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    Cine Alemán Siglo XXI

    Crítica | The Killing of Two Lovers / Filmin

    Encuadrar el conflicto interno

    Crítica ★★★★☆ de «The Killing of Two Lovers», de Robert Machoian.

    Estados Unidos. 2020. Título original: The Killing of Two Lovers. Director: Robert Machoian. Guion: Robert Machoian. Productores: Scott Christopherson, Clayne Crawford, Melia Leidenthal, Robert Machoian, Oden Roberts. Productoras: Back40 Pictures, Odd Man Out Cinema. Fotografía: Oscar Ignacio Jiménez. Música: - . Montaje: Robert Machoian. Reparto: Clayne Crawford, Sepideh Moafi, Chris Coy, Avery Pizzuto, Barbara Whinnery, Ezra Graham, Arri Graham, Jonah Graham, Bruce Graham.

    Los vídeos del grupo Pantomima Full basan su humor en la crítica de los aspectos más problemáticos y ridículos del prototipo de persona urbanita y de tendencias progresistas (lo que se podría denominar, hablando mal y pronto, como «cuñadismo de izquierdas»). La estructura es simple: inicialmente aparece el personaje en cuestión delante de la cámara, explicando con palabras altisonantes su modo de vida, para posteriormente ofrecer un plano de transición donde aparece sobreimpresa una oración que traduce, con sorna, lo que el personaje ha dicho en realidad. En el polémico vídeo que le dedicaron recientemente al poliamor, el personaje al que interpreta Rober Bodegas explica lo siguiente: «Llevaba años con mi chica y, por el desgaste de la rutina, pensamos que lo mejor era abrir la relación». Acto seguido, lo expresado se traduce como «hagámonos más daño». Detrás de la evidente simplificación de una situación compleja, como es habitual en la sátira, se esconde una anotación lúcida sobre una serie de problemas asociados a las nuevas maneras de establecer relaciones sexuales y/o sentimentales, que consiste en el hecho de que una parte importante de las personas que se están abriendo camino en este terreno no están preparadas para los retos que implica el cambio de paradigma. Como consecuencia, se suele migrar al modelo no-monógamo cuando todavía se conservan patrones de pensamiento subconsciente, necesidades y exigencias propias de la monogamia. Y teniendo en cuenta que ambos son modelos mutuamente excluyentes, vivir una relación no-monógama cuando se conserva parte del pensamiento monógamo implica necesariamente caer en una disonancia cognitiva cuyo resultado es el sufrimiento.

    David, el protagonista de The Killing of Two Lovers, se encuentra en una situación similar a la descrita en el párrafo anterior. El personaje interpretado por Clayne Crawford está casado con Nikki (Sepideh Moafi), con quien tiene cuatro hijos, pero su relación no va bien, por lo que deciden tomarse un tiempo, para decidir si quieren continuar juntos o separarse de manera definitiva. El acuerdo consiste en que David va a vivir a casa de su padre y Nikki se queda en el hogar familiar junto con los cuatro hijos. Una vez a la semana, los dos protagonistas tendrán una cita, como si se tratase de un reinicio de la relación, que consiste en un acercamiento paulatino para comprobar cómo de compatibles son actualmente. El elemento que provocará el conflicto consiste en el hecho de que, de la misma manera que han decidido tener una cita semanal, también han acordado que cada uno podrá empezar relaciones con otras personas. Y aunque el protagonista accedió a tal acuerdo y verbaliza constantemente que ella no está haciendo nada malo al acostarse con otras personas, lo cierto es que David, sumido de lleno en la lógica monogámica, es incapaz de gestionar el dolor que le provoca ver a su mujer con otro hombre. La maraña de pensamientos y sentimientos con los que tiene que lidiar David, así como las decisiones que toma fruto de estos, se convertirán en el centro del relato.

