|| Críticas | ★★★☆☆ ½
Top Gun: Maverick
Joseph Kosinski
La esquina del ataúd
Raúl Álvarez
ficha técnica:
EE.UU. 2022. Título original: «Top Gun: Maverick». Director: Joseph Kosinski. Guion: Ehren Kruger, Eric Warren Singer y Christopher McQuarrie. Productores: Jerry Bruckheimer, Emily Cheung, Tom Cruise, David Ellison, Dana Goldberg, Don Granger, Tommy Harper, Christopher McQuarrie, Chad Oman y Mike Stenson. Productoras: Paramount Pictures, Skydance Media, Jerry Bruckheimer Films, Don Simpson/Jerry Bruckheimer Films. Fotografía: Claudio Miranda. Música: Harold Faltermeyer, Lady Gaga y Hans Zimmer. Montaje: Eddie Hamilton. Reparto: Tom Cruise, Jennifer Connelly, Miles Teller, Jon Hamm, Bashir Salahuddin, Monica Barbaro, Lewis Pullman, Jay Ellis, Danny Ramirez, Ed Harris, Val Kilmer. Duración: 131 minutos.
EE.UU. 2022. Título original: «Top Gun: Maverick». Director: Joseph Kosinski. Guion: Ehren Kruger, Eric Warren Singer y Christopher McQuarrie. Productores: Jerry Bruckheimer, Emily Cheung, Tom Cruise, David Ellison, Dana Goldberg, Don Granger, Tommy Harper, Christopher McQuarrie, Chad Oman y Mike Stenson. Productoras: Paramount Pictures, Skydance Media, Jerry Bruckheimer Films, Don Simpson/Jerry Bruckheimer Films. Fotografía: Claudio Miranda. Música: Harold Faltermeyer, Lady Gaga y Hans Zimmer. Montaje: Eddie Hamilton. Reparto: Tom Cruise, Jennifer Connelly, Miles Teller, Jon Hamm, Bashir Salahuddin, Monica Barbaro, Lewis Pullman, Jay Ellis, Danny Ramirez, Ed Harris, Val Kilmer. Duración: 131 minutos.
A partir de esta sencilla premisa, que además se encuentra en la base dramática de todo relato crepuscular, como es el caso, Top Gun: Maverick plantea dos películas en una. La primera, la peor y a ratos pésima, ocupa la primera hora de metraje y, salvo la escena comentada y el montaje de imágenes que acompaña los títulos de crédito iniciales, se desarrolla como un espejo nostálgico de la película de 1986. Kosinski presenta a los personajes principales y sus respectivos conflictos en el marco de un ambiente castrense descrito con clichés que ya eran viejos en la película de Scott. El comandante estricto pero generoso (Jon Hamm), los jóvenes pilotos sobrados de talento y orgullo (la nueva camada de Top Guns), los amigos leales del protagonista (Val Kilmer, Solomon Bates y Bashir Salahuddin) y la camarera atractiva y solitaria (Jennifer Connelly). Son los momentos más flojos y hasta sonrojantes. La película, de hecho, toca fondo cuando Kosinski inserta los flashbacks de la muerte de «Goose» (Anthony Edwards) y escenifica el flirteo trasnochado entre Cruise y Connelly. A medio camino y en ninguna parte entre Oficial y caballero (An Officer and a Gentleman, Taylor Hackford, 1982), El sargento de hierro (Heartbreak Ridge, Clint Eastwood, 1986), Firefox: el arma definitiva (Firefox, Clint Eastwood, 1982) y las películas de aviadores de Howard Hughes y John Ford, Maverick abusa de la paciencia del público. Del viejo, porque este quiere y necesita algo más que cadáveres fuera del armario. Y del nuevo, porque hay convenciones dramáticas y tropos visuales que hoy resultan ridículos. El paseo en barco o el partido de fútbol americano en la playa descolocan al más tolerante de los espectadores.
