director no interviene nunca, si bien incluye detalles personales suyos, como la fotografía, varias veces encuadrada, suya y de su mujer, o los clips de películas que tiene en su colección, desde Tarkovsky hasta Ozu pasando por Erice o Antonioni. Hacia el final se ven unos segundos de Stalker que pretenden simbolizar lo narrado, de forma un tanto forzada. La película pretende entonces ser un retrato íntimo en el marco de una reflexión de mayor escala, pero su narración a veces se aparta de la cotidianidad y se vuelve pretenciosa. Los comentarios en off de Nour son más eficaces cuando se ciñen a cosas concretas o personales, como las piedras calientes o la hierba pintada. Las ponderaciones más elevadas solo tienen mayor impacto cuando se acompañan de un detalle que las vincula directamente con la protagonista, como esa especie de secuencia de montaje con varios paisajes y un lienzo vacío en primer término. En cualquier caso, la película alterna bonitas imágenes paisajísticas con palabras poco naturales, y los bruscos cortes a negro parecen revelar una selección poco justificada, dada la duración total del metraje, a partir de un extenso material rodado con criterio un tanto discutible. ⁜