El realizador sueco David Färdmar debuta en el largometraje con «Vivir sin nosotros», una propuesta LGBT que aborda la digestión de la ruptura y la pérdida en el auge de la comunicación virtual. A propósito del estreno en España de su primer filme, distribuido por Surtsey Films, Fardmar visitó Madrid, donde charlamos con él.
A diferencia de la mayoría de películas, que suelen abordar el proceso de enamoramiento de las parejas, su película comienza en el instante justo en el que las dos personas ponen fin a tres años de relación. ¿Considera por ello que Vivir sin nosotros es más una historia de desamor que de amor? ¿Por qué en ese punto?
He visto demasiadas películas donde se empieza con alguien que conoce a alguien, luego hay un pequeño conflicto, los altibajos, los reveses..., para acabar con la pareja romántica feliz o junta. En mi experiencia, yo he vivido o he visto que es mucho más duro y lleva mucho más tiempo todo el proceso de separación, con todo lo que implica separarse de alguien de quien se está enamorado y con quien se ha vivido algo importante. Todo ese proceso me pareció mucho más interesante. Por eso, creo que mi película, más que sobre el desamor, como dices tú, es una sobre una ruptura romántica. A partir de ahí, se indaga en el proceso de todo lo que pasa a partir de ahí y en cómo afecta a los dos personajes.
En un momento determinado la expareja habla sobre el inminente momento en el que tendrán que anunciar en sus redes sociales el fin de su relación, otorgándole una especial relevancia como ese paso enorme para oficializar que ya no siguen juntos y tras el que no habría posibilidad de vuelta atrás. ¿Crees que las relaciones actuales dan una mayor importancia a la imagen idílica que dan a través de ese tipo de redes sociales que a tratar de enfrentar una realidad no tan perfecta?
Creo que, desgraciadamente, sí vivimos en un mundo en el que hay muchas parejas que pintan esa imagen de perfección, de amor, de relación perfecta en las redes sociales. Y creo que cuanto más perfectas parezcan las cosas en esos medios, realmente, tanto más imperfectas o complicadas son en la realidad. Hay un momento en el que Adrian dice que no se sentiría cómodo una vez diciéndolo en Facebook antes que decírselo a sus amigos. De verdad, sí creo que hay demasiada perfección de redes sociales. Veo mucho en las redes las parejas que pregonan cuánto se quieren o se aman, y me pregunto que para qué lo tienen que de decir en estos medios... ¿Por qué esa necesidad de decirlo ahí cuando se lo pueden decir cara a cara, en persona? Entonces, yo creo que sí es un reflejo de una manera muy triste que tenemos ahora de vivir, de algo que nos invade y que domina nuestras vidas.
Aunque ambos personajes tratan de rehacer sus vidas junto a nuevas parejas, da la sensación de que ninguna de ellas termina de llenarles del mismo modo que lo hacían el uno con el otro. ¿Se pretendía reflejar cómo las personas tendemos a idealizar una pareja, especialmente si se ha compartido vida con ella muchos años, una vez que se ha acabado?
Es una mezcla. Se dan cuenta, cuando ya habían roto, de lo bien que estaban juntos, pero ya es demasiado tarde. Es cierto que, por otra parte, también idealizan lo bien que estaban porque ni lo estaban tanto ni era tan maravilloso. Hay una cosa curiosa, cuando Adrian conoce a Rasmus quiere a alguien que se asemeje a lo que era Hampus, intentando formarle, casi configurarle, a tal y como era Hampus al principio, pero Rasmus es demasiado fuerte y tiene mucha personalidad.
En cierto momento de la historia se deja caer el tema de la paternidad, pensando sus protagonistas (cada uno con su nueva pareja) en la adopción o en la gestación subrogada como medio para ser padres. ¿Cree que alcanzar esa meta en la vida supone para ellos la completa realización de sus parejas y para ello tienen que encontrar a la persona adecuada junto a la que emprender una aventura tan importante?
