La tierra de nadie del cambio
▶ Especial | Cine alemán Siglo XXI*
Para resolver el llamativo título de Giraffe (disponible en el catálogo de Mubi), tenemos que acudir a su plano de apertura. Destacada sobre el fondo por una angulación en contrapicado, una jirafa encuadrada desde la base de su cuello se vuelve hacia la cámara y la mira fijamente. Contemplar al animal solo como elemento significante nos da una metáfora de explicitud casi impúdica. A saber: la jirafa como símbolo de la evolución. Solo sobrevive la mejor versión de cada especie, la que ha logrado adaptar su fisionomía —para el caso, el cuello— al entorno. La película de Hartmann traspone esta lógica de la evolución a la noción historiográfica del progreso, y se sitúa ante un par de especímenes humanos que están por desarrollar su ventaja evolutiva ante un entorno cuyas dificultades ya sabemos interpretar. ¿Cómo sobrevivir a —o convivir con—la máquina del Progreso, que, cemento y excavadoras mediante, avanza inexorable en su construcción de no-lugares?
Ahora bien, más allá de la metáfora, en el plano de la jirafa hay un punto de misterio. Está en su forma de romper la cuarta pared con esa mirada a cámara. Cabe cuestionarse hasta qué punto podemos hablar de tal ruptura cuando su sujeto no es consciente de que está mirando al objetivo y, por extensión, a nosotros. El eje de mirada interpelante que crea y su pose orgullosa son resultado de una forma muy escogida de encuadrarla, frontalmente y en contrapicado, para realzar una presencia imponente, orgullosa sin quererlo. Entonces, el símbolo se vuelve también presencia vívida. Una que parece afirmar, rotunda, un logro y una constatación evidente: «He llegado hasta aquí». O bien: «Estoy aquí».
Dara y Lucek, la etnógrafa alemana y el albañil polaco cuyas historias se cruzan en la isla danesa de Lolland, también están ahí con rotundidad. Sobre todo, porque Hartmann los filma cual documentalista que registra pacientemente las relaciones entre ser vivo y espacio. Pero son dos personajes que no saben qué hacer con su estar ahí, que están por alcanzar la dimensión metafórica de la jirafa. Ambos se relacionan con la futura construcción de un túnel que conectará Dinamarca y Alemania, y la autopista que atravesará con ello la isla, demoliendo en el camino los hogares cargados de memorias personales que Dara estudia. Dicho de otro modo, Dara y Lucek son dos caracteres apátridas, habitantes de un espacio en proceso de conversión en no-lugar, que no saben qué hacer con las ruinas afectivas que atraviesan, en las que se espeja con poco brillo su breve relación sentimental. Dos personajes definidos por la imagen del puente —encima de uno se conocen— dan forma a una película que, como ellos, se sitúa en la tierra de nadie del cambio. Como la jirafa de cuello corto, aún por resolverse como superviviente o vencida.
▶ Versión en alemán
* | Una sección auspiciada por el Goethe-Institut Madrid, institución pública cuya misión es promover, divulgar y promocionar el conocimiento de la lengua alemana y su cultura. |