El domingo que sigue al Sabbat
Crítica ★★★☆☆ ½ de «Cha Cha Real Smooth», de Cooper Raiff.
Estados Unidos, 2022. Título original: «Cha Cha Real Smooth». Dirección: Cooper Raiff. Guion: Cooper Raiff. Compañía productora: TeaTime Pictures, Picturestart, Endeavor Content. Dirección de fotografía: Cristina Dunlap. Montaje: Henry Hayes. Producción: Cooper Raiff, Dakota Johnson, Ro Donnelly, Erik Feig, Jessica Switch. Intérpretes: Cooper Raiff, Dakota Johnson, Leslie Mann, Odeya Rush, Brad Garrett, Raúl Castillo, Phil Nardozzi, Colton Osorio, Corrie Danieley, Kelly O'Sullivan, Brenna Sherman, Vanessa Burghardt, Tiffany Sander McKenzie, Amara Pedroso. Duración: 107 minutos.
A priori, solo a priori, abordar una comedia dramática de las características de Cha Cha Real Smooth (2022) se figura insufrible. Tomemos sin ir más lejos su prólogo, el cual marca la tónica de lo que resta de metraje: Andrew, un chico en plena pubertad con una inclinación alarmante por mujeres mucho mayores que él, irrumpe en una fiesta con sus padres. La cámara avanza en slow motion, intercalando primeros planos del joven con escenas de adultos bailando y charlando bajo globos de helio y luces de neón; la apoteósica The Show Goes On de Lupe Fiasco suena a todo volumen. En este contexto de ensoñación mundana, Andrew clava la mirada en una de las invitadas –quien, cómo no, le dobla la edad. La cámara recupera su velocidad original, e inserción no diegética mediante, descubrimos que la música estaba realmente escuchándose en la sala y no únicamente en la fantasía hormonal del chaval, que en voz baja le confiesa a su madre (Leslie Mann) que se ha enamorado. Ni corto ni perezoso, Andrew también se lo hace saber a la amada, pidiéndole una cita aunque no sin antes reconocer lo singular del asunto. En efecto, Cooper Raiff (que hace las veces de protagonista, director, productor y guionista) se ha asegurado de que su segundo largometraje cumpla con varios de los requisitos que convertirían a cualquier otra película en un bodrio olvidable y trivial. Y sin embargo, para cuando llega el intertítulo que nos transporta a la adultez temprana de Andrew, diez años en el futuro, Cha Cha Real Smooth ya se había ganado nuestrocariño y hasta una genuina admiración todavía por confesar. ¿Qué tiene entonces el cine de Raiff que hace que no dejemos de hablar de él?
Detengámonos primero en la piedra angular de la cinta: Andrew, que ahora tiene 22 años y acaba de graduarse. Su aspiración es clara: ahorrar algo de dinero para mudarse a Barcelona con su novia, una estudiante brillante becada por el Programa Fulbright. Él, en cambio, alterna su trabajo precario en una franquicia de comida rápida con otro nada convencional e igual de mal pagado: party starter (algo así como animador) de Bar Mitzvah, el rito judaico por el que un niño se declara, a partir de ese momento, responsable de sus actos. Se trata de un oficio exigente a su manera (¿cómo conjugar la rigurosidad de las Doce Tribus con una fiesta yanqui?), pero Andrew se desenvuelve como pez en el agua. Es un charlatán agradable, tan diestro en ser inoportuno como en solventar sus meteduras de pata. El típico tipo de sonrisa boba que todos querrían como amigo y la mayoría como yerno. A diferencia de Alex, el chaval retraído de primer año de carrera con demasiado apego materno al que interpretaba en la prometedora Shithouse (2020), Andrew apenas deja entrever un defecto. Se diría que Cha Cha Real Smooth es, de hecho, la continuación lógica de aquella, cuyo epílogo ya sugería un salto delante para el alter ego al aceptar el sinsentido de la vida universitaria y la incertidumbre de lo que estaba por llegar. Ha sido asimismo un salto adelante para Raiff a nivel tanto actoral como de dirección, limando el toque de autenticidad impostada, típicamente indie, y la comicidad cringe que desbordaba la anterior. Por todo ello sospechamos que, ahora sí, Raiff se quiere bastante a sí mismo. Tiene motivos de sobra: es más joven que casi cualquiera de nosotros y ya ha cosechado importantes éxitos de crítica y público en South by Southwest y Sundance. Por eso resulta tan creíble que Domino (Dakota Johnson), una atractiva madre treintañera con una hija autista, parezca encapricharse con Andrew en el primer Bar Mitzvah al que el filme nos asoma. Parezca, decimos, porque la narrativa no se aparta en ningún momento de la perspectiva pueril de Andrew. Aunque el espectador siquiera se lo ha planteado a estas alturas, el desengaño solo puede ser estratosférico. Al fin y al cabo, los eventos hebraicos en los que participa festejan una madurez que él aún no ha alcanzado. Ahí reside una de las virtudes de Cha Cha Real Smooth: armada con un tono desenfadado y varios sobres de sacarina –el dulzor no empalaga hasta llegada la recta final–, Cooper Raiff nos adentra en su cuento de hadas semiautobiográfico donde la vida no es más que una gran celebración y nada ata porque nada es para siempre. Así es la juventud, de color de rosa.
