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    Cine Alemán Siglo XXI

    Crítica | Queridos vecinos

    Escándalo suburbano y subrepticio

    Crítica ★★★☆☆ de «Queridos vecinos», de Damiano D’Innocenzo y Fabio D’Innocenzo.

    Italia, Suiza, 2020. Título original: Favolacce. Dirección: Damiano D’Innocenzo y Fabio D’Innocenzo. Guion: Damiano D’Innocenzo y Fabio D’Innocenzo. Producción: Pepito Produzioni / Rai Cinema / Vision Distribution / Amka Films Productions / RSI-Radiotelevisione Svizzera / SRG – SSR. Fotografía: Paolo Carnera. Montaje: Esmeralda Calabria. Diseño de producción: Paolo Bonfini, Emita Frigato y Paola Peraro. Decorados: Erika Aversa. Vestuario: Massimo Cantini Parrini. Reparto : Elio Germano, Tommaso Di Cola, Giulietta Rebeggiani, Gabriel Montesi, Justin Korovkin, Barbara Chichiarelli, Lino Musella, Ileana D’Ambra, Max Malatesta. Duración: 98 minutos.

    Unir las palabras «escándalo» y «subrepticio» es propio de un oxímoron, pues el escándalo por definición es llamativo, estalla de repente, choca a quien lo presencia, mientras que lo subrepticio se cuela sin llamar la atención, es algo progresivo, oculto. Sin embargo, la conjunción de ambos términos tiene sentido cuando ese efecto “escandaloso” deriva de situaciones en apariencia anodinas, prolongadas en el tiempo, pero que por algún giro dramático, o algún cambio de perspectiva, sin traicionar su naturaleza, adquieren dicho efecto. Este por tanto ya estaba ahí latente, a punto de manifestarse, tal como se presenta la condición humana en tales situaciones. Centrando el foco, el título de esta reseña alude también a lo suburbano, por ser el contexto geográfico de la historia cuya crítica introducimos. Y el mismo implica la presencia de una serie de personas, que conviven en una determinada urbanización, pero lejos del centro, más cerca de los límites de la civilización, por utilizar, ahora sí, una expresión hiperbólica. Es precisamente esta frontera, esta otra conjunción de marco social y marginalidad natural, la que propicia que surja el «escándalo» o, más ampliamente, la violencia. En otras palabras, al menos tal como se presentan en esta película, sus personajes no viven ni en la ciudad ni en el campo, por recurrir a la clásica distinción sociológica, a la división que suele definir nuestra residencia, sino en un margen entre ambos. Esto los perturba, los inquieta y, en fin, distorsiona y extrema su comportamiento.

    Al menos es esta la intención que puede deducirse de Queridos vecinos (Favolacce). Es ilustrativo al respecto que uno de sus protagonistas, el que vive con su hijo en la casa más alejada de la urbanización, más integrada en la naturaleza, tenga la necesidad de trasladarse a la capital, porque solo son tolerables un extremo u otro: el campo o la ciudad. En el campo es previsible que la gente se comporte de una cierta manera, y en la ciudad de otra. Pero, entre ambos, surge la imprevisibilidad. A partir de ahí, los guionistas y directores de esta cinta, los hermanos D’Innocenzo, siguen la estela de ese cine europeo contemporáneo que ha buscado la «rareza», la narración fuera de la norma, en la cotidianeidad de los suburbios o de ciertas localizaciones menos habituales en el cine. Yorgos Lanthimos sería un referente al respecto, pero también en cierto modo Bruno Dumont, Corneliu Porumboiu o Carlos Vermut, entre otros. Más allá de sus evidentes diferencias, todos tienen en común un trabajo con los personajes que, partiendo de la sobriedad, de su cotidianeidad, sacan a relucir sus motivaciones más oscuras o sus acciones más extravagantes. Queridos vecinos se adhiere a esta tendencia con una narración episódica, caracterizada por secuencias un tanto inconexas que permite a dichos personajes sorprender o descolocar al espectador con gestos o diálogos bastante extremos, aunque sin alterar su calculada forma de ser, ni salirse de sus costumbres.

    Tanto ese montaje episódico como esa falta de evolución pueden llevar a considerar la película, además de su corta duración, casi como una sucesión de sketches. Hay en principio un hilo narrativo común, un narrador en primera persona cuya voz en off se escucha al principio y luego en contadas ocasiones. Pero es un narrador poco fiable: como el mismo confiesa al principio, no sin ingenio, estamos ante una historia verdadera inspirada en una historia falsa, ya que la misma se basa en el diario incompleto de una niña. De ahí que, pese a esa narración unipersonal, el foco sea algo disperso. Y también la presentación inicial de los personajes es algo confusa, ya que una de las primeras escenas los reúne para comer en torno a una mesa, antes de que el espectador haya tenido tiempo para identificarlos. Pero luego se siguen secuencias que los separan, centradas en algunos de ellos por separado, cada uno en su mundo, por así decir (aunque dentro de un mismo microcosmos), por lo que el espectador difícilmente puede relacionarlos. Ahora bien, lo meritorio es que esta peculiar estructura narrativa no resta poderío dramático a tales escenas, sino que lo refuerza, precisamente porque la intención es incomodar, no habituar al espectador a una determinada representación.

    Favolacce, Damiano D’Innocenzo y Fabio D’Innocenzo.
    Coppa Volpi al mejor actor de la Mostra de Venecia 2020.

    «Queridos vecinos es una película extraña, memorable, con afán de encontrar recovecos dramáticos y visuales que nos impresionen, y llena de potencial, pero no única (como quiere ser) ni redonda (como debe ser)».


    En verdad hay algunas escenas impactantes, como la del mencionado padre llevándose a su perro en coche, en gran plano general, mientras su hijo lo observa desde la distancia, con una mirada pasmada, en primer plano; o los dos planos generales que nos muestran a otra familia cenando en el jardín, de forma apacible, hasta que sobreviene un accidente que lo trastoca todo. Además el impacto, en estos casos y como puede deducirse de los planos citados, no trae causa de una planificación muy elaborada, que mediante ciertos efectos, encuadres o movimientos de cámara podría pretender provocar esa incomodidad. La misma aquí surge de las acciones y las expresiones de estos personajes, no solo por su propio carácter, sino porque asustan al no ser gratuitas, sino enraizadas en ellos. En otras partes del metraje en que la puesta en escena es más dinámica, o la fotografía más estilizada, el impacto no es tan grande, quizá porque, dada la narración episódica, la atención tiende a desviarse hacia elementos que no son inherentes a la historia, cuando el espectador no ha podido ubicarse bien en el relato. En cualquier caso, la fotografía es siempre meticulosa, incluso en detalles como ese plano contrapicado en el parque, donde la referencia solar se asemeja a las gotas de agua que se pegan al objetivo. Y, en cualquier caso también, cada una de las escenas nos intriga, se desenvuelve con suspense, nos mantiene pendientes de su desenlace, por muy triviales que algunas parezcan a priori. En suma, Queridos vecinos es una película extraña, memorable, con afán de encontrar recovecos dramáticos y visuales que nos impresionen, y llena de potencial, pero no única (como quiere ser) ni redonda (como debe ser), quizá por no llevar hasta su último término las enormes posibilidades que genera inicialmente su narrativa.


    Ignacio Navarro Mejía |
    © Revista EAM / Madrid


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