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Cinemajove 2022
Columna TAI - julio
Existen pocos festivales con tanta personalidad como el Cinemajove. Un certamen liberado de agendas y de las clásicas ataduras de la distribución nacional. Como le sucede al Festival de Las Palmas, el leitmotiv es el descubrimiento de pequeñas joyas escondidas que tendrán una proyección inédita –y no continuada— en el país; en puridad, películas sin opciones de integrar el circuito comercial, no porque artísticamente no lo merezcan sino porque por anatomía narrativa y/o visual se salen de cualquier rango de este mercado audiovisual hipertrofiado. La idiosincrasia de Cinemajove por tanto, emerge desde la esfera underground, algo que le pasa factura a nivel mediático pero no dentro de una industria que valora, y mucho, el nivel de riesgo del equipo programático. Qué más se puede pedir, ya que en esta cabecera hemos remarcado en numerosas ocasiones cuál debería ser el precepto capital de un evento de estas características.
Con ello, resulta bonito encontrar correspondencia, de la forma que sea. En febrero, desde la Berlinale, nuestro compañero Víctor Esquirol hablaba en estos términos de la fantástica película japonesa Small, Slow but Steady, cuarto largo de Shô Miyake: «Sudando en silencio, Shô Miyake trabaja a fondo para desencriptar los secretos de esos lenguajes que, sin conocerse, se entienden perfectamente (del puro gusto que dan). El del cuerpo, el de los puños; la película se expresa con la misma claridad y contundencia, con una prosa que se acerca a la lírica, gracias a la precisión caligráfica empleada. Una sinfonía insonora de encuadres impecables, pero para nada artificiosos: Small, Slow But Steady encuentra en la pulcritud y la sobriedad en la puesta en escena una base sobre la que igualmente se permite ser expeditiva». Una maravilla que verá la luz en España gracias a Filmin pero que antes se ha permitido emocionar al público valenciano. La obra nipona ha sido la gran protagonista de esta trigésimo séptima edición que se ha desarrollado del 24 de junio al 2 de julio. Lo ha sido pese a no obtener el máximo galardón, la Luna de Valencia, que ha ido a parar a la cinta de Bangladés Rehana, dirigida por Abdullah Mohammad Saad y presentada en Un Certain Regard del Festival de Cannes del pasado año.
Dejando a un lado la sección oficial, que motoriza los esfuerzos de la organización, el Cinemajove también ofrece un espacio para el cortometraje juvenil y amateur. En esta última compitieron piezas firmadas por alumnos de la Escuela Universitaria de Artes TAI, apoyados por Moira Pictures: Kosovo, de Mey Moreno; Cupido, de Javier Aguirre (ambos alumnos del Grado de Dirección); y O que queda, de Alejandro Rodríguez (alumno del Máster de Dirección Cinematográfica). Desde la propuesta más ambiciosa a la más modesta lo que está claro es que el buen cine siempre se abre paso. Por fortuna, el Cinemajove corre a cargo de los puentes. ⁜
* | Artículo que pertenece a una serie de textos creados por EAM en colaboración y coordinación con la Escuela Universitaria de Artes TAI, institución de referencia en la formación en disciplinas artísticas en España con sede en el centro de Madrid y con el mayor campus de artes de España. |