Es cierto que hoy en día es bastante más fácil para parejas gays o lesbianas poder formar una familia. Yo, por ejemplo, pienso mucho en ese tema y también tengo muchos amigos y amigas que son gays o lesbianas en pareja y que tienen la misma inquietud y piensan lo mismo. Entonces, sí parece ser que ese parece ser ahora como el paso final para estar completo. Es otra etapa. Antes era el poder casarnos y eso ya se cumplió, al menos en muchos países. Ahora, el paso siguiente sería poder crear esa familia perfecta, normal, universal como cualquier otra. Parece ser que sí es la próxima etapa, esa meta por cumplir y realizarse.
Björn Elgerd y Jonathan Andersson forman una pareja protagonista con gran química en pantalla y se muestran muy naturales en largas escenas de absoluta intimidad. ¿Cómo se trabajó para conseguir semejante autenticidad, uno de los mayores aciertos de la película?
En primer lugar, gracias por resaltar esa autenticidad como uno de los mayores logros. Creo que esta radica en varias cosas y es fundamental el hecho de que los tres aprendiéramos a conocernos durante años. Tengo que decir que yo he sido director de casting antes. Les conocía a los dos desde hace 9 años, cuando trabajaba como director de casting para una película y me parecieron realmente extraordinarios. Siempre, a partir de ese momento, quise trabajar con ellos. Veía que eran unos actores estupendos y escribí este guion pensando en ellos. Son grandes intérpretes, muy diferentes en sus planteamientos y sus maneras de acercarse a las secuencias y a las escenas, y es un choque que, realmente, rinde mucho. Eso nos ha venido muy bien. A partir de ahí, también hemos trabajado mucho sobre el guion, leyéndolo mucho, haciendo muchos talleres, muchos ensayos y, sobre todo, cuando empezamos a rodar lo hicimos en secuencia continua, es decir, en orden natural en cuanto al tiempo. Eso quiere decir que tuvimos que pasar por las temporadas (primavera, verano, otoño, invierno). Se rodaba y se esperaba a que pasara el tiempo, dándonos tiempo, entre las sesiones de rodaje, a llegar a conocernos mucho y, sobre todo, resultó muy divertido porque nos caíamos muy bien y nos queríamos mucho. Ellos confían mucho en mí como director y eso es importante, no siendo muy fácil, especialmente porque las escenas de intimidad y sexuales realmente necesitan mucha confianza, respeto y aprecio entre los tres, y eso creo que lo hemos logrado para hacer esta película. Tengo que añadir también que, tanto Jonathan como Björk realmente han sabido identificarse muy bien con la historia y los personajes, porque ellos también han pasado en su vida real por rupturas y para ellos ha sido una especie de terapia para soltar todas esas emociones y sentimientos con esa naturalidad.
Vivir sin nosotros habla con naturalidad de las relaciones homosexuales actuales, con citas a través de aplicaciones como Grindr, donde la mayoría de las veces lo que se obtiene es sexo casual, o mostrando el miedo que siempre existe a contagiarse de algún tipo de enfermedad de transmisión sexual. ¿Había algún interés pedagógico a la hora de enseñar el uso del preservativo en las relaciones sexuales fuera de la pareja estable y cómo sus protagonistas se realizan sus correspondientes analíticas de sangre para asegurarse de su buen estado de salud?
Yo simplemente querría señalar el hecho de que es un tema el de la película, cuando hay rupturas entre las personas gays, que es algo que deben afrontar y así lo hacen. Por supuesto, los tests, las pruebas de detección de transmisiones de enfermedades, etc., por una parte, Pero también me pareció una secuencia bastante divertida cuando Adrian se hace la prueba y, al final, al salir de la consulta, se encuentra allí con su expareja. Es una anécdota muy divertida que, realmente, me pasó a mí y me pareció que venía muy bien para la historia. En cuanto a un afán o deseo pedagógico, no sé si conscientemente me pusiera a pensar profundamente en querer darle ese matiz. Simplemente, encajaba bien en el argumento y la historia, con el tema de velar por el interés de un nuevo amor que nace.