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    Cine Alemán Siglo XXI

    Crítica | ¿Qué hicimos mal?

    Entrevista con el recuerdo

    Crítica ★★☆☆☆ de «¿Qué hicimos mal?», de Liliana Torres.

    España, Italia, México, 2021. Título original: «¿Qué hicimos mal?». Directora: Liliana Torres. Guion: Liliana Torres. Productores: Daniel Froiz, María Zamora, Stefan Schimtz, Isabel Coixet. Producción: Matriuska Producciones, Avalon P.C, Miss Wasabi, TVE, Xunta de Galicia, Televisión de Galicia. Música: Patricia Cadaveira, Marcel Pascual, Ramón Prats. Montaje: Liana Artigal. Fotografía: Lucía C. Pan. Reparto: Liliana Torres, Xulio Abonjo, Héctor Carballo, Melania Cruz, Jorge Roldán, Isabella Tabarini, Adrián Ríos, Luis Velazquez. Duración: 90 minutos.

    La vida no es suficiente para construir una película. Sí, habrá sinceridad, emoción, dolor enquistado y el olvido que hace presente lo que se perdió. Quizá hasta se encuentre una idea de belleza sin finalidad, tan universal que nunca tendrá un objeto concreto: así es el acto de amar, un universal que se siente muy particular. Sin embargo, la vida no es suficiente para construir una película y con ¿Qué hicimos mal? Liliana Torres habla mucho de la vida, pero no tanto de la espontaneidad de la imaginación que le da forma o de la legitimidad de ese tipo de visceralidad que ayuda a detonar la emoción de contemplar un reflejo filmado más grande que la vida. Una película que se construye desde la autoficción, imbricando la vivencia personal en el constructo ficticio, y se desarrolla alrededor de las entrevistas de las exparejas que estuvieron y se fueron. Hay mucho hueco para lo dialógico y es justo reconocer que, si es irremediable que una película nos interpele en estados vitales intransferibles, esta consigue hacerlo a través de la catarsis del tiempo horadando esas ficciones con las que intentamos racionalizar esa neurosis llamada enamoramiento. La cineasta construye un pequeño, humilde, personal y por qué no, conmovedor ejercicio de sinceridad. Aquí pueden insertar otros tantos calificativos que la crítica podrá pergeñar para decir que, cuando nos identificarnos con lo que vemos, la capacidad crítica se nubla y solo apetece preguntarse si haremos algo bien.

    Sin embargo, determinado cine español sigue fundiendo las fronteras entre el discurso y la vida hasta conseguir que la forma sea una mera cuestión de criterio individual. Eso ni es ni será suficiente, motivo por el cual ¿Qué hicimos mal? tiene el defecto de abolir la forma en detrimento de fragmentos de un discurso romantizado sobre las relaciones en el presente. Es bastante intenso observar a un hombre derrumbarse porque la rabia y el descontento han sido los motores de su existencia, ¿verdad? Menos intenso resulta que Liliana Torres nunca termina por ser visceral, por quebrar a través de la forma el drama cotidiano de no poder reconocer qué versión de uno mismo es la que nos hará sonreír sin necesidad de firmar la sonrisa con lágrimas. En pocas palabras, la película nunca alcanza esa autoliberación del espíritu propia de imaginaciones creadoras capaces de dar forma a todo aquello que necesita mucho más que palabras.

    Esta autoliberación es necesaria si entendemos que, hasta cierto punto, el arte cinematográfico jamás tendrá la unicidad de sentido de la pintura, la música o la danza. No es unívoco, ni absoluto ni cerrado; la imagen-movimiento es la historia de una autoconciencia que se percata de que la emancipación de lo material, lo concreto y lo real solo es posible poniendo en crisis su propia representación. Entender que la autoconciencia implica una reflexión sobre lo representado y la ficción que lo organiza es una motivación ausente en la película de Torres, más centrada en decirnos que la vida es esto y aquello que en mostrarlo. Así, la verosimilitud de ciertos pasajes se resiente cuando son comparados con la sinceridad de determinados instantes dialogados, desvelando la débil tensión entre retrato vital y constructo filmado. Naturalmente, se podrá aludir que el contenido puede eclipsar la forma y que la sinceridad y la transparencia son suficientes para cincelar una experiencia artística personal. Perfectamente entendible; no obstante, la pregunta a formularse sería, ¿qué riqueza espiritual dejaría la mera impresión de vidas que nunca se esforzaron por cuestionar su proyección hacia un afuera colectivo? Quizá no todos somos tan interesantes como nos gustaría pensar.

    ¿Qué hicimos mal?, Liliana Torres.
    Sección oficial de la 18ª edición del Festival de Cine Europeo de Sevilla.

    «Hay mucho amor, cariño, diálogo y complicidad con el espectador en la obra de Liliana Torres, también bastante conmiseración por el dolor y la verdad de lo que se ve. No obstante, ¿es esto suficiente?».


    Disquisiciones a un lado, ¿Qué hicimos mal? es una autoficción a la que sacarle pegas resulta un poco doloroso, pero cuyo conformismo amilanado repercute en una tendencia del cine contemporáneo español que usa los géneros, el formato y la imagen como simples contenedores de historias que exigen una cierta disciplina intelectual para poder ser reformuladas de forma que aporten algo. Muchas veces mostramos compasión ante todo aquel objeto artístico que muestra sinceridad, cuando en realidad estas supuestas intenciones creativas solo son una parte en el proceso de construcción de formas que muestren una cierta manera de convivir con el presente y hacerlo hablar de todo lo que nos podría interesar. Hay mucho amor, cariño, diálogo y complicidad con el espectador en la obra de Liliana Torres, también bastante conmiseración por el dolor y la verdad de lo que se ve. No obstante, ¿es esto suficiente? Llorar colectivamente y sentir comunalmente experiencias emocionales que nos unen suena más a una forma de enclaustrarnos en patrias emocionales herméticas que de expandir las fronteras de la autoconciencia en busca de nuevas formas de contar lo mismo. Formas capaces de descolocarnos y hacernos pensar qué hicimos mal para seguir siendo incapaces de construir una imagen de nuestro presente más cercano, cotidiano y verosímil.


    Javier Acevedo Nieto |
    © Revista EAM / 18ª edición del Festival de Sevilla


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