Vehículos sin rumbo
▶ Especial | Cine alemán Siglo XXI*
BBungalow (2002), debut en el largometraje de Ulrich Köhler, se abre con el primer plano del rostro de Paul, un jovencísimo soldado. Por la trepidación y el sonido adivinamos que viaja en un vehículo y, para confirmarlo, la cámara panea para mostrarnos la fila de soldados en un camión y la carretera que se escapa por el fondo. Enseguida veremos que el adolescente abandona la formación, se sube a un coche con un desconocido y toma después un tren. Sabremos que está desertando para volver a la casa de sus padres, pero no la razón de ese arrebato. En estos pocos minutos, Paul ya ha condensado los parámetros esenciales de Köhler, que lo conectan nítidamente con los rasgos de la Escuela de Berlín. El carácter observacional y liberado de psicologismos: en su cine, las cosas pasan porque pasan —y qué mejor ejemplo que el repentino e inexplicado giro apocalíptico que da In My Room (2018)—. La búsqueda impulsiva de un futuro nuevo, cualquier futuro. Y, sobre todo, el estado de tránsito de sus protagonistas.
En este sentido, el plano citado tiene algo de fundacional en el cine de Köhler. En sus películas abundan tomas del estilo, con la cámara situada en el interior de un vehículo, desplegando los caminos posibles que se suceden tras el parabrisas. El vehículo se iguala a la cámara en su función de dispositivo de mirada. En Windows on Monday (Montag kommen die Fenster, 2006), un plano sostenido desde la delantera de un coche nos lleva de las calles nocturnas a una casucha en el monte sin que apenas percibamos solución de continuidad. El desplazamiento pone imágenes al volantazo vital que la protagonista acaba de dar, y que la empuja a una continua y misteriosa huida hacia adelante. Del mismo modo, serán los planos en el interior de un todoterreno los que nos lleven a la mutación del relato en una suerte de viaje conradiano en El mal del sueño (Schlafkrankheit, 2011); o el plano subjetivo de un deportivo, que atraviesa a toda velocidad las calles desiertas, el que nos transmite la nueva aceptación de su rol de «último hombre» que realiza el protagonista de In My Room.
Las películas de Köhler, así, se pueden definir como vehículos sin destino predefinido, y de huida del prefijado, sea este la adultez o el compromiso —resulta significativo que solo el protagonista de In My Room deje de moverse y eche raíces, y lo haga una vez ha desaparecido la humanidad—. En palabras del propio cineasta, sus películas tratan de «especulación», de «recorrer posibilidades». Tomemos otra imagen recurrente en su obra, siempre situada en los comienzos: la puerta de su casa familiar que, de un golpe, resquebraja el protagonista de Bungalow o directamente rompe el de In My Room; las viejas ventanas que vemos ser derribadas en Windows on Monday. El primer paso es echar abajo las barreras del hogar para dejar que por ellas se escape la familiaridad. En adelante, estaremos listos para ese tránsito perenne en el que se sitúa el cine de Köhler, esa búsqueda de cualquier futuro posible, sin lastres que arrastrar ni refugios a los que volver.
▶ Versión en alemán
* | Una sección auspiciada por el Goethe-Institut Madrid, institución pública cuya misión es promover, divulgar y promocionar el conocimiento de la lengua alemana y su cultura. |