Menú fílmico para una cuarentena
Volumen V prescrito por Aitor Salinas
Lo que estamos sintiendo en el confinamiento no es tanto aburrimiento como vacío, pero es fácil no distinguirlo cuando la monotonía lo tiñe todo de gris. Aquellas emociones que inundaron nuestras casas hace un mes – el miedo, la incertidumbre, la preocupación – se han desvanecido poco a poco, disolviéndose entre las paredes como fantasmas que se cansaron de atormentar a los vivos. Su ausencia nos ha convertido en víctimas de una rutina hueca en la que las mercenarias agujas del reloj avanzan para no llegar a ninguna parte, y nos levantamos cada mañana para vivir y sentir lo mismo: nada. Porque mirando día tras día hacia un horizonte que se aleja a cada paso, es difícil encontrarle sentido a las cosas. En casa, los estímulos se han agotado. Nada queda ya para hacernos reír o llorar salvo los recuerdos. El miedo es rutina, pero la rutina no da miedo. Sin darnos cuenta, nos vemos sumidos en un hastío sin emociones, pero el cine puede salvarnos. Cansados de las vistas de las nuestras, actúa como una ventana al mundo, real e imaginario, a través de la que poder soñar. Las películas nos encojen el alma, nos lo llenan y nos lo rompen para después arreglarlo, muchas veces rompiéndolo más todavía (esta lista podría ser Casablanca diez veces). Ahora que el confinamiento lo tiene en desuso, el cine puede llenarlo de la emoción que falta en nuestras vidas. Espero que estas diez películas lo hagan de alguna manera.
▼ The English Patient, Anthony Minghella; Charlie’s Angels: Full Throttle, McG.
Bilbao, Bigas Luna; One from the Heart, Francis Ford Coppola.
Bilbao, Bigas Luna; One from the Heart, Francis Ford Coppola.
El paciente inglés (The English Patient, Anthony Minghella, 1996). La pueden ver en HBO.
Confinados en un perpetuo domingo, cualquier momento es bueno para dejarse llevar por una de las películas más románticas de la historia. Creada emulando los grandes melodramas clásicos que Hollywood hoy no se atrevería a hacer, su mayor virtud no surge de su tamaño, sino de la humildad con la que se construye. Cómo cada segundo y cada mirada demuestran que Minghella entendía que un amor lleva tiempo construirlo, pero también olvidarlo.
Corazonada (One from the heart, Francis Ford Coppola, 1981). La pueden ver en Filmin.
Para aquellos que todavía lo hagan, esta película es recordada por la ingente cantidad de dinero que hizo perder a Coppola, pero también merece serlo como la más cinematográfica de su filmografía. Corazonada está diseñada para que seas consciente en todo momento de que estás viendo una película. La plasticidad de un Las Vegas construido de cero en el estudio Zoetrope, una fotografía creada a través de colores que no existen en el mundo real y la complejidad de la imagen, que muta a través de superposiciones y juegos de montaje, construye una película estéticamente muy densa, de tintes casi oníricos, para contar una historia de amor sorprendentemente honesta y sencilla. El cine es artificio, parece decir Coppola, pero también verdad.
Los ángeles de Charlie: Al límite (Charlie’s Angels: Full Throttle, McG, 2003).
La pueden ver en HBO y Sky.
Antes de que todas las películas de acción tuvieran lugar en el mismo universo marrón, hiperdigitalizado y sin gracia, McG dirigía como si no tuviera absolutamente nada que perder. Al igual que cuando Paul Verhoeven casi destruye su carrera por convertir el sexo que el público esperaba de Showgirls en un espectáculo grotesco e incómodo, McG coge los clichés que la crítica le acusó de no entender y se ríe de todos y cada uno de ellos en secuencias crecientemente ridículas, incluido un homenaje a Sweet Charity de Bob Fosse donde los efectos de sonido parecen sacados de los Looney Tunes. Todo el mundo en esta película se lo está pasando tan bien riéndose de sí mismo y lo está haciendo de forma tan entregada a la parodia que, cuando Demi Moore aparece armada con dos Desert Eagle Mark XIX doradas vestida solo con lencería, un abrigo de piel y stillettos, a uno solo le queda aplaudir.
Bilbao (Bigas Luna, 1978). La pueden ver en Movistar +.
Antes de Lynch o Cronenberg estuvo Bigas Luna. En su segunda película como director (por aquel entonces todavía era Bigas Luna, el artista conceptual), se sumergió en una sucia y sórdida Barcelona post-franquista que retrató a través de un hombre obsesionado con una prostituta llamada Bilbao. La mirada fetichista de la cámara y cómo se complementa (por contraste) con el monólogo interior del personaje crea un relato incómodo y radical como pocas veces se ha visto en España, quizá solo igualado por Arrebato de Iván Zulueta.
