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    Cine Alemán Siglo XXI

    Crítica | Compartimento Nº6

    || Críticas | ★★★★☆ |
    Compartimento Nº6
    Juho Kuosmanen
    El movimiento hace el pensamiento, el pensamiento hace el cambio


    Yago Paris
    Madrid |

    ficha técnica:
    Finlandia-Alemania-Estonia-Rusia. 2021. Título original: «Hytti nro 6». Director: Juho Kuosmanen. Guion: Andris Feldmanis, Juho Kuosmanen, Livia Ulman. Productores: Christian Bauer, Melanie Blocksdorf, Natalya Drozd, Paria Eskandari, Emilia Haukka, Barbara Häbe, Sergey Kasatov, Fabian Linder, Jussi Rantamäki, Anneli Savitski, Sergey Selyanov, Riina Sildos, Jamila Wenske. Productoras: Elokuvayhtiö Oy Aamu, Achtung Panda! Media, Amrion, Kinokompaniya CTB, Eurimages. Fotografía: Jani-Petteri Passi. Música: -. Montaje: Jussi Rautaniemi. Reparto: Seidi Haarla, Yuriy Borisov, Dinara Drukarova, Vladimir Lysenko, Galina Petrova, Dmitriy Belenikhin, Yuliya Aug, Tomi Alatalo, Nadezhda Kulakova, Polina Aug. Duración: 107 minutos.

    El de la road movie es el género cinematográfico que mejor ha sabido representar que la meditación también puede ser una cuestión de movimiento. Aunque habitualmente asociemos este proceso de introspección, reflexión y extracción de conclusiones sobre la existencia como el acto consistente en sentarse, cerrar los ojos y concentrarse en la respiración, en muchas ocasiones la mejor manera de enfrentarse al abismo de uno mismo pasa por no parar de moverse, por cambiar constantemente el escenario. Se suele afirmar que la road movie es un tipo de película donde un viaje exterior da paso a un viaje interior, que transforma la manera de entender el mundo del personaje protagonista. Por tanto, cuando en los primeros cinco minutos de metraje de Compartimento nº 6 (Hytti nro 6, Juho Kuosmanen, 2021) descubrimos que Laura (Seidi Haarla) va a realizar un viaje en tren de varios días, que la llevará de Moscú a Múrmansk, dos ciudades separadas por más de 1800 kilómetros de distancia, no cuesta imaginarse el tipo de filme en el que estamos a punto de sumergirnos.

    Laura es una estudiante finesa que estudia arqueología en Rusia, y ha planeado con su novia, Irina (Dinara Drukarova), viajar hasta Múrmansk para visitar los yacimientos de petroglifos de la región, de inmenso valor histórico. Finalmente su pareja no puede acudir, porque tiene trabajo, pero este contratiempo no impide que la protagonista se embarque en esta pequeña aventura. Viajar sola la expondrá a toda una serie de tensiones, retos y oportunidades que le permitirán descubrir otras formas de entender la vida, de relacionarse con las personas y de comportarse socialmente, especialmente a raíz de la relación que establece con su compañero de compartimento, Ljoha (Yuriy Borisov). La joven es un prototipo de persona joven de clase media con estudios universitarios, que, a pesar de tener un enorme acceso al conocimiento, en realidad tiene poco conocimiento de lo que se cuece fuera de su burbuja social, que poco tiene que ver con lo que se encuentra en el tren en el que viaja. Laura es la clase de persona que justifica su investigación académica porque «conocer el pasado nos ayuda a entender mejor el presente». Esta afirmación, no carente de verdad, no deja de ser, al mismo tiempo, fruto de la visión de una persona que se puede permitir hablar sobre el presente desde la placidez de su modo de vida. Esto contrasta con el de Ljoha, un obrero que viaja por el país en busca de trabajo. Inicialmente, en la primera escena del filme —una fiesta en casa de Irina—, Laura trata de explicar qué motiva su viaje, y una persona es capaz de terminar la oración por ella, lo que refleja que en realidad esta mirada aparentemente profunda sobre el mundo es en realidad un cliché. Cuando la joven ofrece esta misma explicación a su compañero de compartimento, este la mira sorprendido, sin rechazar el valor de sus palabras, pero sí poniendo en cuestión su practicidad.

    El filme se mueve constantemente en estas coordenadas de sutileza y complejidad, sin ofrecer respuestas claras ni cómodas al público. Ljoha es invasivo e inicialmente se toma excesivas confianzas con Laura, pero, lejos de caer en una tendencia muy común del cine actual, que consiste en retratar las bondades morales de los personajes femeninos a través de la construcción de unos personajes masculinos mediocres1Una joven prometedora (2020), Pink Wall (2019)—, el filme desarrolla al personaje en múltiples capas, dando lugar a un retrato complejo, lleno de matices y, especialmente, de una bondad auténtica, áspera al tacto pero indestructible ante la inclemencia. Laura, por su parte, puede ser al mismo tiempo un poco esnob y capaz de comprender las necesidades del otro, y aunque no puede escapar a cierta frivolidad —aunque sea menos evidente, la joven también se comporta de manera invasiva e insensible con Ljoha en un momento clave de la película—, acaba siendo capaz de salvar a su compañero —hay quien ha querido leer en la obra un discurso de «blanco hetero salvador de lesbianas desnortadas», pasando por alto lo señalado en el inciso anterior— de la excesiva gelidez de sus actos, que son el entendible fruto de unas condiciones de vida donde solo se sobrevive si se cuenta con un grueso caparazón emocional.

