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    Cine Alemán Siglo XXI

    Artekino 2021 (III) | Críticas: «Wood and Water», «LOMO: The Language of many others», «Call me Marianna» & «Jiyan»

    ARTEKINO 2021 (III)

    Tercera crónica de la 6ª edición del Artekino Festival.

    ▼ Críticas
    «Wood and Water», Jonas Bak (Alemania).
    «LOMO: The Language of Many Others», Julia Langhof (Alemania).
    «Call Me Marianna», Karolina Bielawska (Polonia).
    «Jiyan», Süheyla Schwenk (Alemania).

    ▲ «Wood and Water», Jonas Bak.
    ArteKino Festival 06.

    En la tercera y última crónica de la sexta edición del Artekino Festival que concluye cuando las campanadas anuncien el nuevo año, reseñamos cuatro propuestas que retratan una hiperrealidad que desvela las contradicciones de nuestra sociedad. Por un lado, Jonas Bak dibuja la anatomía de Occidente y Oriente a través de un viaje de autodescubrimiento que tiene la maternidad como eje. Por otro, en la cinta de Julia Langhof, un joven aprovecha todas las posibilidades del mundo virtual para cuestionar su presente; caricaturizándolo, deformando todas las aristas de un mundo donde la adultez parece una deshonrosa parada. En ambas se diseccionan diferentes versiones de un Yo que en Call me Mariana adquiere una semántica explícita: un individuo y dos vidas que confluyen en una terrible enfermedad. La disertación sobre la transexualidad que firma Karolina Bielawska es tan interesante como, una vez más, contradictoria. Menos ambages mantiene un filme como Jiyan, de Süheyla Schwenk, enésima revisión de la sociedad multirracial dominada por todo tópico posible. Su capacidad de alcance depende del público en exclusiva; de su grado de atención, conmiseración y, claro está, paciencia. Hasta el 31 de diciembre tienen la posibilidad de comprobarlo por sí mismos.

    En el siguiente enlace tienen nuestra cobertura al completo de esta edición.

    WOOD AND WATER

    Crítica de «Wood and Water», Jonas Bak, Alemania.

    ▼ Raúl Álvarez.
    Puntuación: ★★★☆☆.

    El orden natural de las cosas según el taoísmo –la comunión del ser humano con los cinco elementos que componen el mundo: tierra, fuego, metal, madera y agua– constituye el punto de partida dramático de la interesante ópera prima del director alemán Jonas Bak. A esa reconciliación o reencuentro de las personas con lo esencial de la vida apelan las imágenes de una película que alterna con sutileza y elegancia el registro poético con el prosaico; que en definitiva sabe mostrar a la vez que narrar una historia sobre el sentido de la existencia. El viaje de una mujer recién jubilada (Anke Bak, la madre del director) desde la Alemania rural hasta Hong Kong en busca de su hijo es la excusa argumental para enhebrar un discurso trascendental que apunta de manera directa a algunos síntomas de nuestro enfermizo presente. La soledad, la incomunicación y la ansiedad, pero también el desapego familiar, la ruptura intergeneracional o el aferramiento a la nostalgia articulan un filme que sabe mecerse en una planificación tan precisa como evocadora.

    Jonas Bak entiende bien la naturaleza de cada elemento del taoísmo cuando experimenta con sus superficies. Si al principio, en localizaciones de la Selva Negra, el cineasta se recrea en hermosos juegos de luces y sombras sobre tierra, madera y agua, a partir de la llegada a Hong Kong todo el aparato narrativo se centra en las estéticas del metal (la arquitectura) y el fuego (invocado por los neones). Es magnífica al respecto la secuencia de transición que ilustra la llegada de la protagonista a la antigua colonia británica. Las luces de un túnel funcionan como portal espaciotemporal entre dos mundos que sin embargo forman parte de una misma realidad y están habitados por individuos que padecen los mismos traumas. Ya sea desde una tranquila casa de campo o en un vertiginoso apartamento, los fantasmas que deambulan por Wood and Water contemplan el mundo con amargura y desazón, empapados de un sentimiento de tristeza tan hondo, que se dirían entes borgianos en un laberinto. Su mirada se corresponde con el movimiento de una cámara que flota, bascula y revolotea correlativamente entre árboles, rascacielos y bloques de apartamentos que aparecen a la vista del público como ruinas largo tiempo olvidadas. Conmueve la reflexión final de Bak sobre nuestro tiempo, enunciada desde una sensibilidad que debe tanto al taoísmo explícito de la película como al romanticismo de Schiller. Acaso el humanismo no radique en la comprensión del otro sino en la aceptación de uno mismo; un reflejo de madera sobre un río de fuego.

    Alemania, 2021. Título original: «Wood and Water». Direccción: Jonas Bak. Guion: Jonas Bak. Producción: Trance Films. Fotografía: Alexandru Grigoras. Música: Brian Eno. Reparto: Anke Bak, Susanne Johnssen, Theresa Bak, Ricky Yeung, Alexandra Batten, Patrick Shum. Duración: 88 minutos.