Si esta parte se sostiene, y lo hace a duras penas, es gracias a las escenas aéreas que ilustran el entrenamiento de los Top Guns. Ahí brilla y se justifica la espera de tres décadas y media para ver de nuevo en acción a los auténticos protagonistas de esta franquicia: los cazas de combate de la Marina norteamericana. Las mejoras en la óptica y la movilidad de las cámaras dentro de las cabinas y en el fuselaje brindan una experiencia arrolladora, tan buena y en ocasiones mejor que el hito técnico que filmó Scott. Además, Kosinski y sus montadores ofrecen un pequeño gran milagro de edición que muestra las vergüenzas en este ámbito de la mayor parte de blockbusters contemporáneos, con Disney-Marvel a la cabeza de un modelo plano y perezoso. En Top Gun: Maverick no solo hay alternancia y escalado de planos con intención narrativa, sino que el sentido del ritmo con que se empalman y su progresiva crispación cromática y visual –prodigiosos los brillos en las cabinas y los rebufos– nos recuerdan que el cine sigue siendo el arte del montaje, en set y en postproducción. Sí, es importante que en una película se preste atención a estos detalles, en particular si su discurso es endeble. Alexander Kluge escribió al respecto que, si la mirada humana fuera omnipotente, no existirían ni la pintura, ni la fotografía, ni el cine para ampliar su alcance.
La segunda película, la mejor y a ratos excepcional, se decanta en hora y cuarto de adrenalina que sitúa al espectador al frente de una misión para destruir una planta de enriquecimiento de uranio. Maverick se convierte de repente y sin disimulo en Star Wars, y sus héroes aceleran hacia una Estrella de la Muerte de roca y hielo protegida por torretas de misiles y cazas de última generación. El paralelismo es tan evidente que no puede ser sino intencionado. «Maverick» incluso tiene a su propio Obi-wan en la figura de «Rooster», el hijo de «Goose», interpretado por Miles Teller, en el instante definitivo del ataque. Referencias al margen, esta parte de la película adquiere personalidad por sí misma cuando Kosinski y su equipo echan el resto en coreografiar al milímetro los que probablemente sean los mejores combates aéreos jamás filmados con cazas reales. Los antiguos F-14 de la primera película ceden su lugar aquí a los nuevos F-18 de la Marina, más ligeros, rápidos y maniobrables, lo que da como resultado unas escenas con un notable grado de inmersión en la experiencia de pilotaje. Cada maniobra está filmada con precisión y sentido de la armonía, y sirve al propósito conjunto de ver algo único. El popular «Feel the Need» que decía «Maverick» en 1986 es, en términos visuales, exactamente esto: ruido, furia, vibración y vértigo. La vida y la muerte enhebradas en la pirotecnia de las bengalas antimisiles.
Conociendo el bagaje cultural de Kosinski, es probable que en la concepción de estas escenas hayan influido algunos animes de mechas, como la saga Macross, y su adaptación norteamericana, Robotech, y que ya en su día –la primera serie de Macross es de 1982 y Robotech, de 1985– fueron contemporáneas a la primera Top Gun. Maverick se contagia del sentido de la maravilla aeronaval característico de esas producciones, en las que piloto y avión forman una única conciencia. En los minutos finales, cuando «Maverick» y «Rooster» roban un F-14 de los años ochenta y activan su dispositivo de despliegue de alas, la ilusión de ver un mecha en movimiento es algo más que una asociación libre de ideas por parte de quien escribe esto. La planificación de esas imágenes –primer plano, plano detalle, plano corto, plano general, plano medio, montaje in crescendo, y vuelta a empezar– es típica del anime de acción. Antes ha aparecido el fantasma de Firefox, claro, pero la mirada de Kosinski se desplaza rápido hacia lo que Jung denominaba la mística del héroe y su lanza. El héroe que vuelve a casa es un mito que camina entre los hombres. Maverick termina tan bien, o sea, tan mal como empieza; con un precipitado de lugares comunes y guiños nostálgicos que afean súbitamente el gozoso deliro audiovisual precedente. Había otras maneras de hacerlo, al principio y al final, pero esta es la que cabía esperar de Tom Cruise. Su carrera personal contra el tiempo es el mismo afán que explica el deseo de volar de «Maverick», y éste quizá sea solo compatible con una visión del mundo en la que, si te paras, mueres. La ansiedad del tiburón, la esquina del ataúd. ⁜
▼ Top Gun: Maverick, Joseph Kosinski
Presentación Fuera de Competición en el Festival de Cannes.
Presentación Fuera de Competición en el Festival de Cannes.