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    Cine Alemán Siglo XXI

    Crítica | Doctor Sueño

    Resplandor en la oscuridad

    Crítica ★★★★☆ de «Doctor Sueño», de Mike Flanagan.

    Estados Unidos. 2019. Título original: Doctor Sleep. Director: Mike Flanagan. Guion: Akiva Goldsman, Mike Flanagan (Novela: Stephen King). Productores: Jon Berg, Trevor Macy. Productoras: Warner Bros. / Intrepid Pictures / Vertigo Entertainment. Distribuida por Warner Bros. Fotografía: Michael Fimognari. Música: The Newton Brothers. Montaje: Mike Flanagan. Reparto: Ewan McGregor, Rebecca Ferguson, Kylieg Curran, Cliff Curtis, Emily Alyn Lind, Zahn McClarnon, Carel Struycken, Jacob Tremblay, Bruce Greenwood, Alex Essoe, Carl Lumbly, Catherine Parker, Selena Anduze, Chelsea Talmadge, Jocelin Donahue.

    Si hay un título en la Historia del Cine que defina en toda su complejidad lo difícil que puede ser realizar una buena adaptación cinematográfica a partir de una base literaria ese es, sin duda, El resplandor (Stanley Kubrick, 1980). Casi cuatro décadas después de su estreno, pocas voces se atreverían a poner en entredicho sus muchas virtudes como maravillosa obra de terror, instalada, por méritos propios, entre las mejores que ha dado el género. Ahora bien, los brillantes resultados de aquella película respondían más a la mano maestra de su perfeccionista director en una historia que hizo suya, alejándose considerablemente de lo que Stephen King quiso plasmar en su novela. Famosas son las terribles impresiones que el escritor siempre ha tenido sobre la que, paradójicamente, se convirtió en una de las mayores obras maestras cinematográficas que surgieron de su universo literario. Es uno de esos casos en que la personalidad del realizador detrás del proyecto es tan poderosa y única que prevalece sobre todo lo demás. El resplandor fue una película de Kubrick y así aprendimos a amarla los aficionados al género. Cuando en 2013, Stephen King nos regaló una secuela del libro, Doctor Sueño, todos supimos que esa nueva historia acabaría siendo plasmada, más pronto que tarde, en la gran pantalla, y el reto estaba en que se hiciese con el suficiente respeto al material original como para contentar al autor y, al mismo tiempo, guardase cierta conexión con lo ofrecido por Kubrick en la cinta protagonizada, hacha en mano, por un inmenso Jack Nicholson. Cuatro décadas se han necesitado para reconciliar a estos dos genios, cada uno en su ámbito profesional, y el responsable ha sido uno de esos directores que llevan unos años dando síntomas de que la genialidad, si bien aún no la había alcanzado, sí era algo que venía acariciando con cada nuevo trabajo. Oculus (2013) fue el título que hizo que todas las miradas se posaran en un Mike Flanagan que, posteriormente, consiguió hacer una secuela estimable de un producto tan anodino como Ouija (Stiles White, 2013); facturar una atractiva entrega de psicópatas acosadores en la inquietante Hush (2016) o crear, para Netflix, una de las series de terror más alabadas de los últimos tiempos, La maldición de Hill House (2018).

    No cabe duda de que la buena mano demostrada por Flanagan a la hora de confeccionar aquella adaptación televisiva de la novela de fantasmas de Shirley Jackson ha sido crucial para que se le confiara la dirección de Doctor Sueño. Casi tanto como los efectivos resultados obtenidos con El juego de Gerald (2017), su primera toma de contacto con una obra de Stephen King, también encomendada a la plataforma Netflix. Sea como fuere, la jugada ha salido redonda y esta nueva película del universo King puede medirse de igual a igual (e incluso superarla) con It: Capítulo 2 (Andy Muschietti, 2019) para disputarse el título de la mejor traslación al cine del autor en este año. La historia se sitúa tres décadas después de que el pequeño Danny Torrance y su madre, Wendy, consiguieran salir con vida de aquel fantasmagórico Hotel Overlook que terminó anulando la razón de su padre. Convertido en un adulto con problemas de alcoholismo, como forma de apagar sus poderes extraordinarios, conocidos como “resplandor”, trabaja en un hospital y ayuda a que pacientes terminales alcancen la paz necesaria para hacer su tránsito al más allá menos terrorífico. Ewan McGregor es el actor encargado de tomar el relevo de Danny Lloyd en el personaje de Danny Torrance, realizando una labor notable, que sabe transmitir de manera eficaz el miedo que siente hacia los fantasmas del pasado que continúan ahí, persiguiéndole, seducidos por esa luz poco frecuente que desprende. Doctor Sueño es un filme que tiene su línea narrativa propia, por lo que se puede disfrutar independientemente de lo vivido en El resplandor, aunque el visionado de aquella es fundamental para conocer mejor el alma de su personaje protagonista. Stephen King se ha marcado una secuela extraña y poco usual, abriendo una poderosa mitología que incluye a una suerte de comuna de viajeros paranormales que tratan de perpetuar sus existencias alimentándose del “resplandor” de niños que, como Danny, tienen dotes prodigiosas. Unos villanos, conocidos como el Nudo verdadero, que en la película de Flanagan están muy bien dibujados, sobre todo esa Rose la Chistera a la que Rebecca Ferguson consigue elevar a la altura de otras presencias desasosegantes del cine de terror como las del Hombre Alto de Phantasma (Don Coscarelli, 1979) o el reverendo Kane de Poltergeist 2: El otro lado (Brian Gibson, 1985). Sus escenas, acechando a sus indefensas víctimas infantiles con la ayuda de sus secuaces, son absolutamente perturbadoras y alcanzan, en ocasiones, unas cuotas de crueldad inauditas para una propuesta comercial de este tipo (el pasaje protagonizado por el pequeño Jacob Tremblay queda grabado para siempre en la retina).

