Cogotes como planos
Crítica ★★★☆☆ de «Camila saldrá esta noche», de Inés María Barrionuevo.
Argentina, 2021. Título original: «Camila saldrá esta noche». Dirección: Inés María Barrionuevo. Guion: Andrés Aloi, Inés María Barrionuevo. Productores: Martín Bullrich, Sebastian Aoi, Luis Bustamante. Productoras: Gale Cine, Aeroplano Cine. Fotografía: Constanza Sandoval. Montaje: Sebastián Schjaer. Sonido: Luciana Migliano. Diseño de vestuario: Sol Muñoz. Reparto: Nina Dziembrowski, Maite Valero, Adriana Ferrer, Carolina Rojas, Federico Sack. Duración: 103 minutos.
Si alguna teoría debe emerger de las páginas de esta revista, ella será –sin duda alguna– la «escuela del cogote». De amplia repercusión en los chats de la redacción, cultivada ya en textos de Miguel Muñoz y José Luis Forte, hoy es puesta bajo la lupa de quien os escribe: hablamos, claro, de uno de los estilemas fundamentales de aquel cine de realismo social que hoy día copa cualquier Competición festivalera. Sosteniendo el pulso de un retrato de personaje, como describía Muñoz, «tenemos un tipo de composición muy del gusto del nuevo cine de qualité. Un leve contrapicado, con un centro de simetría creado por el personaje, y con alguna que otra marca de abstracción formal». El ligero desconcierto de aquel que mira, la imposibilidad de conectar frontalmente con su psicología a pesar de la cercanía… Son las conclusiones a las que esta fórmula está destinada a llegar, replicando una y otra vez en las mismas premisas estéticas. Ahí quede el agotamiento del recurso, y es que visto un fondo desenfocado, vistos todos; resulta imposible sorprenderse ya ante unas formas que nos son familiares, de sobras conocidas. No es casualidad que esta realidad con marca de agua (eso sí de autor) se encuentre en el corazón mismo de un cine de representación ajada que, por puro automatismo, pierde el impulso real de aquello que pretende o debería contar. Latente amenaza del hastío cinéfilo.
Camila saldrá esta noche propone un primer pequeño-gran giro: que, incluso desde una expresión relativamente canónica del realismo psicológico, la nueva película de Inés María Barrionuevo (que hace el salto a la Sección Oficial donostiarra desde Nuevos Directores, donde estuvo con Julia y el zorro hace ya dos años) sea capaz de comprender que el núcleo duro tras la fórmula del cogote va más allá del cogote y que proponga ligeras variaciones sobre el tema, sin por ello renegar directamente de él. Camila (Nina Dziembrowski), de madre izquierdista (a quien da vida una excelente Adriana Ferrer) y orígenes rurales, se traslada a un nuevo instituto privado en Buenos Aires. La ciudad, de apariencia más moderna, esconde tras las fachadas nichos de ultraderecha, auténticos enjambres de fanatismo religioso y pensamiento antiabortista. Nunca Camila se había encontrado con un «feminazi» grabado en su taquilla de madera, nunca había sido abordada por una trup femenina por llevar demasiado poco maquillaje. Por suerte, la joven posee un carácter fuerte y contestatario, que relegará a todes aquelles que la cuestionan a un estado prepolítico, salvaje y, por lo tanto, desdeñable.
La película, de hecho, lo vaticina a través de una de sus imágenes capitales, una inteligente variación sobre el plano-cogote. Cuando Camila llegue al instituto, va a contemplar por primera vez, desde la seguridad de un pasillo oscuro, los grupos de estudiantes que se arremolinan en el patio. Leve cámara en mano, encuadrado por detrás, el cuerpo de ella compone un estilema de un realismo elemental, con nuca en primer plano, reforzada la separación entre el cuerpo de ella y el mundo al que observa por la cruz de madera que conforma la salida al patio. Al otro lado, ligeramente desenfocados, les alumnes caminan y charlan nervioses. Lo más llamativo de la imagen, a priori, será el uniforme que vistan: excesivamente holgado, de un azul cielo clarísimo, con el desenfoque, da la sensación de que en el recreo se ha reunido una auténtica congregación de criaturas mal disfrazadas, bebés con trajes de adulto. Con la vista enfocada, daríamos cuenta de nuestro prejuicio y rectificaríamos (eran solamente uniformes holgados), pero a ojos de la recién llegada, por suerte o por desgracia, el panorama no supera el mero desenfoque desdeñoso. Nos preguntábamos, a propósito de Radu Jude, ¿es justo juzgar a una mancha de color? Para una postadolescente dolida, quizás sí.
▼ Camila saldrá esta noche, Inés María Barrionuevo.
Competición | San Sebastián 69.
Competición | San Sebastián 69.
«Cercana al maniqueísmo en su diferenciación entre alumnes buenes (la izquierda) y mezquines (la derecha), la película falla en dar una cierta complejidad a su protagonista, que se descubre incómodamente cercana al arquetipo de la carismática intrusa benefactora, llamémosla Mary Sue o Jesucristo».
La imagen da en el clavo de la principal flaqueza de la película: si el objetivo del plano-cogote era justamente permitir un acercamiento próximo pero distanciado a la psicología del personaje en cuestión (como un interrogante visual), desde la propia escritura de sus caracteres, Camila saldrá esta noche opta por un retrato mucho más taxativo y directo de aquelles delante de cámara. Cercana al maniqueísmo en su diferenciación entre alumnes buenes (la izquierda) y mezquines (la derecha), la película falla en dar una cierta complejidad a su protagonista, que se descubre incómodamente cercana al arquetipo de la carismática intrusa benefactora, llamémosla Mary Sue o Jesucristo. El cogote no parece tener cabida en el retrato de un personaje frontal, luminoso. En fin, a pesar de los brevísimos «peros» que Barrionuevo incorpora en la relación de la chica, por ejemplo, con su madre (que resolvemos fácilmente a su favor, por eso de ser adolescente), el carácter eminentemente positivo de la epónima Camila nos expulsa de un proceso de identificación y negociación empática para con sus sombras… Hoy pediríamos manchas, más o menos diluidas, en el historial de la joven protagonista. Reclamaríamos espacio para la duda sana, para un acercamiento honesto a una izquierda incuestionada y casi de anuncio (vamos, una no-izquierda). Hoy defenderíamos la necesidad de un buen plano-cogote.
© Revista EAM / 69ª edición del Festival de San Sebastián