    LOMO: THE LANGUAGE OF MANY OTHERS

    Crítica de «LOMO, the language of many others», Julia Langhof, Alemania.

    ▼ Miguel Martín Maestro.
    Puntuación: ★★★☆☆.

    Sea por comparación con el resto de obras que a este cronista le ha tocado comentar, o sea por su valor intrínseco, L.O.M.O. termina siendo la única apuesta con valor cinematográfico que he tenido la suerte de visionar en la presente edición de Artekino. Pueden hacerse objeciones, tanto formales como argumentales, pero la cámara de Langhof en su debut cinematográfico pretende, y en muchas ocasiones consigue, alcanzar un lenguaje propio y un concepto visual adecuado para acercarse a un mundo de hiperdependencia a las redes sociales entre adolescentes como sustitutivos de las relaciones personales, una generación cuya ausencia de objetivos vitales, aspiraciones y deseos asusta, quedando reducidos a su exposición constante ante un público desconocido que cada vez pide mayor atrevimiento y descaro en la retransmisión. Es lo que le ocurre a Karl, un inadaptado con las espaldas bien cubiertas que hace de su vida una constante provocación hacia los adultos, respecto de los que debemos suponer que son los culpables de toda su frustración e ira, y que ha encontrado su válvula de escape manteniendo anónimamente un blog (¿un blog en 2017 como campo de interacción constante con sus seguidores?) en el que puede permitirse dar rienda suelta a su creatividad visual haciendo collages de imágenes para los que no duda en utilizar, sin su consentimiento, a su propia familia.

    La falta de mesura en sus acciones le lleva a colgar un vídeo de contenido sexual con una compañera de clase que desencadena toda la tormenta perfecta contra el joven. Separado de la chica, con la que ha empezado a descubrir que existe algo más que el sexo en las relaciones con las mujeres, secuestrados sus dispositivos electrónicos para evitar nuevas recaídas en comportamientos similares, la red de seguidores se las ingenia para proporcionarle nuevos instrumentos pero exigiendo un precio, reactivar el blog de modo privado y tener que seguir informando al grupo de su vida. Langhof mezcla estéticas visuales propias para los jóvenes y las diferencia de aquellas otras situaciones en las que los adultos participan de la acción. Es verdad que carga en exceso las tintas en lo negativo de todos los personajes; resulta casi imposible sentir empatía ni por adultos (todos ellos patéticos) ni por los jóvenes, egoístas, individualistas, caprichosos; o termina resultando muy reiterativa la imagen de Karl reflejada en las pantallas de sus dispositivos o viendo su mundo boca abajo. La película debería conseguir un efecto rechazo hacia el mal uso del instrumento informático, y no lo consigue plenamente; como tampoco ayuda el hecho de que todos quienes participan pertenecen a una clase social media alta para quienes los problemas tienen fácil solución gracias a la cartera; pero en conjunto es una estimable película sobre una generación perdida antes de darse cuenta de que les toca dar la cara en la vida y no esconderse detrás de una pantalla con un alias.

    Alemania, 2017. Título original: «LOMO, the language of many others». Directora: Julia Langhof. Guion: Julia Langhof, Thomas Gerhold. Fotografía: Michal Grabowski. Montaje: Cooky Ziesche, Dagmar Mielke, Barbara Häbe. Music: Torsten Reibold. Compañías productoras: A Farbfilm Verleih, Flare Film production, en co-producción conasis Berlin Filmproduktion y Cine Plus Production Service. Productores: Martin Heisler, Eva Kemme. Reparto: Jonas Dassler, Lucie Hollmann, Eva Nürnberg, Karl Alexander Seidel, Peter Jordan, Marie-Lou Sellem, Julika Jenkins, Rainer Sellien, Barbara Philipp. Duración: 101 minutos.

    CALL ME MARIANNA

    Crítica de «Call me Marianna», Karolina Bielawska, Polonia.

    ▼ Miguel Martín Maestro.
    Puntuación: ★★☆☆☆.

    Por encima de la tragedia inherente a lo que se cuenta, esa sensación de angustia vital más centrada en lo social que en lo personal del personaje central de esta no ficción; el pesar que termina predominando, es el del enfoque dado por su directora a la historia que, de manera seguro que involuntaria, y desde luego no querida, transforma a la víctima en culpable. No hay dudas de que el personaje activo y luchador que aparece durante muchos minutos es el mismo que vemos postrado en silla de ruedas con el cuerpo deforme por el ictus y tratando de que dos actores representen lo vivido por ella a lo largo de su proceso de transformación. Porque, eso es, de transformación trata la película, la de la acomodación del sexo físico al sexo mental; el itinerario al que está dispuesta a someterse Marianna desde su condición de padre de familia casado y con dos hijos al de mujer independiente y vital.