    La cinta del director y guionista Robert Machoian abre de manera espléndida con una primera escena que expone con sencillez la situación. Lo primero que vemos es un primer plano nervioso de David, quien observa algo mientras contiene el llanto. El contraplano nos muestra que lo que observa es a su mujer, que duerme en la cama. En el fondo del encuadre, desenfocado, aparece el amante de Nikki. Un tercer plano, que muestra de cuerpo completo a David, así como parte de la cama, permite que veamos que porta un revólver, que apunta a su mujer por unos segundos. La situación no va a mayores y el protagonista abandona el hogar, pero la escena compone con inteligencia visual y algo de sorna la complejidad de una situación en la que intuimos que el protagonista lo va a pasar rematadamente mal. Al mismo tiempo, el prólogo muestra uno de los aspectos fundamentales de la obra, que consiste en el trabajo de encuadre y composición del plano. A propósito del estreno de la versión de Zack Snyder de La liga de la justicia, Cine Divergente ha publicado un podcast en el que se analiza, entre muchos aspectos, el uso del formato 4:3 («pantalla cuadrada») en dicho filme, lo que da pie al análisis de la elección de formatos a la hora de rodar una película. Por un lado, Álvaro Peña señala que este formato se está convirtiendo en una especie de lugar común para cierto cine de autor, como una manera muy superficial con que ciertos directores parecen querer transmitir la sensación de que están ofreciendo una mirada personal. Por otro, Raúl Álvarez señala con rotundidad que el formato es mucho menos importante que el encuadre y la composición interna del plano, hasta el punto de que, si este se elabora de manera valiosa, el formato puede llegar a pasar desapercibido.

    The Killing of Two Lovers, Robert Machoian.
    La gran película del Americana 2021.

    «El sonido, el encuadre y la composición del plano son, en última instancia, los valores más poderosos de una cinta que expresa con lucidez, desde el lenguaje audiovisual, los conflictos y el sufrimiento de un personaje que se ha metido a sí mismo en un buen lío sentimental».


    A pesar de que en un principio a uno se le pueden encender las alarmas ante otra producción de autor que utiliza la pantalla cuadrada de manera caprichosa, resulta gratificante descubrir que The Killing of Two Lovers se aleja de estas dinámicas para ofrecer un inteligente, refinado y por momentos preciosista ejercicio de encuadre y composición, lo que provoca, como ya anticipaba Raúl Álvarez, que el formato pase desapercibido. En cada escena, Machoian consigue describir el estado emocional del personaje principal a partir de una precisa composición del plano —qué elementos comparten escena, cuáles aparecen separados en diferentes planos, qué se muestra enfocado y desenfocado, qué lugar ocupa en el plano cada elemento, etc.—, dando lugar a una narración que no requiere grandes verbalizaciones —el personaje, en toda su masculinidad problemática, es, de hecho, un hombre parco en palabras, que encuentra serias dificultades para expresar lo que siente— para transmitir sus ideas subtextuales.

    En el mismo podcast, Álvaro Peña señalaba que lo habitual en este tipo de obras es que el formato 4:3 fomente un uso excesivo de primeros planos de los rostros de los personajes. En un podcast previo, donde se cubría el Atlántida Film Fest, el propio Peña comentaba, a propósito de Blind Spot (2019), que este formato también se utiliza de manera muy enfática y superficial como una manera de transmitir la opresión que sufre el personaje principal del relato. Es cierto que The Killing of Two Lovers utiliza el formato con dichas implicaciones, pero en este caso se trata de solo una más de las múltiples maneras con las que el director transmite en imágenes el estado interno del protagonista, sin que en ningún caso abuse del recurso —especialmente si tenemos en cuenta que algunos de los instantes más tensos del relato tienen lugar a campo abierto, en planos generales—. En este sentido, el recurso formal que mejor describe el calvario que sufre David es la banda de sonido. Al estilo de Paul Thomas Anderson, el sonido se construye en torno a las imágenes, componiendo un todo que resulta imposible de desligar, a pesar de que la comunicación entre sonido e imagen no sea directa. Lejos de utilizar elementos de sonido que formen parte del universo retratado, en la obra se opta por una composición extradiegética y abstracta, formada por sonidos que transmiten las sensaciones del protagonista de manera simbólica, sin la necesidad de estar representados de manera literal en la realidad en la que vive. El sonido, el encuadre y la composición del plano son, en última instancia, los valores más poderosos de una cinta que expresa con lucidez, desde el lenguaje audiovisual, los conflictos y el sufrimiento de un personaje que se ha metido a sí mismo en un buen lío sentimental.


    Yago Paris |
    © Revista EAM / Madrid


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