Comenzó su trayectoria en el fondo de coproducción Eurimages y ha estado vinculada a Mediapro Studio entre 2004 y 2020. Ha trabajado en la producción de películas de cineastas como Fernando León de Aranoa –Princesas, Un día perfecto-, Isabel Coixet –Mapa de los sonidos de Tokio-, Javier Fesser –Camino-, Woody Allen –Vicky Cristina Barcelona, Midnight in Paris y Rifkin´s Festival- o Roman Polanski –Un dios salvaje. Ha coproducido El agente topo, de Maite Alberdi. Acaba de fundar su productora Buenapinta Media, coproduciendo Cinco lobitos, de Alauda Ruiz de Azúa. Junto a Isabel Coixet ha adquirido los derechos para la adaptación de la novela Un amor, de Sara Mesa. A propósito de ello y de la situación actual de la producción de cine, hablamos con Marisa Fernández Armenteros, nuevo baluarte de la industria cinematográfica española.
Has trabajado en la división de cine de Mediapro durante varios años y recientemente has fundado tu propia productora, Buenapinta Media. Desde toda tu trayectoria como productora, ¿cómo has vivido y ves de cara al futuro el nuevo escenario cinematográfico en este sector, con muchos cambios acelerados por la pandemia?
Llegué a España procedente de Eurimages, en el año 2002. Empecé leyendo guiones para Sogecine, Lolafilms, Morena Films. Hice el Máster de la Media Business School (Mega) en el año 2003 y empecé a trabajar en el departamento de cine de Mediapro. Empecé en un momento de crisis (uno más), cuando Prisa absorbió Vía Digital. Mi generación no ha conocido la etapa dorada de financiación en ese cine de los años 90, ni los salarios y oportunidades de aquel momento, pero por supuesto, sí he vivido una etapa con las salas de cine como principal fuente de explotación, con la distribución internacional del cine en salas y con un modelo de financiación de ayudas públicas que no estaba condicionado por este sistema de puntos. Sin duda, era un modelo de financiación pública que sí favorecía la iniciativa de aquellos profesionales que, vinieran o no de estructuras grandes, querían dar el paso con sus proyectos y compañías.
Me ha tocado vivir una etapa convulsa por el radical cambio de modelo. La pandemia ha adelantado hábitos en el consumo de cine que iba a ser irremediable frenarlos. Para quienes apostamos por un cine de autoría, el escenario de la financiación no es bueno. La aportación de las televisiones y de las ayudas están marcando lo que nos podemos permitir en la producción. La alta oferta de trabajo en series de televisión hace que los equipos técnicos no estén disponibles o sus salarios sean muy altos para ajustarse al coste de producción del cine. Y, al final, el eslabón más débil de la cadena en este momento somos los que producimos. En el discurso político actual se mete a todo el audiovisual español en el mismo saco y es un grave error. Querer producir con una vertiente creativa y apostar por un tipo de cine es una odisea.
Quedémonos con las oportunidades. Estamos aún a tiempo de que se legisle a favor de seguir manteniendo cuotas competitivas para el cine que garanticen su producción y diversidad. Hay más plataformas y puertas a las que llamar, pero hace falta que se legisle bien para que ese cine tenga acceso a estas puertas. Si no, España y Europa estarán llegando tarde. Con la llegada de las plataformas, ciertos status quo se han roto. Están trabajando con nuevas compañías, con distintas generaciones. En este sentido, las productoras con estructuras muy contenidas pueden tener más posibilidades de adaptarse al nuevo ecosistema.
Los datos respecto a la presencia de las mujeres en los distintos sectores del cine siguen mostrando una importante desigualdad. Desde tu experiencia, ¿cómo ves la situación?, ¿piensas que ha cambiado sustancialmente en los últimos años?
Sigue siendo insuficiente la presencia y voz de mujeres en la toma de decisiones, en la apuesta de temas y contenidos. Este sigue siendo un sector masculino en el gremio de la producción y muchos siguen resistiéndose a reconocer sus reinos de taifas. No es casual que cierto tipo de temas estén siendo producidos ahora por mujeres y que sorprenda que nunca antes se hayan tratado. Pero no basta solo con que haya más productoras o ejecutivas. Es el momento de ver cómo los discursos, las apuestas y los puntos de vista son también distintos. A veces, cuando leo noticias sobre nuevos proyectos de cine o televisión, cada día me sorprende más el discurso estandarizado y uniforme. No se habla de la historia, apenas de los equipos creativos. Lo que menos parece importar es el proyecto en algunos casos. Prima la marca, la cantidad de proyectos anunciados, con quién te casas o te separas en el mercado.
Con respecto a lo que comentabas de la insuficiente presencia femenina en las posiciones de poder, ¿piensas que las mujeres siguen teniendo más difícil el acceso a proyectos que manejan más presupuesto?
