Nuevos tiempos, viejas costumbres
Especial 64ª edición de la Semana Internacional de cine de Valladolid.
Los aplausos. Gestos automatizados en festivales; medidores de sensaciones para algunos, explosiones de admiración para otros; simples actos de rebeldía o cúlmenes forzados por la regiduría de turno. Los aplausos, y su implosión al final de cada proyección, son lo más llamativo para el espectador primerizo de la Seminci. Los aplausos del público convencional que asiste casi por decreto a cada edición del certamen de su ciudad, una celebración veterana disoluble de la esencia pucelana. Esta fiesta de palmas es la verdadera demostración del amor que el espectador tiene por su festival. Poco importa la calidad de la película, el público aplaude. Con una ingenuidad que enternece, que nos traslada a otros tiempos donde la obra de un cineasta siempre estaba por delante, y, tras ella, el respeto de la platea. Los aplausos de la Seminci acaban disolviendo los silbidos, incluso algunos ronquidos, de la prensa acreditada. Esa fauna de fácil reconocimiento –son los seres hiperactivos que pululan en cócteles como si de polillas rondando un foco de luz se trataran— y, tristemente, con cada vez menos relevancia. De esta manera, cuanto más cerca esté uno del público local más sencillo resulta apreciar esta Semana Internacional de Cine de Valladolid que el próximo sábado día 19 iniciará su ya sexagésimo cuarta entrega. Un acto de supervivencia increíble si lo piensan. La batalla de la Seminci está (y estará) perdida. El prestigio es un fulgor dorado devenido leyenda. Solo queda la tradición como soporte —más ese ciudadano patrimonial. La industria lo ha cambiado todo y los pequeños festivales luchan por prevalecer. De nada valen los galones o los huecos ocupados en revistas decanas. Es otra época. Ser sabedor de esto es el principal mérito.
Alabar a la Seminci es ser consciente de sus profundas limitaciones. No solo es una cuestión de rango y la consecuente carestía presupuestaria. También es una cuestión artística. Pese a la rebeldía de sus programadores, hablamos de un festival-contenedor, que aglutina lo más destacado de la factoría autoral presentada en los festivales de Categoría A meses atrás, en una dura competencia con Gijón y Sevilla. En cierta manera, es el catálogo de las distribuidoras independientes nacionales realizando una primera prueba de estrés, de cara a una futura, que no inminente, salida hacia salas comerciales. Un banco de pruebas donde convergen diferentes trayectorias y dinámicas que aclaran el destino de estas obras una vez se sometan al interés del usuario. A propósito de ello, un ejemplo reciente con trabajos creados en unas similares coordenadas de proximidad. El curso pasado arribaron a la competición de la Seminci tres títulos nórdicos: Utoya. 22 de julio (Utøya 22. Juli, Erik Poppe, 2018), The guilty (Den skyldige, Gustav Möller, 2018) y La mujer de la montaña (Kona fer í stríð, Benedikt Erlingsson, 2018). Tres largometrajes muy estimables que vivieron premieres muy diferentes en los certámenes que las presentaron pero que salieron de Pucela con un estatus muy distinto que después tuvo correlación con su prestación en taquilla. La cinta noruega de Erik Poppe fue la gran sensación de la Berlinale gracias a su formato y el impacto de los hechos narrados. Pero una vez disuelto el shock –algo contribuyó también la visión de Greengrass con otra película basada en los mismos hechos—, su calificación de ficción-evento fue una losa que acabó sepultando su visibilidad y minó la confianza de su distribuidora. En el lado opuesto se ubican las creaciones de Möller y, sobre todo, Erlingsson, dos de las triunfadoras anónimas de 2018. Ambas se exhibieron sin hacer mucho ruido en Sundance y Cannes (Quincena de Realizadores), respectivamente; llegaron a Valladolid como posibles outsiders y partieron como las películas más valoradas por el público vallisoletano, el mismo que aplaude al final de cada sesión. ¿Casualidad? Ninguna. El mencionado espectador de la Seminci es el mismo que sostiene a la distribución española. El mismo que acude en masa los Renoir, los Golem o los cines Paz de Madrid. El mismo por el que existe aún un mercado pese a la más que evidente sobrecarga de títulos cada fin de semana. Una coyuntura que subraya esa máxima de que no hay películas malas, solo el espectador incorrecto.
▼ «El plan», de Polo Menárquez; «A vida invisible de Eurídice Gusmao», de Karim Aïnouz;
«Intemperie» de Benito Zambrano; «Le Jeune Ahmed» de Jean-Pierre y Luc Dardenne.
«Intemperie» de Benito Zambrano; «Le Jeune Ahmed» de Jean-Pierre y Luc Dardenne.
