Antiguos compañeros se reúnen
Crítica ★★★★☆ de «The Novelist's Film», de Hong Sang-soo.
Corea del Sur, 2022. Título original: «Soseolgaui Yeonghwa / 소설가의 영화».Dirección: Hong Sang-soo. Guion: Hong Sang-soo. Compañía productora: Jeonwonsa Film. Distribuidora en España: Atalante. Presentación oficial: Berlinale 2022 (Competición). Dirección de fotografía: Hong Sang-soo. Música: Hong Sang-soo. Intérpretes: Heh-young Lee, Kim Min-hee, Seo Young-hwa, Ki Joo-bong, Kwon Hae-hyo, Cho Yun-hee, Park Mi-so, Ha Seong-guk. Duración: 92 minutos.
The novelist’s film, nueva película del director coreano Hong Sang-Soo, resulta interesante por motivos parcialmente cinematográficos. De alguna manera, su gran acierto reside en la coherencia entre la forma y mecanismos estéticos, y su afán metanarrativo. Siguiendo los mismos preceptos de sus películas previas, Sangsoo se apoya en un conjunto de recursos técnicos muy básico, una economía de medios —planos fijos, localizaciones sobrias, iluminación natural y, en este caso, un blanco y negro saturado que homogeneiza el resultado compositivo— que ceden cualquier importancia de lo visual a los diálogos y a los silencios de sus personajes, dándole al resultado un cierto aire literario. Y es que la literatura está muy presente en la película, más allá de las obviedades evidentes. El principal factor que nos lleva al terreno narrativo es el uso de una estructura lineal con una coda, así como los diversos elementos recurrentes que suelen estar presentes en el ámbito de la narrativa, especialmente la decimonónica —los encuentros casuales la presencia de tropos literarios como el parque o el hecho mismo de dar paseos, etc.—. Hong Sang-Soo divide su obra siguiendo una cierta estructura de episodios, cada uno con su propia unidad temática, a través de los cuales vamos formándonos un mapa conceptual del alma de su protagonista. Cada segmento del filme presenta una charla, una discusión que parte desde lugares comunes hacia lo filosófico, y sus personajes entregan directa o indirectamente a la protagonista un objeto, real o simbólico, pero en cualquier caso un token que contiene la carga discursiva sintetizada.
La primera parte, que supone el inicio de la película, se produce en la librería de una apacible región periférica de Corea, a la que Junhee (Lee Hyeyoung) no ha ido a parar de manera accidental. La dueña del modesto negocio, Sewon (Seo Younghwa), se revela como una vieja amiga, quien, años atrás, en Seúl, compartió con ella el oficio de la escritura durante la rabiosa juventud, cuando todo parecía posible. Las palabras intercambiadas entre las dos mujeres, que transmiten un sincero cariño y una sosegada nostalgia fraterna, exhiben cómo el tiempo ha colocado a cada una en su lugar. Sewon confiesa sin acritud una falta de disciplina que le generó progresivamente menos interés para escribir, y además una creciente sensación de hastío de la ciudad, un spleen —otra referencia a la literatura del siglo XIX— que la arrastró fuera de la metrópoli hasta el momento y el lugar en el que se encuentra actualmente. Esta es, además, la primera ocasión en la que Junhee expresa su dificultad creativa reciente; un bloqueo que, sin embargo, se dinamiza ante una interesante aportación durante la charla. La asistente de Sewon regala a Junhee el primer objeto simbólico: una sencilla frase en lengua de signos, que funciona casi como un Haiku, elevando la belleza de lo cotidiano.
El segundo encuentro, de una serie de coincidencias cuya verosimilitud no viene al caso discutir, se produce en el mirador de la ciudad. Junhee se topa con el director de Cine Hyojin (Kwon Haehyo), quien parece, en primera instancia, querer esconderse, avergonzado. Deciden, ante la insistencia de la esposa de este (Cho Yunhee), tomar un café y conversar acerca del presente y el pasado, que saca a relucir rencillas profesionales no del todo olvidadas: el director Hyojin se muestra incapaz de aceptar verbalmente que el motivo detrás del cual no adaptó, hace años, una de las novelas de Junhee, no fue más que la poca proyección económica que podría haber tenido aquella película. En el significante momento en el que Junhee toma prestado el lujoso catalejo del director —segundo objeto o token— para observar el parque cercano, conmovida por la sencillez de la belleza de un día agradable, se nos manifiesta esta profunda diferencia cosmológica entre ambos —acentuada incluso por el lenguaje no verbal de cada uno—. Hyojin únicamente habla de lo exitoso que ha llegado a ser, instrumentalizando el acto artístico con afanes lucrativos.