    El relato lineal, exento de dudas personales con un personaje de férreas convicciones, pero con Marianna asediada por el aislamiento social y familiar que le obliga, en un proceso surrealista, a demandar a sus progenitores conforme establece la legislación polaca, para obtener autorización para someterse a la cirugía transformadora de sus genitales, se altera mediante la introducción de breves escenas donde la ya enferma Marianna da pautas a dos actores que interpretan al matrimonio en el momento en que Marianna comunica su decisión de transformarse en mujer. Es ese epílogo de la enfermedad, y de la presencia de la Marianna hombre como actor y como mujer operada, lo que frena las intenciones de una película-denuncia cuando un médico señala que el problema neurológico de la mujer lo ha provocado ella misma por sus ansias de acelerar los tratamientos hormonales aumentando las dosis pautadas. Sobre la voluntad de Marianna sobrevuela, así, el espectro de la duda; del castigo por negarse a aceptar su naturaleza visible.

    El conservadurismo de la sociedad polaca parecería asomarse en forma de venganza con el desvanecimiento de cualquier opción de futuro para una mujer que, conseguido lo más difícil, va a ver truncada su aspiración de sentir y vivir plenamente su nueva realidad por un azar del que nadie está exento. Bielawska, de un plumazo, cambia el objeto de su cámara, y la víctima pasa a transformarse en culpable de su propio destino; el mensaje final no puede ser más incoherente y peligroso. Es como si la religión, el estado y la familia hubieran conseguido su venganza atrapando a la nueva mujer en un espacio de menor libertad que el anterior, el de una silla de ruedas.

    Polonia, 2015. Título original: «Mow mi Marianna». Dirección: Karolina Bielawska. Guión: Karolina Bielawska. Fotografía: Kacper Czubak. Edición: Daniel Gasiorowski. Música: Antony and the Johnsons, Natalia Fiedorczuk. Sonido: Jacek Pająk. Personajes: Mariusz Bonaszewski, Katarzyna Klapczynska, Marianna Klapczynska, Jowita Budnik. Duración: 73 minutos.

    JIYAN

    Crítica de «Jiyan», Süheyla Schwenk, Alemania.

    ▼ Miguel Martín Maestro.
    Puntuación: ★☆☆☆☆.

    De buenas intenciones están llenos los cementerios del arte. Condicionar la obra al mensaje, exagerar el drama hasta provocar la inconsistencia de un relato, ya de por sí bastante mínimo, no son características exclusivas de esta película, pero no por ello ha de dejarse de reseñar que una obra de este estilo y esta ausencia de credibilidad pueda colarse en un festival que, con todas sus limitaciones, debe encontrar apuestas de más solvencia antes de ofrecer un telefilme que, probablemente, no encontrará eco ni en pases televisivos de media tarde de fin de semana. Las trampas argumentales de Jiyan son tan groseras y tan desacertadas que ni la carencia de medios justifica la máxima de «todo vale» con intención de ¿conmover? al espectador. Filmada en el interior de un piso, sin apenas uso de exteriores, la película trata de hacernos empatizar con una joven pareja de sirios que ha huido de su país tras el estallido de la guerra y la represión y llegan a Berlín para ser acogidos por un tío de él. El primer doble cliché que pretende ganarse la sensibilidad del espectador es que ella esté a punto de dar a luz y que la tía reciba de uñas y malas maneras a la joven pareja, casados por amor contra los deseos familiares y, encima, con una siria de origen kurdo.

    Cuando la sobrina se pone de parto, tras una serie de episodios de humillación y desprecio, la tía cambia su forma de comportarse y pasa a ser una nueva madre para los jóvenes, ¿por qué? pues porque así tiene que ser según el guion, no porque ocurra algo que lo justifique. Nacido el niño hay que evidenciar que hay otra lucha, la de los refugiados frente al sistema. Aquí aparece otro cliché que no puede faltar: el del drama del trabajo clandestino. Jornadas extenuantes que afectan a la vida matrimonial y que tratan de evidenciar más el aburrimiento de la mujer que el agotamiento del hombre y que encaminan la narración a la cumbre del absurdo. Porque un trabajador clandestino puede morir en unas obras, cierto, pero que pueda ser enterrado en los sótanos de la construcción sin que ninguna autoridad se entere ni la familia lo denuncie y que una madre de un niño nacido en Alemania sea expulsada del país sin el menor no admite tolerancia alguna, Más aún cuando fue Alemania el único país de la Unión Europea que, en un primer instante de la crisis de refugiados, se comportó con una solidaridad envidiable aunque muy limitada en el tiempo. Huelga mayor comentario sobre este drama sin contención ni lógica, un producto realizado en modo automático como quien coge una cámara casera y filma en el interior de su casa. Aborrecible.

    Alemania, 2019. Título original: «Jiyan». Directora: Süheyla Schwenk. Guion: Süheyla Schwenk. Fotografía: Florian Wurzer. Edición: Süheyla Schwenk. Productores: Sara Fazilat, Roxana Richters. Sonido: Philipp Olbrich. Música: Berivan Ciya, Deniz Mahir Kartal. Compañía productora: Deutsche Film- und Fernsehakademie Berlin. Intérpretes: Halima Ilter, Füsun Demirel, Baran Sükrü, Babacan, Nizam Namidar. Duración: 71 minutos.

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