Estamos en un momento fascinante que está abriendo las puertas a varias mujeres para que cuenten y dirijan historias personales de temas, muchas veces, tabúes, invisibles o irrisorios para toda una generación de cineastas hombres. Las políticas públicas han sido vitales en este sentido. Por desgracia, hay generaciones de mujeres que se han quedado fuera. Los premios reconocen a esas directoras noveles con un denominador común: películas con presupuestos mínimos. Y, por suerte, con esos presupuestos, muchas de ellas han hecho las películas con mayor recorrido y premios internacionales en los últimos años. A Isabel Coixet le preguntaron un día si quería ganar lo mismo que lo que ganaban colegas cineastas hombres con trayectorias similares. Su respuesta fue soberbia: «quiero ganar más, por qué tener que quedarme en el mismo umbral». Las mujeres hemos sido educadas para respetar las jerarquías a rajatabla. No es exclusivo de este negocio. Nada mejor que saltar y perder el miedo a esas jerarquías.
En su libro, Reina del grito, la periodista y crítica Desirée de Fez hablaba sobre la existencia de una mirada femenina influyente a la hora de abordar determinados temas vinculados al género. ¿Cuál es tu visión al respecto?
Esta entrevista llega en un gran momento. Cannes viene de premiar Titane, de Julia Ducournau, una película con un planteamiento estético y temático, y con una directora al frente que recogió la Palma de Oro con un discurso, para mí, inolvidable. Humanizar y darle la vuelta a los estereotipos del miedo, de los monstruos visibles e invisibles. Me gusta leer a Desi o a otras colegas críticas (no son muchas aún), porque también están visibilizando temas y puntos de vista y análisis que no solían estar en los discursos oficiales de la crítica.
Como productora, ¿qué aspectos valoras o te interesan más a la hora de apostar por un proyecto?
Pasas tanto tiempo con un proyecto que te ha de gustar mucho, muchísimo, sobre todo cuando apuestas por producir un cierto tipo de películas. Y, con la edad, primas trabajar con socios o equipos creativos que tengan las mismas afinidades, donde el trato de tú a tú sea ágil, donde puedas compartir las dudas, que son muchas, con tantas decisiones por tomar. Y, por supuesto, los temas. Y, con todo, esto es una lotería. En la película actual que coproduzco, Cinco lobitos, de la directora Alauda Ruiz de Azúa, estoy siendo afortunada, porque ante las dificultades, todos estamos remando en la misma dirección. Eso es lo único que ya pido, que los egos se dejen a un lado. Ayuda mucho que los colegas productores somos de la misma generación y que estamos, por tanto, acostumbrados a las vacas flacas; así que somos ágiles encontrando soluciones.
Trabajaste en la producción de El agente topo, de Maite Alberdi, junto con María del Puy Alvarado (de Malvalanda). ¿Cómo fue todo el proceso?, ¿qué dificultades recuerdas?
El agente topo fue una corazonada. Hay un antes y un después en lo profesional, e incluso en lo personal. Maite y yo nos habíamos conocido en Chile y las dos queríamos trabajar juntas. Es una película a la que le ha pasado de todo: falleció el montador, pasamos por Sundance 2020 y el mundo se paraba 2 meses después con la pandemia. El Festival de San Sebastián nos salvó la vida, porque la película volvió al mapa internacional. En marzo de 2020 estábamos a la espera de saber si habría que guardar la película en un cajón. En marzo de 2021, estábamos nominadas al Oscar. ¿Quién nos lo iba a decir? Lo mejor de esta película es que trabajamos como debieran ser las coproducciones: entendiendo los problemas, encontrando soluciones. Pocas personas me he encontrado con la capacidad de escucha de Maite. Me fascina su sentido del humor. Es amiga ante todo, por eso El agente topo me ha dado y me ha enseñado tanto.
La película tuvo muy buena acogida entre la crítica y en los premios. ¿Los éxitos te han ayudado a levantar tus siguientes proyectos?
¡Los premios siempre ayudan, pero no pagan facturas! En esto, como en todo, la suerte, el trabajo y la insconsciencia son los mejores aliados. Tuve la suerte de ser la tutora de Cinco lobitos en el programa de la Incubadora. Fue tan bonito trabajar con Alauda, la directora, y con Manu Calvo, que me quedé. Se unieron Nahikari de Sayaka, y Sandra Hermida. Nos complementamos muy bien, y nos pedimos ayuda. Esto es lo mejor de las películas.
Como productora y también espectadora, ¿qué cineastas actuales te interesan más y te gustaría producir?
En España hay varios nombres. En Latinoamérica, muchos, pero por cercanía, me gustaría trabajar con Sebastián Lelio. Nada me haría más ilusión que poder ver trabajar de cerca a Ruben Östlund, el director de Fuerza mayor, porque me fascinan los temas que trata y el sentido del humor que tiene. Lynne Ramsay, Jacques Audiard, Alice Rohrwarcher, Pawel Pawlikowski… ¡Demasiados nombres! Con Isabel Coixet acabamos de comprar los derechos de la novela Un amor, de Sara Mesa. Otra corazonada. Con Isabel había trabajado en mi etapa en Mediapro. Ha sido muy generosa conmigo. Es un reto la adaptación, pero a las dos nos caló el libro.