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    Cine Alemán Siglo XXI

    Crítica | Piccolo Corpo

    El cuento de un duelo

    Crítica ★★★★☆ de «Piccolo corpo», de Laura Samani.

    Italia, Francia, Eslovenia, 2021. Dirección: Laura Samani. Guion: Marco Borromei, Elisa Dondi, Laura Samani. Producción: Paolo Bogna, Alberto Fasulo, Danijel Hocevar, Thomas Lambert, Nadia Trevisan. Compañías: Nefertiti Film, Tomsa Films, Vertigo/Emotionfilm, RAI Cinema, Ministero della Cultura, CNC, Slovenian Film Center, Fondo Audiovisivo del Friuli-Venezia Giulia, Friuli Venezia Giulia Film Commission, Torino Film Lab. Presentación oficial: Semana de la Crítica de Cannes. Fotografía: Mitja Licen. Montaje: Chiara Dainese. Música: Fredrika Stahl. Reparto: Celeste Cescutti, Ondina Quadri.

    La bebé de Agata está condenada. Lo está ya en la barriga de su madre, mientras todas las mujeres del pueblo consagran a la joven embarazada con un atávico y solemne ritual de buena fortuna. Y lo está, finalmente, cuando se dan cuenta de que la chica tarda demasiado en dar a luz, entre dolores. La hija de Agata está condenada a nacer muerta y, con ello, su pequeña alma inevitablemente destinada al limbo. A pesar de que la madre ruega, desesperada, por un bautismo in extremis que pueda asegurar la salvación de su mortinata, solo encuentra en los que la rodean una frialdad pragmatista y, en definitiva, barreras e incomprensión. En ese momento, la joven decide tomar el destino del espíritu de su hija en sus propias manos, viendo que los preceptos religiosos no le ofrecen el amparo que necesita. Caja mortuoria al hombro, con el impacto de su alumbramiento aún reciente, pondrá pies en polvorosa para salvar a su pequeña de esa injusta condena.

    Piccolo Corpo es el largometraje debut de la cineasta italiana Laura Samani. Fue presentado en Cannes, en la Semana de la Crítica, y ha recorrido desde entonces numerosos certámenes como el London Film Festival, el Festival de Sevilla o, más recientemente, el REC Festival de Cine de Tarragona, donde se hizo con el premio del Jurado Internacional, o Novos Cinemas, el Festival de Cine de Pontevedra. En su filme, Samani pone en escena una ambiciosa aunque sobria historia de duelo que transcurre entre dos aguas: entre el drama y la fantasía. Aunque parte de un enfoque naturalista, en parte determinado por su ambientación (alrededor del año 1900, según consta en su sinopsis oficial), en parte por su austeridad visual y su contención dramática, los personajes existen al margen de cualquier elemento contextualizador. Así, todo el periplo de Agata se desdibujará temporalmente en una inconcreta anacronía que ayuda a potenciar su matiz de fábula, aunque por la dureza de su argumento no llegue a despegarse de un tono inconfundiblemente trágico. La película narra todo el camino que recorrerá esta estoica mater dolorosa, excelentemente sostenido por la interpretación de la también debutante Celeste Cescutti. A Samani no le hace falta caer en trampas de sensiblería, la imagen de una madre cargando con una caja en la sabemos que reposa el cuerpo sin vida de su bebé es suficientemente elocuente y poderosa. Las situaciones a las que será sometida la protagonista, que se encuentra en una situación de increíble vulnerabilidad, contribuyen a potenciar la construcción del drama, que será central en el filme. Sin embargo, es en los despuntes de Piccolo Corpo hacia el terreno de lo fantástico en lo que la propuesta encuentra su esencia y particularidad.

    Piccolo Corpo, Laura Samani.
    Presentada en la Semana de la Crítica y película ganadora del REC de Tarragona.


    «A Samani no le hace falta caer en trampas de sensiblería, la imagen de una madre cargando con una caja en la sabemos que reposa el cuerpo sin vida de su bebé es suficientemente elocuente y poderosa. Las situaciones a las que será sometida la protagonista, que se encuentra en una situación de increíble vulnerabilidad, contribuyen a potenciar la construcción del drama, que será central en el filme. Sin embargo, es en los despuntes de Piccolo Corpo hacia el terreno de lo fantástico en lo que la propuesta encuentra su esencia y particularidad».


    El destino del trayecto es un santuario en el que, según cuentan leyendas, consiguen que los nacidos ya muertos respiren una sola vez —la primera y la última—, con el único objetivo de poderlos bautizar y salvar así sus pequeñas e inocentes almas de la sentencia al limbo. Evidentemente, al conocer de su paradero, Agata no dudará en emprender la travesía, obcecada por el amor que siente por su hija, y el dolor que su pérdida le ha ocasionado. Ese santuario, lugar mítico envuelto de conjeturas y misterio, se presenta como respuesta a sus sufrimientos y el motor exclusivo de sus acciones. Por el camino coincide con otros individuos, cada cual con sus propias motivaciones. Destacan entre ellos los grupos de mujeres que, enmascarándose en vetusta sororidad, acuden al auxilio de la joven pero nunca por abnegación caritativa. Eso genera unas formas de violencia muy complejas, puesto que Agata se encuentra en una situación de evidente desamparo, a pesar que no puede permitirse mostrar debilidad. En el retrato sobre maternidades en las más adversas de las condiciones, Laura Samani introduce un segundo personaje, Lince (Ondina Quadri), que ejercerá de camarada dudosa y contrapunte de la entrega de Agata. Lince aparece y desaparece a voluntad, guiando por momentos a la protagonista, confundiéndola en otros… Pero, finalmente, actuando como acompañante necesaria de tormentos en las perseverantes andadas de la primera, incluso cuando estas incluyen cruzar el interior de una montaña maldita, o subirse a la barca del mismo Caronte (un guiño solamente existente una vez vistos los créditos). Se podría decir que la propuesta mantiene ese equilibrio uniforme en su acercamiento emotivo-aséptico a la historia de Agata hasta el trecho final. Allí, da rienda suelta a un cierto exceso visual y rebasamiento poético, sin precedente en la misma película. Las concesiones tanto en terreno de drama como en sus pretensiones fabulaicas, hasta ese punto comedidas, desbordan en el último tramo. Con la llegada del milagro consumado también lo hace un imaginario mucho más rotundo que contrasta con la interesante ambigüedad general del filme. Ofrece, eso sí, un cierre narrativamente satisfactorio, dando respuesta a todos los anhelos de los personajes, aunque finalmente sea la tristeza (necesaria) la que acabe tomando el control.


    Júlia Gaitano i Mendizabal |
    © Revista EAM / Pontevedra


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