    Doctor Sleep, Mike Flanagan.
    La confirmación de Flanagan como uno de los realizadores del género más personales.


    «Una de las mejores obras de terror de los últimos años, capaz de soportar sobre sus hombros con el peso de una obra maestra como su predecesora y ofrecer unos caminos nuevos, tan fascinantes como espeluznantes».


    Doctor Sueño es una obra extensa (dos horas y media de metraje), que ofrece un tipo de horror más cercano a la espiritualidad de El sexto sentido (M. Night Shyamalan, 1999), con Danny sirviendo de mentor de Abra, una niña con la que está conectado psíquicamente, ya que posee una cantidad de “resplandor” tan desorbitada que la convierte en objetivo del Nudo verdadero. El relato transcurre, de manera sinuosa y elegante (Flanagan es un virtuoso creador de imágenes que prometen ser icónicas), entre apariciones fantasmales –excelentes las conversaciones que Danny mantiene con ese Dick Hallorann (Carl Lumbly no desmerece en nada al Scatman Crothers de quien recoge el testigo) con el que estableciera estrechos vínculos en el Overlook–, episódicos ataques de la secta devoradora de almas hacia los pequeños portadores de su resplandeciente alimento, y (y aquí radica el principal cambio con respecto al libro) constantes homenajes visuales a la cinta de Kubrick. De hecho, la escena que abre la película, con la steadycam persiguiendo, una vez más, al triciclo manejado por Danny, a través de los pasillos del hotel, hasta detenerse ante la puerta de la amenazante habitación 237, es toda una declaración de intenciones respecto a que esta Doctor Sueño no quiera desvincularse de El resplandor por mucho que Stephen King reniegue de ella. Estos guiños y juegos autorreferenciales (el Dies Irae sonando en la BSO sigue poniendo los pelos de punta, tanto como ese sonido de latidos de corazón que, como en la cinta de Kubrick, acompañan a la partitura de The Newton Brothers) alcanzan su punto culminante en un clímax final, totalmente inventado para el cine, que devuelve a Danny Torrance al escenario de sus pesadillas infantiles. Aquellas presencias sobrenaturales que tantos escalofríos despertaron en 1980 (la mujer putrefacta de la bañera, las gemelas al final del pasillo, el inquietante barman) vuelven a hacer acto de presencia en cada rincón de un Hotel Overlook que ha sido maravillosamente recreado –por segunda vez en poco tiempo, recuerden Ready Player One (Steven Spielberg, 2018)– para la ocasión (también el helado laberinto en el que Jack Torrance encontró la muerte). Estos veinte minutos finales, más espectaculares y efectistas, pueden no casar demasiado bien con el resto del metraje, más intimista y personal, pero supone un gozoso retorno a uno de los pasajes del terror más memorables del celuloide. Es la manera con la que el genial (esta vez sí) Flanagan, rinde pleitesía al enorme Kubrick sin traicionar del todo a un Stephen King que ha quedado satisfecho con el resultado final. Tanto como el público, que debería saludar a esta Doctor Sueño como una de las mejores obras de terror de los últimos años, capaz de soportar sobre sus hombros con el peso de una obra maestra como su predecesora y ofrecer unos caminos nuevos, tan fascinantes como espeluznantes | ★★★★☆


    José Martín León |
    © Revista EAM / Madrid


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