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    Crítica | The Last Son

    || CRÍTICAS | AMERICANA FILM FEST 2022 | ★★☆☆☆
    The Last Son
    Tim Sutton
    Más desajustes tonales


    Yago Paris
    Madrid | Americana Film Festival 2022 |

    Estados Unidos, 2021. Título original: «The Last Son». Director: Tim Sutton. Guion: Greg Johnson. Productores: Cary Anderson, Mark Andrews, J.D. Beaufils, Jessica Bennett, Dean Bloxom, Danny Bohnen Brandon Burrows, Marc Danon, Robert Dean, Kim DeLonghi, James Di Giacomo, Ameer Fawaz, Mickey Guerin, Thomas Jane, Ben Kahn, Steven Luke, Christina Lundbohm, Todd Lundbohm, Sherri Olson, Julie Paquit, Courtney Lauren Penn, Jib Polhemus, Andre Relis, Troy Scoughton Sr., Galen Smith, David Von Ancken. Productoras: Blind Wink, Renegade Entertainment, VMI Worldwide. Fotografía: David Gallego. Música: Phil Mossman. Montaje: Kate Abernathy. Reparto: Sam Worthington, Machine Gun Kelly, Thomas Jane, Heather Graham, Alex Meraz, James Landry Hébert, Emily Marie Palmer, Bates Wilder, Andrew Stecker, Hiram A. Murray, Kim DeLonghi, Danny Bohnen, David Silverman, James Di Giacomo, Scotty Bohnen, Tim Montana, Jodie Moore, Kathleen Timberman, David Myers Gregory, Michael McCartney, Steve Silkotch, Tanajsia Slaughter, Stanley Schultz. Duración: 96 minutos.

    En la pasada edición del festival Americana, tuve la oportunidad analizar Funny Face, la obra que presentaba el director y guionista Tim Sutton. En el texto que le dediqué, que llevaba por título «Desajustes tonales», reflexionaba sobre los aciertos y flaquezas de su filme, que funcionaba mejor cuanto más profundizaba en las relaciones personales, y peor cuanto más trataba de jugar con los géneros. En aquel caso, destacaba el desacertado uso del thriller como elemento impostado que forzaba la historia hacia unos tonos y unos derroteros narrativos que en última instancia desmejoraban el resultado global. En la actual edición del mismo certamen, Sutton vuelve a presentar su nueva obra; en este caso, The Last Son. Ha pasado un año, pero la situación sigue siendo llamativamente similar.

    The Last Son es un western que narra la historia de Isaac LeMay (Sam Worthington), un bandido que se ha ganado la vida, entre otras cosas, masacrando poblaciones indias, motivo por el que una de las tribus lo acaba maldiciendo a través de una profecía: será asesinado, y además sufrirá una muerte terrible, pues su propia estirpe lo matará. Sumido en su espiral de violencia, toma la también terrible decisión de que, antes de que esto ocurra —y sin que realmente sepa si la maldición se puede materializar—, será él quien acabe con los diferentes bastardos que ha ido engendrando a lo largo de su vida, hasta llegar al enfrentamiento final con Cal (Colson Baker), otro bandido que se comporta con una fiereza todavía más cruenta que la de su padre, probablemente porque su juventud todavía no lo ha llevado a cometer suficientes pecados, y a tener que arrastrarlos consigo.

    Aunque en esta ocasión Tim Sutton no firma el guion, se pueden trazar evidentes paralelismos con su anterior obra, tales como la poderosa presencia del lado oscuro humano, la idea de destino y la estructura narrativa en líneas paralelas condenadas a cruzarse en el tramo final. Así pues, estamos ante un universo áspero y sombrío, propio del western, donde la dureza de la vida provoca que el ser humano deba proteger su territorio a punta de pistola. Lo que la obra propone —algo también habitual en el género—, es la manera en que dicho contexto fomenta que los hombres acaben encontrando una especie de adicción a la violencia, lo que los lleva a actuar más allá de proteger lo suyo, pasando a asaltar lo ajeno, hasta el punto de que la violencia se acaba convirtiendo en su razón de ser. En este caso, lo más estimulante del retrato consiste en la descripción torturada y nada frívola de dicha violencia, pues los personajes, que parecen condenados a cometerla, se sumen en un pozo cada vez más oscuro con cada nuevo acto de salvajismo, como si de auténticos drogadictos se tratase. En este sentido, llama poderosamente la atención la elección de Colson Baker como el más salvaje de los personajes. En paralelo a su carrera como actor, Baker es también conocido como Machine Gun Kelly, un músico de lo que se conoce como emo rap, cuyas melodías transmiten el pesar de un alma torturada y son acompañadas de letras que, en buena medida, hablan sobre drogas y una especie de deseo malsano de autodestrucción, lo que, en última instancia, encaja a la perfección con lo que se plantea en The Last Son.

    Desde el punto de vista de la conversión de páginas de guion en imágenes cinematográficas, la cinta sufre similares desbarajustes que Funny Face. Como ocurría en su trabajo anterior, The Last Son es una película mejor escrita que dirigida, y esto no solo se debe a las carencias de Sutton como constructor de imágenes, sino, de nuevo, a la manera desacertada con que lleva a cabo la mezcla de géneros, de lo que se extrae como consecuencia un desequilibrio tonal. El cineasta parte de los tropos narrativos y escenarios del western, para enfocarlos desde el punto de vista del thriller con tintes de terror. Una iluminación lúgubre y una puesta en escena austera, donde los asesinatos en muchas ocasiones no se muestran, o solo se dejan entrever, encajan con la visión terrible de la época que quiere retratar. Al mismo tiempo, se busca que la obra sea un thriller, de ahí que la tensión, lo oculto, lo acechante, encaje en cierto sentido con la idea de terror, pero al mismo tiempo entra en fricción con sus propuestas, puesto que llega un punto en que no queda claro si la película pretende horrorizar o generar misterio, si lo importante es que la maldición sea cierta o no, o cuáles son sus consecuencias. Todo esto choca con una premisa a la que, en realidad, le hubiera venido mejor una mayor sencillez —que no simpleza— expositiva: en última instancia, el planteamiento de partida ya es suficientemente terrorífico y desolador como para requerir de artificios formales que impiden una mayor profundización en los dilemas morales de personajes perturbados por su entorno y en la exploración del tropo de la maldición del legado sanguíneo. Por último, a pesar de contar con un clímax tan arquetípico como sugerente, Sutton termina de demostrar sus carencias al ser notablemente incapaz de construir una narrativa espacial que le sepa sacar provecho a los estímulos que el guion le ofrece. Cuando Sutton entienda que la autoría no se encuentra en la pirotecnia, sino en el estilo y la capacidad para entender los valores del material de partida, podrá aspirar a entregar obras más memorables. ⁜


    The Last Son, Tim Sutton
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