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    Cine Alemán Siglo XXI

    Crítica | La Edad Media

    || Críticas | ★★★★☆
    La Edad Media
    Alejo Moguillansky & Luciana Acuña
    El poderoso influjo de la luna


    Miguel Martín Maestro
    Valladolid |

    ficha técnica:
    Argentina, 2022. Título original: «La Edad Media». Dirección: Alejo Moguillansky, Luciana Acuña. Guion: Alejo Moguillansky, Luciana Acuña, Walter Jakob. Edición: Alejo Moguillansky, Mariano Llinás. Sonido: Marcos Canosa. Música: Fernando Tur, Oscar Strasnoy. Productores: Laura Citarella, Ingrid Pokropek, Alejo Moguillansky, Luciana Acuña. Compañía Productora: El Pampero Cine. Intérpretes: Luciana Acuña, Alejo Moguillansky, Cleo Moguillansky, Lisandro Rodríguez, Walter Jakob. Duración: 90 minutos.

    Al final de Por el dinero, anterior largometraje de Alejo Moguillansky, la conclusión trágica del relato con la aparición de una pareja muerta en una playa (que también daba pie a su prólogo) ponía punto y final a una huida desesperada fruto de una vida de creación en el alambre, la que resulta de la permanente ausencia de rendimiento económico derivada del hecho cultural. Si con Por el dinero la situación era desesperada, el periodo pandémico puede haber supuesto la puntilla definitiva a un sector productivo que, para el creador es necesariamente una fuente de ingresos, mientras que para el espectador no deja de ser de satisfacción, ya por entretenimiento o por aspiraciones más elevadas que le permiten confrontar las imágenes con su propia concepción del mundo y su irreversible caída hacia cotas de deshumanización pocas veces imaginadas. La pandemia ha disparado un consumo puntual de producciones visuales, pero ha asentado el concepto de todo es gratis y por nada ha de pagar. No es de extrañar que el cine de Moguillansky se adentre en la búsqueda del tesoro como salida de la precariedad (El escarabajo de oro), asuma la delincuencia como única posibilidad de vida relajada (Por el dinero), busque la subvención y el manejo de influencias contractuales para aprovechar un momento de bonanza económica efímero (La vendedora de fósforos) o, directamente, invoque despojarse de todo lo material y vivir en una especie de día a día en trueque constante para mantener el espíritu libre de la creación (La Edad Media). El mensaje se recubre de un envoltorio muy agradecido para el espectador, ese tono de comedia propio de El Pampero, pero no hay que engañarse, ese envoltorio humorístico, muchas veces cercano al slapstick que facilita la plasticidad corporal de Luciana Acuña, puede llegar a ocultar la realidad de este mundo cultural; su desfalleciente volumen de ingresos ante la indiferencia generalizada, no ya sólo de eso que se ha dado en llamar «gestor cultural» para referirse al político, sino de quien exige ver pero no se preocupa por cómo hacer rentable lo que ve.

    Las películas de El Pampero terminan generando sinergias entre ellas con independencia de quién las firme, no ha de ser casualidad que La edad media y Clementina, últimas películas de esta pseudocooperativa cultural, guarden puntos de conexión tan fuertes, tanto en el tono como en la entidad de los personajes femeninos protagonistas; que el propio Moguillansky aparezca en ambas con una vis cómica dentro de la catástrofe doméstica que las identifica; o que, obviamente, dado el contexto, ambas utilicen el espacio doméstico como escenario en periodo de confinamiento estricto, y que ambas hagan un guiño a la Edad Media, una en su título y otra en su música, como si recordar ese periodo de la historia europea nos remitiera, directamente, a la edad de la peste, establece hilos de conectividad muy fuertes entre las dos propuestas. Pero más allá del aligeramiento que proporciona la comedia, de las concomitancias entre películas del grupo y otras del mismo director, lo que subyace siempre es el abismo de la tragedia. La permanente sensación de que todo depende de un golpe de fortuna y que el trabajo no basta para poder pagar las facturas. Como si el trabajo del cineasta, del bailarín, del guionista, no mereciera retribución porque el artista se alimentara sólo de su capacidad genuina para crear. Si las dificultades innatas de El Pampero para financiar sus proyectos (rechazan cualquier tipo de subvención oficial) no fuera bastante, el cierre de cines, teatros, y la consiguiente cancelación de representaciones y rodajes ha dejado a todo un sector en el limbo. La precariedad innata para la mayoría de ellos provoca buscar la subsistencia por encima de cualquier otra prioridad, y ese ingenio creativo ha de destinarse, en primer lugar, a buscar nuevas fórmulas para seguir creando y generando ingresos porque las facturas no quedaron suspendidas por la pandemia. Clases de danza online, rodajes «en remoto», ideas para mantener un rendimiento mientras el mundo parece desmoronarse; y frente a esa vorágine de stress de los adultos, los directores plantan un contrapunto de reposo, ingenio, naturalidad y «laissez faire, laissez passer» en la persona de su hija, Cleo Moguillansky.

