Tránsitos
▶ Especial | Cine alemán Siglo XXI*
PLa raíz autobiográfica de No Hard Feelings, debut en el largometraje del director Faraz Shariat, queda expuesta ya desde su plano de apertura. En una grabación de vídeo casero, el mismo Shariat aparece de niño, vestido de Sailor Moon y bailando para la cámara. Así, el cineasta pone el cuerpo a la versión infantil de su protagonista, Parvis, una versión ficcionada de sí mismo interpretada por el actor Benjamin Radjaipour. Parvis es un joven alemán hijo de refugiados iraníes, que mata el tiempo en relaciones esporádicas de Grindr y largas noches de fiesta. Hasta que una condena a cumplir varios días de servicio comunitario le acerca a los dramas de múltiples migrantes que bregan por regularizar su situación en Alemania. Lo contado hasta aquí es, en palabras del director, su propia historia. Si bien amplificada para la ficción por las perspectivas de los migrantes con los que se cruza Parvis, y que están inspirados en los numerosos testimonios que el cineasta recabó durante año y medio de investigación.
No Hard Feelings despliega una narrativa mixta, con elementos de coming of age, drama romántico y algunos destellos de documental. Temáticas tan candentes como las dificultades de los migrantes o la aceptación de la homosexualidad se entrecruzan y componen un dibujo que, reconoce Shariat, aspira a posicionarse del lado de quienes han sufrido racismo o marginación de manera cotidiana. Una película que quiere dar voz a todos aquellos que no se ajustan a la norma. El foco, además, es ambicioso: Shariat combina la perspectiva de Parvis como alemán-iraní de segunda generación con la de los jóvenes migrantes recién llegados y con la experiencia de sus padres, iraníes refugiados que, pese a llevar treinta años en Alemania, no han conseguido percibirla como su casa —aquí, también, el componente autobiográfico es crucial, ya que son los auténticos padres del director quienes interpretan a los padres del protagonista—.
Estilísticamente, No Hard Feelings apuesta por el eclecticismo. El montaje acumulativo, compuesto a base de retazos fugaces más que de escenas completas, difumina la continuidad temporal y convierte al relato en una suerte de flujo memorístico, en unos días, semanas o meses que se escurren de entre los dedos. Shariat complementa este estilo fragmentario con algunos interludios en clave más contemplativa, extrañando la relación entre palabra e imágenes en secuencias tan llamativas como la que cierra la película, en la que la voz en off de una de las protagonistas cuenta sus experiencias tras ser expulsada de Alemania sobre una concatenación de planos detalle de motivos vegetales. El director no deja de probar recursos para encontrar su propio tono, el de una crónica de la nueva Europa que aún estamos por conocer bien.
▶ Versión en alemán
* | Una sección auspiciada por el Goethe-Institut Madrid, institución pública cuya misión es promover, divulgar y promocionar el conocimiento de la lengua alemana y su cultura. |