▼ 소설가의 영화, Hong Sang-soo | Atalante.
Gran Premio del Jurado de la Berlinale 2022.
Gran Premio del Jurado de la Berlinale 2022.
«The novelist’s film sorprende por una ambición temática tan profunda y con tantas capas de diálogo filosófico, en contraste con su parca economía técnica. Presenta a unos personajes de los que la protagonista toma fragmentos de la búsqueda de su propia identidad literaria, a través de los cuales, Hong Sang-Soo parece querer ofrecer al público una interesante deconstrucción de los mecanismos artísticos, y de cómo la claridad de definiciones, tales como el impulso creativo o la funcionalidad de la obra realizada, pueden transformarse o reafirmarse, con el paso de los años».
En aquel mismo parque se produce el tercer encuentro, el más relevante y lleno de significado: por accidente, Junhee conoce a la actriz Kilsoo (Kim Minhee), y ambas deciden dar un paseo juntas, durante el cual descubren lo mucho que tienen en común. Ambas están pasando por una crisis creativa y han decidido mantenerse, por un cierto tiempo indeterminado, al margen de la actividad de la industria a la que se dedican, muy a pesar de los constantes empujones, casi invectivas disfrazadas de cumplidos, con los que las demás personas a su alrededor, como el propio director Hyojin, pretenden negarles ese derecho al descanso, aduciendo que «tanto talento no se puede echar a perder»; un talento concebido como un factor meramente económico, e infiriéndose además que la vida diaria, los pequeños placeres de la cotidianidad son, en consecuencia, una pérdida de tiempo. Este cuestionamiento a Hyojin por parte de Junhee («cada uno elige la vida que quiere») une a las dos mujeres y, curiosamente, no solo en un ámbito personal, sino también profesional. La novelista cuenta a la actriz su longevo deseo de realizar una película; un proyecto soñado cuyos elementos necesarios parecen haber hecho acto de presencia al momento de conocerse. La idea —que a su vez es el token de este encuentro—, confiesa Junhee, es bastante sencilla: partir de una historia básica, que ella misma escribirá sin artificios, se desarrollará la obra, cuya estructura no evitará la aparición de lo improvisado, centrándose en las reacciones emocionales de sus dos personajes —Kilsoo y su marido, también artista—. Este tipo de diálogos, que son un ejercicio metacinematográfico característico de Hong Sang-Soo, prácticamente rompen la cuarta pared y establecen una comunicación directa con el espectador. Se trata, pues, de un ejercicio confesional en el que se expresan las intenciones narrativas de The novelist’s film mientras las observamos —proceso que añade una capa extra al conjunto en el momento en el que presenciamos a Kilsoo frente a la pantalla de cine, viendo la película—.
En una especie de circularidad, las dos mujeres regresan a la librería de Sewon, también conocida de Kilsoo, y comparten a la mesa algunas botellas de Makgeolli junto al poeta Mansoo (Ki Joobong), antiguo amante ocasional y compañero de borracheras de juventud de Junhee. En esta secuencia, cuyo objeto recibido es un vistazo a su propio interior, la novelista concluye un arco de autodescubrimiento en el que se da cuenta, sin sorpresa, de que ha perdido la fuerza para escribir, así como el interés en su propia sensibilidad, y cualquier intento por replicar aquel ímpetu le requiere hoy en día un exceso de afectación, una exageración formal que le resulta no solamente tediosa sino impostada. La importancia del proyecto de la película radica, pues, en su potencial, en operar quizás como un vehículo a través del cual Junhee podrá recuperar una capacidad de emocionarse que creía perdida. The novelist’s film sorprende por una ambición temática tan profunda y con tantas capas de diálogo filosófico, en contraste con su parca economía técnica. Presenta a unos personajes de los que la protagonista toma fragmentos de la búsqueda de su propia identidad literaria, a través de los cuales, Hong Sang-Soo parece querer ofrecer al público una interesante deconstrucción de los mecanismos artísticos, y de cómo la claridad de definiciones, tales como el impulso creativo o la funcionalidad de la obra realizada, pueden transformarse o reafirmarse, con el paso de los años.
© Revista EAM / 72ª edición de la Berlinale