Así, de este modo, son las películas con un grado de apertura mayor las que calan a orillas del Pisuerga. Y ahí radica el valor del festival: el equilibrio entre lo comercial y lo vanguardista, de la convivencia entre obras destinadas a cubrir diferentes espectros surge un enriquecedor debate sobre el estado de la ficción de autor y los caminos que ha tomado en los últimos años. Y quiénes mejor que los Dardenne para ejercer de termómetro de esta. Ganadores en 1996 de la Espiga de Oro con La promesa (La promesse), la pareja de realizadores belga presentará en España a una clara favorita al máximo galardón. Le Jeune Ahmed, sección oficial del Festival de Cannes, tiene todos los ingredientes no solo para conmover al archimentado público, sino también para lograr la atención del jurado que en esta entrega compondrán Josefina Molina (Presidenta), Philippe Lesage, Rosa Montero, Thierry Forte, Dilip Mehta, Keti Machavariani e Iván Giroud. Un relato profundamente humanista sobre un niño transitando las postrimerías del fundamentalismo islámico que roza el tremendismo en ocasiones pero posee la honestidad que ha caracterizado a la filmografía de los realizadores de Engis. En cierta medida, como sucede con el cine de Ken Loach, hablamos de una narrativa casi primigenia, que raras veces se ha prestado a las mutaciones que portan las tendencias. Un clasicismo bien entendido para reflejar una verdad absoluta, recurriendo a Averroes, casi matemática.
Los Dardenne no son los únicos directores ganadores de la Espiga de Oro que competirán en la 64ª entrega. Por un lado, un clásico por estos lares, Goran Paskaljevic, cuya obra y Valladolid están íntimamente unidos. Un realizador cuya perspectiva, al igual que la de los Dardenne, pertenece a otro tiempo. Un cine cuyas imágenes caducas han dibujado, a veces con optimismo, a veces con crudeza, el dolor de un territorio que todavía se lame sus heridas. Con su último filme, Nonostante la nebbia (A pesar de la niebla), sin embargo, deja atrás los Balcanes, para situarnos en una pequeña localidad romana y contarnos la acogida de un pequeño inmigrante por parte de un matrimonio de mediana edad interpretado por Donatella Finocchiaro y Giorgio Tirabassi. En puridad, Paskaljevic en la cuna del neorrealismo. ¿Estamos preparados para ello? Seguramente ya no. Por otro, Grímur Hákonarson, ganador de la Espiga de Oro en 2015 con Rams, el valle de los carneros (Hrútar). Uno de los miembros más destacados de la nueva ola del cine islandés que cambió la ficción de su país en la adolescencia del nuevo milenio. Su tercera obra, The County, empero invita a la desconfianza de antemano. ¿Cómo un realizador tras un año soberbio en el que obtuvo un sinfín de reconocimientos ha pasado desapercibido para los grandes certámenes, tanto que ha estrenado su filme directamente en salas de su país? Una cuestión demasiado larga para una respuesta que se prevé muy corta. ¿Quizá no la vieron los espectadores correctos? Se preguntarán con sorna. «Inga, una agricultora de mediana edad, se rebela contra la poderosa cooperativa local. Intenta sumar apoyos entre los demás agricultores del lugar para denunciar la corrupción de la cooperativa, pero se encuentra con una sólida resistencia que le obliga a desafiar la relación de dependencia y lealtad que vincula a la comunidad con el monopolio», reza su sinopsis. ¿Les suena? Dudamos muchísimo que tenga la frescura de la citada La mujer de la montaña. Y más atendiendo a los avances. Pese a ello, hay que mantener la esperanza en un autor que puede que necesite más tiempo más madurar las obsesiones que motorizan su cine al igual que han hecho coterráneos como Benedikt Erlingsson y Hlynur Palmason.
▼ «Adam», de Maryam Touzani; «And then we danced», de Levan Akin;
«Cat in the wall» de Mina Mileva y Vesela Kazakova; «Echo» de Rúnar Rúnarsson.
«Cat in the wall» de Mina Mileva y Vesela Kazakova; «Echo» de Rúnar Rúnarsson.
En este repaso a la sección oficial de la Seminci, seguimos en Islandia con uno de los realizadores fetiche de esta publicación: Rúnar Rúnarsson, ganador de la Concha de Oro del Festival de San Sebastián en 2016 con Sparrows. Su tercera película, Echo, es la propuesta más valiente de esta entrega del festival. Un políptico conformado por 56 escenas que retratan estampas navideñas como modus para definir la evolución de la sociedad nórdica. Un largometraje que desafía a sus propias opciones comerciales como ya anticipó la crítica tras su exhibición en el Festival de Locarno. Una razón más que poderosa para esperar con ilusión su primera sesión en el Teatro Calderón.
