Cine alemán en la Berlinale 2021 (IV)
▶ Especial | Cine alemán Siglo XXI*
Una de las anécdotas más conocidas del cine de Serguéi Eisenstein tiene que ver con la presencia de León Trotski en Octubre, la película que le fue encargada para conmemorar el décimo aniversario de la Revolución rusa. En pleno rodaje, Trotski cayó en desgracia con el régimen estalinista, y el cineasta recibió la orden tajante de eliminar por completo a su personaje, pese a que ya había rodado varias escenas con él. Así, el actor que daba vida al líder soviético pasó de un potencial estrellato a verse suprimido del metraje, y ni siquiera su nombre llegó a trascender. Todo lo que se conoce de él, por declaraciones de Eisenstein, es que era «una especie de dentista». Pues bien, en esta figura misteriosa del actor sin nombre está el germen creativo de Bloodsuckers, el tercer largometraje de Julian Radlmaier presentado en la sección Encounters de la Berlinale 2021. Tal y como reza su eslogan, «una comedia marxista de vampiros».
Radlmaier, intrigado por esta historieta, escribió su película en torno a un protagonista, un hombre ruso llamado Lyovuschka (Alexandre Koberidze), que imagina cómo pudo ser ese intérprete borrado de Trotski. En Bloodsuckers, Lyovuschka llega a Alemania haciéndose pasar por un aristócrata perseguido por los comunistas, para obtener dinero que le permita comprar un billete a Estados Unidos y probar suerte como actor en Hollywood. Pero queda atrapado en un pueblecito costero y entabla una relación con Octavia (Lilith Stangenberg), la millonaria y frívola dueña de una fábrica local. Para enredar las cosas, la localidad se está viendo azotada por una plaga de vampirismo —aunque la aristocracia se empeña en achacarla a una epidemia debida a la falta de higiene de los obreros— que apunta a Octavia como principal responsable.
Así pues, Bloodsuckers crea una llamativa mixtura entre un trasfondo marxista, el elemento fantástico que aporta la trama de vampiros, trazas de comedia absurda y una ambientación de época nada convencional. Aunque situada en los años veinte, Radlmaier plaga la escenografía y el vestuario de elementos anacrónicos, que no dejan de evidenciar el carácter de representación de todo lo que vemos y evitan cualquier asomo de idealización nostálgica. Con todo ello, el cineasta alemán se preocupa especialmente por transmitir una visión mordaz de la lucha de clases y el desengaño con la Revolución soviética. La principal fuente de inspiración son los propios textos de Marx. No en vano, Radlmaier toma la parte vampírica de una cita literal de El capital, que define al capitalista como un chupasangre, y afirma no haber leído siquiera el Drácula de Bram Stoker. De ahí el carácter eminentemente intelectual que termina por tomar la propuesta, pese a su engañosa apariencia lúdica.
▶ Versión en alemán
* | Una sección auspiciada por el Goethe-Institut Madrid, institución pública cuya misión es promover, divulgar y promocionar el conocimiento de la lengua alemana y su cultura. |