«Relámpago» (Ted Wilde, 1928)
Programa número 18 del podcast «La última flecha».
El vértigo de la gran ciudad, la velocidad de los automóviles desplazándose por las calles entre una multitud de transeúntes apresurados, las aglomeraciones a la entrada del último espectáculo de moda o los tranvías atestados en los que resulta una odisea encontrar asiento. A finales de los años veinte Nueva York era una de las grandes capitales del mundo, y pocas veces la veremos reflejada en todo su esplendor como en el último largometraje mudo del genial actor cómico Harold Lloyd. En Relámpago (Speedy, 1928), firmada por el director Ted Wilde, podremos sentir la metrópoli pulsante y viva, pero también el devenir cotidiano de una pareja que pasa un domingo cualquiera en la feria de Coney Island. De lo más grande a lo más pequeño. También lo antiguo contra lo nuevo, pues la trama se construye alrededor de un tranvía, el último de tracción animal, que realiza su recorrido diario acosado por empecinados y rufianescos empresarios que tratarán de eliminarlo para hacerse dueños de la línea. A casi un gag por plano, la propia película parece poseída por esa vertiginosa aceleración del final de una época única que discurrió como una exhalación y que en los EE.UU. llegaría a su fin con el crack de 1929, la crisis que hundiría la economía del país y daría lugar a la Gran Depresión. También fue el final de una época para Harold Lloyd, uno de los actores de mayor éxito del cine mudo norteamericano, lugar de privilegio que no lograría mantener con la llegada del cine sonoro. Permanecerá para siempre, sin embargo, su ya icónica imagen delineada por las gafas redondas, el sombrero canotier y la incombustible sonrisa.
Comentan con pasión Daniel M. Lourtau, Emilio M. Luna y José Luis Forte.
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