«Armada con un tono desenfadado y varios sobres de sacarina –el dulzor no empalaga hasta llegada la recta final–, Cooper Raiff nos adentra en su cuento de hadas semiautobiográfico donde la vida no es más que una gran celebración y nada ata porque nada es para siempre. Así es la juventud, de color de rosa».
Pero las virtudes de la propuesta, deudora de veteranos del cine independiente estadounidense como Noah Baumbach, Richard Linklater o Sofia Coppola, van más allá. La selección musical bien merece pausar los créditos para incluirla en tu playlist favorita, oscilando entre clásicos inmortales de Ray Charles, el himno disco Funkytown, éxitos recientes del hip hop y el Cha Cha Slide que da a la película su título (no menos peculiar, por cierto, que Shithouse). La transición entre un estilo y otro acompaña el devenir de Andrew, yendo de fiesta en fiesta sin considerar que quizá esté descuidando la suya propia. No obstante, el plato fuerte es el interpretativo. La química que destila la relación entre Raiff y Johnson, determinada por una insalvable diferencia de edad, es arrolladora. El humor grimoso de él se pone de manifiesto ya en su primerísimo contacto. Después de que Domino le relate someramente las dificultades de criar a una hija autista –apartado, este, excelentemente tratado gracias al trabajo de Vanessa Burghardt en el papel de Lola–, al muchacho solo se le ocurre responder que él también cree serlo a veces. Minutos antes, su padrastro comentaba de soslayo y con toda la tranquilidad del mundo que la madre de Andrew había sufrido un episodio maniaco fruto de un trastorno bipolar, a lo que este le espetó un «Greg, ¿es tu trabajo en la Tierra hacer las situaciones incómodas?». Estas y otras ocurrencias están lejos de ser ingeniosas, pero la actuación distraída y entrañable de Raiff consigue que hasta una broma sobre el gancho de Jake Paul nos lo resulte. Y aun así, el tejano se ve eclipsado cada vez que la cámara se posa sobre Dakota Johnson –no cualquiera puede lucir un nombre como Domino y evitar sonar ridículo–. La actriz-productora no solo se apunta otro tanto como madre poliédrica y ambivalente tras la fantástica The Lost Daughter (Maggie Gyllenhaal, 2021), sino que se corona prematuramente como reina del certamen de Utah, donde también produce y protagoniza el romance Am I OK? (Stephanie Allynne y Tig Notaro, 2022). Su Domino está cargada de matices y sutilezas: fuerte y dolorosamente vulnerable, elusiva al tiempo que comprometida. Y cuesta descifrar por qué el magnetismo de Johnson imposibilita que apartemos la retina de la pantalla incluso si es para contemplarla en la barra de la cocina comiendo helado de madrugada. Es en los minutos finales cuando el hechizo comienza a romperse –probablemente porque ni la suspensión de la incredulidad mejor adiestrada puede ya convencernos de que tíos tan intachables como este existan–. Por suerte, Raiff sabe reconducir la deriva melodramática hacia un magnífico plano de cierre que sitúa a cada cual en el lugar donde, creemos, debe estar. A pesar de emplear un tono ligero, Cha Cha Real Smooth se enfrenta a temas inabarcables como el amor no correspondido, la desilusión por las expectativas incumplidas que la vida nos prometió y, sobre todo, la idea de que existir es una experiencia complicada, ya estés en tus veinte como Andrew o en los treinta como Domino. El tiempo pasa y va deprisa, pero como ella misma advierte, «mis recuerdos no se van a ninguna parte». El nuestro de esta película tampoco.
© Revista EAM / Madrid