Viajes paralelos
Crítica ★★★★☆ de «Eles transportan a morte», de Helena Girón y Samuel Delgado.
España, Colombia, 2021. Título original: «Eles Transportan a Morte». Dirección: Helena Girón, Samuel M. Delgado. Guion: Helena Girón, Samuel M. Delgado. Productoras: El Viaje Films, Fimika Galaika, La Banda Negra, Blond Indian Films. Dirección de Fotografía: Jose Alayón. Diseño sonoro: Carlos García. Directora de Arte: Silvia Navarro. Montaje: Manuel Muñoz Rivas. Música: Camilo Sanabria. Intérpretes: Xoán Reixes, Valentín Estévez, David Pantaleón, Sara Ferro, Nuria Lestegás, Josefa Rita Míguez Cal, Gallego, Momia Nº6 del Museo Canario. Duración: 75 minutos.
Dos viajes transcurren en paralelo en el relato creado por los directores Delgado y Girón. Un viaje entre Canarias y Galicia, como el lugar de procedencia de ambos creadores, en el que se trata de burlar un destino y retrasar el inevitable encuentro con la muerte. Viajes en paralelo de los que surgen derivadas que tienden al encuentro entre ambos lugares y ambas historias, vasos comunicantes de los que podría extraerse un relato común de huida y desencanto, de perdedores en medio de un triunfante discurso oficial, de moribundos señalados a ambos lados del Atlántico con escala intermedia en Canarias. El cine de Girón y Delgado necesitaba un largometraje para explorar todo el potencial de su imaginario visual, y la experiencia ha sido bien aprovechada. Parcos en palabras su fuerza reside en la imagen y el sonido como complemento perfecto de discursos que no precisan de parlamentos explicativos. Eles transportan a morte, como sus obras precedentes Sin dios ni Santa María, Plus Ultra o Montañas ardientes que vomitan fuego (qué premonitorio título procedente de un cine fuertemente enraizado con el paisaje y el origen canario) se agarran a la fisicidad de la naturaleza para colocar a la figura humana como elemento circunstancial, efímero, frágil en medio de la fortaleza de la vegetación o el imparable poder del magma ardiente, reforzado discurso gracias al tratamiento de unas imágenes que, tanto por su grano como por su paso por el laboratorio (léase la informática), se acercan a lo esotérico y fantasmal.
Los dos viajes paralelos se transforman en un mundo sin mujeres por un lado y un mundo sin hombres por otro. Resulta tentador establecer la conexión entre los hombres de un grupo y las mujeres del otro; la película no lo explicita, y la vida de unos y de otras no tuvo por qué tener un lugar común, pero en el fondo, habrán existido hombres y mujeres que hayan compartido la experiencia de perderse y no reencontrarse para que los unos salvaran la vida y las otras mantuvieran la esperanza en el regreso o decidieran acelerar la muerte ante un futuro sin retorno. Los hombres han abandonado el barco en el que estaban enrolados rumbo a América a cambio de no ser ejecutados en la Península. Han perdido todo por el camino: hogar, mujeres, todo salvo una vida obligados a cambiarla por una incógnita. Al llegar a las proximidades de Canarias han saltado por la borda llevando una vela como esperanza para construir una pequeña embarcación que les devuelva a su hogar de origen. Mientras, en tierra, en Galicia, las mujeres luchan en soledad por mantenerse heroicas y seguras del retorno, no todas lo consiguen ni todas están dispuestas a esperar sin plazo cierto el regreso o el aviso para el reencuentro. Los hombres podrían ser alguna de las parejas de esas mujeres que quedaron aferradas a la tierra de origen y que, como contornos difusos, imprecisos, se aparecen en la noche iluminada por el fuego de las mujeres que conecta con el origen de los tiempos.
▼ Eles transportan a morte, Helena Girón y Samuel Delgado.
Premio a la mejor dirección en el Festival de Toulouse Cinespaña.
Premio a la mejor dirección en el Festival de Toulouse Cinespaña.
«El cine de Girón y Delgado necesitaba un largometraje para explorar todo el potencial de su imaginario visual, y la experiencia ha sido bien aprovechada. Parcos en palabras su fuerza reside en la imagen y el sonido como complemento perfecto de discursos que no precisan de parlamentos explicativos».
Los viajes hacia la montaña de ambos grupos, separados por cientos de kilómetros, se convierten en una lucha contra el reloj para retrasar la muerte o esquivarla. Los que han escapado del barco tienen que huir de los perseguidores para darse cuenta de que abandonar esa isla casi despoblada va a resultar imposible, como las mujeres que tratan de impedir la muerte de la que ha decidido arrojarse desde la altura de otro monte, lo hacen más por inercia que por convicción. Todos transportamos la muerte porque todos hemos de morir, se trata de impedir que otros decidan anticipadamente que ha llegado ese momento inevitable. El relato deriva hacia la trastienda de la historia, hacia los olvidados de las gestas oficiales, de los que habitan donde casi nadie más lo ha hecho y transforman su forma de vida en la construcción mítica de la leyenda, lo atávico o lo originario. Las historias tienen un principio y, normalmente un final, menos las de los desheredados, que no suelen tener ninguna de las dos cosas porque son sistemáticamente ignorados, por eso Girón y Delgado optan por la elipsis que concluye el relato para dar paso a un epílogo no exento de significación sociopolítica. El futuro de todos los protagonistas no es difícil de adivinar como fácil de olvidar el pasado alegando a la memoria, o su falta; una laguna de memoria que sirve a los directores para saltar de la anciana, que no recuerda a los hombres que fueron desterrados, al hito histórico de una colonización que se recuerda por los claros y olvida los oscuros. ¿Si Colón no hubiera pasado de Canarias, hipótesis con la que juega la conclusión del filme, habría cambiado algo la Historia? Lo desconocemos, quizás la ficción de Laurent Binet en Civilizaciones hubiera tenido lugar y en vez de Moctezuma el ejecutado hubiera sido Carlos V, pero las momias y el fuego seguirían ahí, presentes durante eras para recordarnos que, cuando el paisaje se mantenga o sea modificado por el fuego, nosotros hará tiempo que habremos dejado de ser algo si alguna vez lo fuimos.
© Revista EAM / Valladolid