▼ My Blueberry Nights, Wong-Kar-wai; 7th Heaven, Frank Borzage.
Wendy and Lucy, Kelly Reichardt; Unfaithful, Adrian Lyne.
Wendy and Lucy, Kelly Reichardt; Unfaithful, Adrian Lyne.
My Blueberry Nights (Wong Kar-wai, 2007). La pueden ver en Filmin.
Si Wong Kar-wai es conocido por la suntuosidad visual de sus películas, aquí utiliza todos los recursos de su carrera en los primeros 20 minutos de metraje. Considerado en su momento un ejercicio de estilo vacío (ahora no se la considera nada porque nadie se acuerda de ella), Wong parece preguntarse qué pasaría si tuviera que hacer un remake americano de su propio cine. La respuesta incluye, en el mejor de los sentidos, todos los convencionalismos del melodrama noventero americano, un abandono casi radical de la sutileza y elegancia que caracteriza su obra y un embriagador sentido de la emoción que se deriva de la yuxtaposición de las dos anteriores. Es, básicamente, la película que Xavier Dolan lleva una década intentando hacer.
Infiel (Unfaithful, Adrian Lyne, 2002). La pueden ver en Amazon Prime.
Adrian Lyne va a pasar injustamente a la historia como un director obsesionado con el sexo, pero sus películas siempre han estado mucho más interesadas en analizar todo lo que sucede en torno a él. Quizá el mejor ejemplo de su maestría a la hora de estudiar la humanidad de sus personajes es Infiel, una obra que en el papel se limita a perpetuar los códigos del sexy-trhiller, pero que bajo la dirección de Lyne se convierte en una devastadora obra sobre la desesperación, la culpabilidad y la insatisfacción en la que se ve sumida la familia de Diane Lane.
Wendy & Lucy (Kelly Reichardt, 2008). La pueden ver en Filmin.
Hay una escena en esta película en la que un hombre le da al personaje de Michelle Williams, interpretando aquí a una mujer al borde de la indigencia, unos dólares con el fin de ayudarla. No quiero describir la escena entera para evitar arruinar el golpe dramático a aquellos que no la hayan visto, pero no exagero cuando os digo que pienso en esa escena todos los días de mi vida. Hasta ahí llega el poder de Kelly Reichardt en una de las obras más estremecedoras del cine reciente.
El séptimo cielo (7th Heaven, Frank Borzage, 1927). La pueden ver en Filmin.
Esta película tiene varios elementos capaces de desarmar hasta al más cínico espectador, pero ninguno es tan efectivo como su sencillez. La historia se desarrolla con la inocencia de un cuento de hadas, donde los malos son muy malos y los buenos son muy buenos, lo cual le permite a Borzage utilizar el poder de la cámara para contar su historia y crear imágenes que, de tan pequeñas, se vuelven enormes: nada define mejor la sensación de estar enamorado como trabajar en las alcantarillas y vivir en las estrellas.
▼ My Best Friend’s Wedding, P.J. Hogan; 風立ちぬ, Hayao Miyazaki.
El viento se levanta (風立ちぬ [Kaze Tachinu], Hayao Miyazaki, 2013).
La pueden ver en Netflix.
La sombra de la guerra se cierne sobre esta bellísima reflexión acerca del paso del tiempo y los sueños que, para Miyazaki, son como el aire. Nos pasamos la vida tratando de atraparlos, queriendo volar, solo para darnos cuenta cuando es demasiado tarde de que lo único que necesitamos hacer es dejarnos llevar. Como despedida a una carrera marcada por mundos imaginarios, Miyazaki dirigió una película donde la magia solo está en los sueños de su protagonista. Unos sueños que acabaron envenenados por la crueldad de la guerra, pero que definen a su protagonista de una forma tan melancólicamente bella que uno es incapaz de concebir la vida sin ellos.
La boda de mi mejor amigo (My Best Friend’s Wedding, P.J. Hogan, 1997).
La pueden ver en Netflix.
De todas las brillantes comedias románticas que Roberts protagonizó en la década de los 90, La boda de mi mejor amigo es la única que no cree en los finales de cuento, pero sí en los finales felices. «Will Cinderella dance again?», le pregunta Rupert Everett en la escena final a una Roberts abatida por acabar soltera en una de sus películas. Ella resiste una sonrisa, pero él no se da por vencido. «Maybe there won't be marriage... Maybe there won't be sex... But, by God, there'll dancing». Julia Roberts rompe a reír con una de esas carcajadas que podría iluminar el estado de Nevada durante una semana y, de repente, el mundo es un lugar mejor. En estos días, donde no hay nada que ilumine nuestros mundos, quizá su risa es todo lo que tengamos. Pero, si uno sabe apreciarla, también es todo lo que necesita.