Adiós al rey
Despedida a un mito: Sean Connery
El mundo del cine vuelve a estar de luto con la desaparición de una de sus más grandes estrellas. A los 90 años, nos ha dejado el inolvidable Sean Connery, sin duda el mejor James Bond que ha conocido la gran pantalla. Nacido en Escocia, en 1930, fue un joven que destacó por su impresionante atractivo y forma física. Con su 1,88 de estatura, estaba destinado a ser uno de los galanes del cine de los 60 y 70, después de una etapa como culturista y modelo. Comenzó a ejercer de secundario en producciones británicas antes de saltar a Hollywood, donde su primer papel protagonista sería en una cinta Disney tan entrañable como Darby O'Gill y el Rey de los duendes (Robert Stevenson, 1959). 1962 sería su año clave, ya que, además de formar parte del reparto multiestelar de la bélica El día más largo (Ken Annakin, Andrew Marton, Bernhard Wicki), fue escogido para dar vida al seductor agente 007, creado por Ian Fleming en la primera película de la saga, Agente 007 contra el Dr. No (Terence Young), todo un éxito que le convirtió en leyenda, repitiendo este rol en seis ocasiones más. Entre los diferentes capítulos de la serie, Connery supo desempeñar todo tipo de personajes que evitaron un encasillamiento en el que habría sido fácil caer. Papeles como los de La mujer de paja (Basil Dearden, 1964), Marnie, la ladrona (Alfred Hitchcock, 1964), La colina de los hombres perdidos (Sidney Lumet, 1965), Un loco maravilloso (Irvin Kershner, 1966), Shalako (Edward Dmytrik, 1968), La tienda roja (Mikhail Kalatozov, 1969), Odio en las entrañas (Martin Ritt, 1969), La ofensa (Sidney Lumet, 1973), Zardoz (John Boorman, 1974), Asesinato en el Orient Express (Sidney Lumet, 1974), El viento y el león (John Milius, 1975), El hombre que pudo reinar (John Huston, 1975) —obra maestra del género de aventuras en el que compartió cartel con otro monstruo sagrado como Michael Caine—, Robin y Marian (Richard Lester, 1976) —donde fue el Robin Hood más crepuscular del celuloide, junto a la delicada Audrey Hepburn—, Un puente lejano (Richard Attenborough, 1977), El primer gran asalto al tren (Michael Crichton, 1978), Los héroes del tiempo (Terry Gilliam, 1981), Atmósfera cero (Peter Hyams, 1981) —interesante variación, en clave de ciencia ficción, del western Solo ante el peligro (Fred Zinnemann, 1952)— o Cinco días, un verano (Fred Zinnemann, 1982).
Las décadas de los 80 y 90 le proporcionaron una espléndida madurez apoyada por grandes éxitos comerciales, siendo el mentor de Christopher Lambert en la fantástica Los inmortales (Russell Mulcahy, 1986), el monje Guillermo de Baskerville en la adaptación de la novela de Umberto Eco El nombre de la rosa (Jean-Jacques Annaud, 1986), el agente de Los intocables de Eliot Ness (Brian De Palma, 1987) —papel por el que ganó su único Óscar, como actor secundario— o el mismísimo padre de Harrison Ford en Indiana Jones y la última cruzada (Steven Spielberg, 1989), personaje que consiguió eclipsar al protagonista e hizo de esta entrega la más divertida de la franquicia. La casa Rusia (Fred Schepisi, 1990), La caza del octubre rojo (John McTiernan, 1990), Robin Hood: Príncipe de los ladrones (Kevin Reynolds, 1991), Los últimos días del edén (John McTiernan, 1992), Sol naciente (Philip Kaufman, 1993), Causa justa (Arne Glimcher, 1995), El primer caballero (Jerry Zucker, 1995), La roca (Michael Bay, 1996) o La trampa (Jon Amiel, 1999) siguieron demostrando que Connery era un reclamo de cara a la taquilla. Tras Descubriendo a Forrester (Gus Van Sant, 2000) y La liga de los hombres extraordinarios (Stephen Norrington, 2003), el veterano actor decidió retirarse del cine. Han sido 17 años de discreto retiro de los focos que ha culminado hoy con una despedida que ha dejado a millones de fans huérfanos de su carisma único y buen hacer interpretativo. Un héroe de acción. Un galán. Un notable actor dramático. Sin duda, un actor completísimo.
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