Hipsters vs. gañanes
Crítica ★★★☆☆ de «Poliamor para principiantes», de Fernando Colomo.
España, 2021. Título original: Poliamor para principiantes. Director: Fernando Colomo. Guion: Fernando Colomo, Casandra Macías Gago, Marina Maesso. Productores: Pilar Benito, Álvaro Longoria, Berta Moreno Escobar, Anna Saura Ramón. Productoras: Morena Films, Ran Entertainment, Amazon Prime Video. Fotografía: Ángel Iguacel. Música: Fernando Furones. Montaje: Ana Álvarez Ossorio. Reparto: Karra Elejalde, Toni Acosta, Quim Àvila Conde, María Pedraza, Luis Bermejo, Cristina Gallego, Inma Cuevas, Lola Rodríguez, Susi Caramelo, Mery Cabezuelo, Patricia Peñalver.
Resulta comprensible temerse lo peor cuando una comedia costumbrista se atreve a tratar temas peliagudos, pues no cuesta imaginar que el resultado final sea un conjunto de estereotipos que poco tienen que ver con la descripción de una realidad. Admito haberme aproximado a Poliamor para principiantes con esta sospecha en mente. Abordar algo tan incipiente como los nuevos modelos de relación amorosa, a veces tan molestamente progre y en otras tantas ocasiones prejuzgado sin el menor interés por comprender en qué consiste, me hizo sospechar que el terreno era demasiado resbaladizo como para que los creadores del filme no acabasen por los suelos. Sin embargo, no le di suficiente importancia al hecho de que quien se estaba metiendo de lleno en el fango era el director y guionista Fernando Colomo. Mis impresiones tras terminar el visionado del filme confirman que había cometido un error.
La película narra la historia de Manu (Quim Àvila), un joven de 28 años que todavía vive en casa de sus padres, no ha terminado la carrera y pretende vivir de monetizar su canal de YouTube. El protagonista cuenta con el apoyo de su padre (Karra Elejalde), que se comporta más como su colega que como una figura de autoridad. Ambos acaban envueltos en una comunidad poliamorosa, cuya infinidad de conceptos tratarán de comprender a marchas forzadas, mientras intentan amoldarse al grupo, especialmente en el caso de Manu, quien se ha enamorado de Amanda (María Pedraza). Ambos quieren estar juntos, pero Amanda está involucrada emocionalmente con un joven, una mujer trans y un matrimonio, lo que dará pie a toda una serie de situaciones disparatadas que Fernando Colomo y sus coguionistas Casandra Macías Gago y Marina Maesso utilizarán para reflexionar en torno a la ética en el amor.
Los guionistas no desaprovechan la oportunidad de ridiculizar el moderneo de estos nuevos modelos de relación, como se observa en la escena en que Manu y su padre acuden a un taller de poliamor para principiantes, donde se ofrece una ristra de conceptos que los protagonistas jamás han escuchado —ser un unicornio, el acuerdo de fluidos, la compersión, la cocrianza, etc.—. Al mismo tiempo, se ridiculiza la necesidad de estas comunidades de que sus integrantes se legitimen mediante un sinfín de etiquetas, así como que todo acto, pensamiento y decisión se tenga que leer dentro de un estricto marco ideológico —atención al personaje de Marta (Cristina Gallego), que convierte cada intervención en un speech—. En última instancia, lo que parecen preguntarse los creadores es cuál es la necesidad de complicar unas situaciones que en realidad son sencillas. Al mismo tiempo, los creadores no se olvidan de satirizar el modelo tradicional de relación. Ideas como las mentiras y medias verdades que se necesitan para mantener a flote un matrimonio, los celos y la necesidad de poseer a la otra persona, entre otras, son puestas sobre la mesa, a partir de los personajes de Manu y su padre, que no dejan de ser un poco gañanes. Esto se manifiesta especialmente en el álter ego de Manu, Love Ranger, una especie de superhéroe del amor: vestido como el power ranger rojo, graba vídeos en los que ridiculiza la ideología del pensamiento no-monógamo, sin hacer un esfuerzo por comprenderlo.
▼ Poliamor para principiantes, Fernando Colomo.
La ética del amor | Vértice cine.
La ética del amor | Vértice cine.
«Precisamente en este momento, cuando casi todos los personajes han quedado por los suelos, ridiculizados, Colomo lleva al extremo lo que ha estado haciendo durante todo el metraje: tratar a los seres humanos con la humanidad que merecen. El autor quiere a sus personajes, y lo hace precisamente por sus defectos, no a pesar de ellos».
La hora de la verdad aparece cuando se someten todas estas relaciones, tanto las monógamas como las que no, a tensión. De esta manera se ofrece el lado más afilado de la crítica que propone la película, y a la postre lo más lúcido del filme. En resumidas cuentas, la obra viene a señalar que, le pese a quien le pese, estas nuevas dinámicas relacionales tienen mucho de capricho de clase media, ya sea por ofrecerle a la juventud la sensación de que vive de manera moderna, o porque permite una vía de escape al hastío del matrimonio asentado en el que la chispa del deseo se ha perdido. Por otro, muestra cómo se malinterpreta el poliamor desde fuera, tan habitualmente entendido como la posibilidad de tener barra libre para acostarse con quien se quiera —a poder ser, con cuantas más personas, mejor—. Como contrapunto se construye a Amanda, el único personaje del relato que se comporta de manera ética y asertiva, sin que estar involucrada sentimentalmente con otras cinco personas le sirva de excusa para descuidar las necesidades de los demás ni delate sus carencias emocionales. Precisamente en este momento, cuando casi todos los personajes han quedado por los suelos, ridiculizados, Colomo lleva al extremo lo que ha estado haciendo durante todo el metraje: tratar a los seres humanos con la humanidad que merecen. El autor quiere a sus personajes, y lo hace precisamente por sus defectos, no a pesar de ellos. Tras haber igualado en mezquindad a los integrantes de ambos modelos, lo que parece decirnos es que a la hora de la verdad lo importante no es el tipo de relación, sino la ética y la honestidad con que se practica.
© Revista EAM / Madrid