    La niña forma parte de la troupe desde su nacimiento. Su presencia, cada vez con mayor entidad/intensidad en las películas de sus padres, nos hace asistir a ese crecimiento de una persona/personaje que, filmado por otros, provoca el elogio y el halago incondicional con independencia de la calidad del producto, mientras que para estos outsiders del cine queda fuera de su haber intelectual. Serán las cosas del marketing y del poder del dinero, pero cuando pasen las décadas y las películas no sería de extrañar que, junto a Bill Douglas, Ray, Truffaut…se añadiera el nombre de Cleo y, de paso, nos olvidáramos un poco de utilizar a otros para cualquier referencia de modernidad en eso dado en llamar «coming of age» a tiempo real. Volviendo a Cleo algo ha debido influir en ella ese ambiente creativo para mostrarse con una espontaneidad, credibilidad y dominio de la escena apabullante. Sobre ella recae el peso de la trama mientras sus progenitores van difuminándose, absorbidos como están por el día a día de trabajos insatisfactorios que difícilmente pueden culminarse ante los obstáculos de lo telemático. Beckett y Beethoven marcan el ritmo literario-musical del desencuentro generacional, un desencuentro que, cómicamente, revierte en una asunción por los adultos de la vía que de manera subrepticia utiliza la niña para conseguir sus propósitos, el menor educando a los mayores para desprenderse de cargas innecesarias. Compartir casa no significa conocer a los convivientes y la menor aprovecha su personalidad para realizar su sueño, poder ver la luna más cerca de lo que su ojo permite.

    El telescopio se convierte en metáfora de lo alcanzable, en un leitmotiv que contrapuntúa la lectura de Esperando a Godot; ese que nunca termina de llegar mientras el padre intenta coordinar una filmación propia que otro realiza desde el domicilio de Margarita Fernández (otro persona/personaje icónico de su cine más reciente) en el que ésta representa un poema del propio Beckett leído por el director. Beckett, el dramaturgo que, indirectamente, da nombre al grupo teatral del que participa Luciana Acuña, Krapp, se asoma al relato para que no olvidemos influencias y disfrutemos del absurdo de que una menor vacíe una casa vendiendo objetos a través de un «rider» cómplice con el objetivo de juntar el dinero necesario para adquirir el telescopio deseado mientras los progenitores permanecen en la inopia. «Todos nacemos locos. Algunos seguimos así», escribía el dramaturgo y poeta irlandés. El ritmo juguetón y las réplicas y contrarréplicas de los personajes parecerían apuntalar esta máxima en el seno de la familia Moguillansky que vemos en pantalla, aunque en el fondo, para los adultos, otra frase del irlandés se ajusta al día a día de sus películas: «ganar tiempo para perder». ¿Qué sería La Edad Media? ¿Un drama cómico o una comedia dramática? Para los profesionales del arte será más drama que comedia, para el espectador algo tan grato como cualquier otra película de El Pampero, incluso, puede, que hasta alguien la pueda calificar de musical del absurdo. Sea como fuere, y llevando la contraria a Hitchcock, disfruten de una película con niña de protagonista. ⁜


    La Edad Media, Alejo Moguillansky & Luciana Acuña
    Sección oficial del festival de Las Palmas.

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