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    Cine Alemán Siglo XXI

    Crítica | A media voz


    Sinfonía de un regreso

    Crítica ★★★★☆ de «A media voz», de Heidi Hassan y Patricia Pérez.

    Cuba, 2019. Directoras: Heidi Hassan, Patricia Pérez. Guion: Heidi Hassan, Patricia Pérez. Productoras: Coproducción Cuba-España-Francia-Suiza; Matriuska Producciones, Perspective Films, La 5ª Avenida Producciones, PCT Cinéma & Télévision S.A. Fotografía: Heidi Hassan, Patricia Pérez, Joakim Chardonnens, Lucía C. Pan, Blaise Villars, Almudena Sánchez, David Rodríguez Alfonso. Montaje: Heidi Hassan, Patricia Pérez y Diana Toucedo. Reparto: Documental, (intervenciones de: Heidi Hassan, Patricia Pérez Fernández).

    Una pulsión primaria enciende el motor de A media voz. Es el impulso de la nostalgia, el de la revisión. Las cineastas cubanas Patricia Pérez y Heidi Hassan avanzan y retroceden por el camino de la memoria para entenderse a sí mismas y a la otra, recuperando recuerdos compartidos e individuales, algunos felices, otros más amargos. «Necesito que vuelvas a mi vida», le confiesa una, a media voz (en off), a su vieja amiga. Desde el pasado, llegan imágenes testimonio que demuestran el vínculo que una vez existió entre ellas. El nexo de la creación, el de la amistad, el de la comprensión. Examinando las grabaciones de los últimos días que pasaron juntas en el rodaje de un filme que no llegaron a concluir, Heidi busca trazos de algo que desvelara lo que estaba por venir. Es decir, más de una década de separación, sentimientos de abandono, desarraigo e incomprensión. Mirando sus propios rostros, en ese momento jóvenes y aparentemente despreocupados, sin embargo, la directora choca con una barrera impenetrable. La misma que nos impide saber qué hay en la mente del otro, que convierte a los demás en misterio absoluto a los ojos de uno.

    A media voz es la correspondencia entre estas dos mentes creativas tan afines que, aun desde universos muy distintos, y con todo el equipaje que cargan en sus espaldas, siguen hablando un mismo idioma. En este caso, el del lenguaje de un cierto cine de sensibilidad documental pero que se acerca a las formas de lo experimental. Mezclando fragmentos del pasado (en texturizado VHS) y grabaciones más contemporáneas, autorreflexivas y generosas, Patricia y Heidi se retratan para presentarse a la otra y al espectador como las mujeres que son hoy en día. Durante la pieza, las dos dejan caer alguna que otra pista sobre cineastas que marcaron sus sensibilidades cinéfilas (se mencionan los nombres de Van Der Keuken o Agnès Varda), pero en A media voz, se hace evidente que ha sido necesario para ellas crear un modo propio de construir narrativas y sensaciones. Escapando de fórmulas conocidas, las directoras apuestan por la democratización de dos voces en off, que cuentan a dos tiempos, espacios (y desde mundos opuestos) la historia de sus vidas. En ese sentido, la apuesta es única, porque la naturaleza de lo que se narra también lo es. Y, a su vez, trata experiencias universales y perfectamente extrapolables, pues no deja de ser, en gran parte, la narración de travesías inmigrantes.

    A través de este collage visual y conceptual, Patricia Pérez y Heidi Hassan, regresan al punto de partida. Ese momento de sus vidas (el último rodaje en Cuba) a partir del cual sus pies les llevarían a caminar por distintos senderos. Tenemos, por un lado, la historia de Patricia, la primera en dejar el país, días después de esas imágenes. El desgarrador desánimo de una joven artista, la profunda falta de fe en su presente y las esperanzas de un futuro de libertad fuera de su tierra natal desembocan en un huir sin mirar atrás. A partir de ahí, tampoco esa autonomía estaría tan garantizada, como muestran las distintas paradas de su trayecto particular, que la llevan desde Holanda hasta España, donde queda oscilando en una precaria ilegalidad entre Madrid y Finisterre. En este incómodo estado permanecerá años, en los que, luchando por seguir adelante, deberá poner la mentalidad artística en standby en pos de la subsistencia. Por otro, tenemos el caso de Heidi, que, dolida por el abandono de su amiga, aún permanecerá unos cuantos años de derrotismo creativo y personal en Cuba, antes de mudarse a Ginebra. Allí, aunque el camino hacia la regularización de su estado en Europa se allanará gracias a la presencia de su (también cubana, pero ya residente) pareja, Heidi experimentará, como su compañera, la desolación que implica la distancia con el hogar.

    «A media voz es, en el fondo, la historia de dos líneas que, avanzando hacia direcciones contrarias, terminan encontrándose, inexplicablemente, en un mismo punto. En esas, se dan cuenta de que, en el viaje de regreso hacia ese momento germinal, comprendiéndose la una a la otra y aceptándose a la vez a sí mismas, está el secreto de la plenitud creativa que tantos años llevan buscando».


    A lo largo de todas esas vivencias, que son percibidas de forma tan distinta pero también, como se deja de manifiesto, tan parecida, las dos continuarán ejerciendo el acto de creación, aunque sea mirando hacia dentro, grabándose tanto a ellas como lo que las rodea. Desde esperanzados viajes en coche, impersonales y abarrotadas calles, la soledad de los nuevos hogares, las lágrimas, las risas, los bailes. Gracias a ese impulso de atesoramiento experiencial, son capaces de compilar, en este ejercicio, la impresión total que termina constituyendo su pieza La fundamental tarea de montaje, a cargo de las dos cineastas con la colaboración de Diana Toucedo (Trinta lumes) es clave para ir construyendo, poco a poco “una imagen que te hable de mí”, como se susurran la una a la otra en el inicio de la película. También es destacable el papel del diseño de sonido, que integra en sí las voces que vehiculan el avance del filme de forma remarcablemente orgánica. Siendo tan manido en el terreno del documental el recurso de la voz en off, suele ser un elemento delicado con el que tratar, en ocasiones algo tedioso. Sin embargo, las sensibles entonaciones de Patricia y Heidi, la pureza de lo vivido, así como lo magnético del relato, llega a generar un ligero efecto de trance, sintiéndose uno partícipe del mismo trayecto que están efectuando Patricia y Heidi. A media voz es, en el fondo, la historia de dos líneas que, avanzando hacia direcciones contrarias, terminan encontrándose, inexplicablemente, en un mismo punto. En esas, se dan cuenta de que, en el viaje de regreso hacia ese momento germinal, comprendiéndose la una a la otra y aceptándose a la vez a sí mismas, está el secreto de la plenitud creativa que tantos años llevan buscando. En el hecho de permitirse la libertad en la forma, en las palabras, en querer entenderse y encontrarse, está el retorno a una cierta felicidad original.


    Júlia Gaitano Mendizábal |
    © Revista EAM / Barcelona


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