    Uno de los maestros de la road movie fue Abbas Kiarostami. El director iraní basó buena parte de su filmografía en historias que transcurrían a bordo de coches, que recorrían carreteras infinitas, y cuyos protagonistas conducían en busca de un objetivo que trataban de alcanzar de manera obsesiva, habitualmente fracasando en el intento, solo para descubrir que había aspectos de la existencia mucho más relevantes que aquello que ansiaban encontrar. En Porvenir, el episodio séptimo de la primera temporada de la serie de animación Shenmue the Animation (2022), una maestra de las artes marciales le ofrece una brizna de sabiduría al principiante aprendiz cuando le señala que «cuanto más persigas lo que buscas, más perderás de vista lo esencial». Al igual que los personajes de Kiarostami, el protagonista de la serie busca algo de manera obsesiva, y esta insistencia amenaza con impedir que amplíe su perspectiva sobre el mundo. Algo similar sucede en Compartimento nº 6, aunque en este caso el final puede llevar a la confusión a un ojo despistado. Aunque la joven llegue a alcanzar su destino y observe los petroglifos, la puesta en escena de Juho Kuosmanen, tan brillante en su sencillez, en su invisibilidad —que no inexistencia—, retrata la importancia de este momento aparentemente catártico a través de la filmación en la distancia, el fuera de campo y la elipsis. Laura alcanza el objetivo para el que el viaje había sido pensado, pero, una vez lo obtiene, descubre de que este ya no era su verdadero objetivo. No es que deje de ser importante —esta nunca será una película de extremos; todo es más complejo—, pero la joven se ha alejado de su vida lo suficiente como para analizarla con perspectiva y comprender sus carencias.

    Hytti nro 6, Juho Kuosmanen
    Gran Premio del Jurado del Festival de Cannes.


    «El filme se mueve constantemente en estas coordenadas de sutileza y complejidad, sin ofrecer respuestas claras ni cómodas al público. La nueva obra de Kuosmanen [tiene] un sinfín de capas, matices y aristas, descripción de las complejidades de la interacción humana y sus contradicciones».



    Lejos del drama y la crisis existencial, el final es uno feliz: Laura es más dueña de su vida, es más consciente de lo verdaderamente importante, y esto se refleja en el uso de varios objetos a lo largo del filme. Durante su viaje, la joven porta una videocámara, con la que ha grabado tanto su estancia en Moscú como el viaje en tren. Esta cinta de vídeo es un símbolo de la relación con su novia, inicialmente el centro de su universo, hasta que, a medida que se van dando circunstancias clave en el viaje, descubre que quizás no están tan unidas como creía, o que, simplemente, Irina nunca se va a implicar lo suficiente con ella, ni con nadie. Este cuestionamiento de su burbuja social es fruto de su relación con Ljoha, tirante pero auténtica. Cuanto más lo conoce, más descubre lo que es el compromiso ético, el estar presente para la otra persona a la hora de la verdad. La relación con el joven se simboliza a través de una mera hoja de papel en la que Ljoha ha dibujado, de manera precaria y poco talentosa, el rostro de la protagonista. A primera vista, se podría pensar que el retrato tiene un valor infinitamente inferior al de una cámara de vídeo, un aparato mucho más costoso, y al de la cinta grabada, un objeto evocativo —siguiendo el pensamiento de Sherry Turkle, aquel en el que volcamos recuerdos y sentimientos— mucho más sofisticado. Sin embargo, la hoja de papel acaba portando un valor mucho mayor y permanece en su vida, mientras la cámara, más carcasa que contenido, más autobiografía narrativa que existencia vital, ha desaparecido hace tiempo del relato.

    El cambio de objetos evocativos sucede, nuevamente, de manera completamente alejada de cuaquier idea de lo catártico, como así ocurre con la despedida final de los dos protagonistas, donde Laura, más acostumbrada a estar en contacto con sus sentimientos, comprende la actitud de un Ljoha demasiado abrumado por unas emociones con las que nunca ha aprendido a familiarizarse, mostrándose nuevamente, como había sucedido en la citada escena clave del tren, como la parte verdaderamente frágil de la amistad. ¿Volverá Laura con Irina? ¿Tendrá acaso sentido para la protagonista retornar a una burbuja social que con total probabilidad le resultará superficial e insulsa? Probablemente sí, a pesar de todo. En una escena que transcurre a mitad del filme, Laura se encuentra en el pasillo del vagón con un finés que pertenece a su espectro social: refinado, con estudios y con cultura, como simboliza la guitarra que porta. La joven, a pesar de que ya ha congeniado con Ljoha, no puede evitar el automatismo de interactuar con el tipo de persona con el que se ha relacionado toda su vida, lo que la lleva a invitarlo al compartimento. Aunque cree que se va a sentir más cómoda con él, acaba descubriendo que el joven es un muermo. Y sin embargo, continúa interactuando con él. Así es la nueva obra de Kuosmanen, un sinfín de capas, matices y aristas, descripción de las complejidades de la interacción humana y sus contradicciones —¿contar una historia de una universitaria a la que un viaje de mochilera le cambia la vida no es, en realidad, el gesto más esnob de todo el filme?—. Con toda probabilidad, Laura volverá a su burbuja social, pero lo que parece evidente es que la Laura que vuelve no tiene demasiado que ver con la que se fue. ⁜

    1 Idea esgrimida por el crítico y compañero en esta cabecera Ignacio Pablo Rico Guastavino.


    Hytti nro 6, Juho Kuosmanen
    Representante de Finlandia en los Oscars.

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