Icíar Bollaín no ha dejado de mirar de frente a realidades sociales incómodas y su última película, Maixabel, no es precisamente una excepción. Basada en una historia real, versa sobre las heridas abiertas del terrorismo etarra a partir del relato de Maixabel Lasa (Blanca Portillo), cuyo marido fue asesinado por ETA, y la insólita petición que recibe años después de uno de los ejecutores (Luis Tosar) para entrevistarse con ella tras haber cumplido su condena. Bollaín presentó la película en San Sebastián, y allí pudo charlar con la directora nuestro redactor Rubén Seca.
¿De dónde surge su necesidad o interés para realizar esta película?
Fue una propuesta de los productores —Juan Moreno y Koldo Zuazua— que nos hicieron a Isa Campos y a mí, para afrontar la historia de Maixabel Lasa. Yo a ella la conocía un poco de unas entrevistas que había leído hacía años sobre víctimas de ETA que habían participado en los encuentros con los exmiembros. Me parecía que era una historia que merecía la pena ser contada, por su enorme complejidad.
¿Cómo fue el proceso de co-escritura junto a Isa Campos?
La mayor dificultad fue concentrar todos los hechos en dos horas de metraje, porque estamos hablando de un atentado que se cometió en el año 2000 y luego unos encuentros en 2011, y en ese lapso de tiempo a los personajes les pasaron muchas cosas. Maixabel Lasa atraviesa su duelo y tiene finalmente una disposición para estos encuentros, mientras que paralelamente los etarras, durante su etapa en la cárcel, tienen un viaje de autocrítica muy profundo y un reconocimiento del daño causado, que les permite sentarse a reconocer lo que han hecho con una de sus víctimas. Todo ese proceso de los personajes es muy largo e introspectivo, y lograr encontrar las escenas que lo comunicaran en poco tiempo fue complicado. Pero Isa es una guionista extraordinaria. Juntas hicimos primero un trabajo de documentación y fuimos a entrevistar y hablar con todas las personas que pudimos: con Maixabel y su hija, también con los etarras responsables, así como con otras víctimas que había participado en los encuentros y con otras que no habían querido participar, con los mediadores, etc. Quisimos tomar una visión general de qué y cómo habían sucedido los acontecimientos, para luego ver como plasmarlo en escenas y diálogos.
¿Cuánto duró este proceso de documentación?
Alrededor de un año. Hicimos bastantes viajes a Euskadi, también algunas entrevistas en Madrid. Fuimos a uno de los homenajes anuales a Juan María Jaúregui. Y mientras tanto íbamos desarrollando el guion.
¿El guion se escribió desde un principio pensando en Luis Tosar y Blanca Portillo?
En Luis sí, ya es la cuarta vez que trabajamos juntos. Es un actor con una capacidad extraordinaria y tuve claro que hacía falta alguien como él para este papel, porque lo que hace y comunica su personaje, esas experiencias tan extremas por las que pasó, es muy complejo. A Blanca Portillo la elegí a partir de un pequeño grupo de actrices selectas que teníamos en mente, y ella me pareció la más adecuada para poder comunicar al personaje de Maixabel tal y como estaba escrito.
¿Cómo fue el trabajo con ambos tanto en la preparación de los personajes como durante el rodaje?
Lo principal fue hablar mucho con ellos. Isa y yo habíamos recabado un montón de documentación para entender la historia y el camino que recorren sus personajes, y era necesario explicarla y compartirla con ellos, que la asimilaran. Analizamos cada escena juntos, porque cada una tiene mucho trasfondo, lo que se dice es muy escueto pero el subtexto enorme, todo lo que hay detrás de lo que se dice y de dónde viene. Luis y Blanca también hicieron su trabajo y se reunieron con los sujetos reales de sus personajes para conocerlos mejor.
Últimamente es común el cuestionamiento constante de la Justicia en ciertos aspectos, normalmente por desconocimiento, y su película juega un rol importante en este tema. ¿Cuál es su visión de la Justicia?
Cuando se comete un crimen o un delito, hay una parte que corresponde al castigo que se aplica a la persona que lo ha perpetrado. Pero luego hay otra parte de la Justicia o del sistema penitenciario, muy importante, que es la reinserción. Y me parece que lo que plasmamos en la película, aquellos encuentros, va en esta línea. Una persona que sale de la cárcel cumplida su condena y que ha logrado reconocer el daño que ha causado y que está completa y sinceramente arrepentido, es una persona que podrá reintegrarse con mayor facilidad en la sociedad a la que ha hecho daño. Porque los delitos de terrorismo no afectan solo a las víctimas, sino a toda la sociedad.
Parece que las nuevas generaciones no saben demasiado sobre ETA. ¿A qué crees que se debe?
Principalmente a que son jóvenes y a que la mayoría no lo han vivido, y que quizás es un tema que ya no está tan presente. Tenemos además un problema más amplio en como estudiamos ciertos temas de nuestra historia. En la escuela, por ejemplo, recuerdo que nunca llegamos a estudiar la Guerra Civil. Estaba en los libros de texto, pero nunca llegamos a abordarla. La historia que mejor tenemos que conocer, analizar y discutir es aquella que ha causado tanto dolor, la historia de la violencia, para evitar que se repita. Y ETA, siendo parte de esta, es bastante tabú. Creo que es un tema enorme y complejísimo, que ha cubierto cinco décadas de nuestro país, y habría hablar mucho más de ello. En literatura, teatro, cine… lo que sea para darlo a conocer mejor, escuchar las voces de los implicados. Generar un conocimiento más profundo de un conflicto tan trágico que pasó nuestro país.
¿En líneas generales, cómo fue el planteamiento de la puesta en escena?
Hay un trabajo muy bonito que realizamos con los directores de fotografía, arte y vestuario. Por una parte, consistió en contar la historia con austeridad, sin hacernos notar, sin que la cámara cobrara mucha presencia. Por otra parte, hay también un tratamiento, que quizás se nota poco pero que confiere unidad, en la elección de colores: separamos el mundo de cada personaje y los diferenciamos del de otros, aunque siempre buscando la sobriedad.
¿Cuál fue la mayor dificultad durante todo el proceso?
Quizás el montaje, por lo delicado del tema. Encontrar el ritmo, encontrar el tono, elegir la temperatura emocional de las escenas para no pasarte o quedarte corto, porque tienes diferentes tonos por parte de los actores. A veces te dan más o a veces están más contenidos, y hay que saber elegir para no perder el hilo. Se trataba de entender muy bien lo que correspondía contar y transmitir en cada escena.
Maixabel Lasa me parece un caso excepcional, y quizás un ejemplo a seguir. Me gustaría conocer sus impresiones sobre ella.
Me parece una mujer estupenda, un referente total. No sé si un ejemplo a seguir, en el sentido de que cada víctima tiene su propio proceso y nadie está obligado a imitar su camino. No es mejor o peor, pero si crees que te va a ayudar a sanar, su recorrido es algo maravilloso. Maixabel es una mujer que tiene unas ideas y unos principios muy sólidos, que piensa que hay que dar segundas oportunidades, incluso a las personas que le hicieron tanto daño. Y me parece muy inspiradora y muy cercana, el haber estado cerca de ella es algo que me llevo para el resto de mi vida.