Precisamente, en la ciudad helvética dio sus primeros pasos la búlgara Cat in the Wall, una concesión a la comedia por parte del equipo de programación que descubren a Mina Mileva y Vesela Kazakova, dos jóvenes directoras que debutan con esta sátira sobre el Brexit personificada por Irina (Irina Atanasova), una arquitecta que busca prosperar en Londres huyendo de las subvenciones para inmigrantes que disfrutan los vecinos de su edificio. Cuenta con reseñas excelentes que ratifican el buen momento para el cine búlgaro. Una salud de la que es responsable otro tándem: Kristina Grozeva-Petar Valchanov, los creadores de La lección (2014) y Un minuto de gloria (2016) retornan con The Father, que ganó el Globo de Cristal del Festival de Karlovy Vary. Una propuesta que, como indica su sinopsis, mezcla drama y comedia: «El día siguiente al fallecimiento de Valentina, su desconsolado marido Vassil y su hijo Pavel descubren que la difunta no deja de realizar llamadas al teléfono de una vecina. Vassil, que es un crédulo aficionado a los fenómenos paranormales, emprende un viaje con el fin de entrevistarse con un reputado parapsicólogo». Con o sin médiums mediante, tiene por supuesto nuestra atención.
Pese a su modestia, Karlovy Vary es uno de los festivales mejor valorados por directores y programadores. Su vínculo con la Seminci es inquebrantable como demuestra la inclusión en la sección oficial de la reseñada The Father y la esperadísima segunda película de Jan-Ole Gerster, Lara. Tras la fantástica Oh Boy (2012), nominada a mejor película y mejor actor en los Premios de Cine Europeo en 2013, Gerster intentó sin demasiada fortuna una segunda ficción con su inseparable Tom Schilling. La falta de financiación hundió varios proyectos que contaban con su firma en fases muy tempranas de preproducción. Podemos, de esta manera, calificar a Lara como una «hija deseada» para el joven director teutón. De nuevo, con Schilling en el reparto, aunque en un rol secundario. La protagonista es la mujer cuyo nombre da título al filme. «Lara (Corinna Harfouch) es una mujer de mediana edad que se va reencontrar con su hijo Viktor, un afamado pianista al que ella formó y aupó, en el escenario tras varias semanas sin mantener contacto. Ella hace todo lo posible para que el evento sea un éxito, pero nada más lejos de la realidad, todo se tuerce según se acerca el momento». Como hiciera con su ópera prima, Gerster cuestiona el elitista mundo artístico en esta fábula ambientada en la Alemania de posguerra. Una de las citas ineludibles de esta 64ª edición de la Seminci.
Y de un bastión del cine independiente como Karlovy Vary a otro como Róterdam. En el IFFR se dio a conocer la película argentina Hombres de piel dura, drama LGBT dirigido por José Celestino Campusano que narra las peripecias de «Ariel, un atractivo joven homosexual que habita en una zona rural de la provincia de Buenos Aires, Argentina. En su pubertad fue seducido por un sacerdote católico llamado Omar, que se aprovecha de su inocencia e inexperiencia para vapulearlo emocionalmente. Harto de la situación, Ariel pone fin a la relación. La dolorosa búsqueda del amor por parte de Ariel se ve coronada al relacionarse con un joven cuatrero llamado Ramírez, que vive en la clandestinidad hostigado por la policía». Wall Javier y Germán Tarantino encabezan el reparto de este drama que aún no tiene distribución en España. Una gran oportunidad para disfrutar del estilo de Campuzano, un realizador de dilatada trayectoria pero cuya obra pocas veces ha pisado territorio peninsular.
▼ «Lara», de Jan-Ole Gerster; «Öndög», de Wang Quan’an;
«Papicha» de Mounia Meddour; «The tale of three sisters» de Emin Alper.
«Papicha» de Mounia Meddour; «The tale of three sisters» de Emin Alper.
Como cabe esperar en un festival de estas características, Cannes y Berlín son las principales fuentes de las que se nutre su programa. En el caso del certamen galo llama la atención que las películas seleccionadas tienen una vocación accesible, tratantes de temas complejos desde una mirada luminosa: Adam, Papicha y A Vida Invisível de Eurídice Gusmão (Un Certain Regard) y And then we danced (Quincena de Realizadores). Adam, primera película de Maryam Touzani, cuenta las vicisitudes de «Abla, que regenta una humilde pastelería en su propia vivienda de Casablanca, donde vive sola con Warda, su hija de 8 años. Su rutina, dictada por el trabajo y las labores domésticas, se ve un día interrumpida cuando alguien llama a su puerta. Se trata de Samia, una joven embarazada que busca empleo y techo». Drama costumbrista de canon recurrente que busca reflejar la situación de la mujer en el mundo musulmán. Un objetivo que comparte con Papicha, otro debut, este caso el de Mounia Meddour, de clara perspectiva exógena para tratar la historia de superación de un grupo de jóvenes diseñadoras que anhelan sacar adelante un desfile de modelos en Argel, una actividad penada por la ley islámica. Un producto tan agradable como simplón que cuenta con una excelente fotografía de Léo Lefèvre y demasiadas ganas de agradar.
Como le ocurre a la ganadora del premio a la mejor película de Un Certain Regard, la brasileña A Vida Invisível de Eurídice Gusmão, realizada por Karim Aïnouz: «Río de Janeiro, 1950. Dentro de la conservadora casa de la familia portuguesa Gusmão, Eurídice, de 18 años, y Guida, de 20, son dos inseparables hermanas que se procuran un espacio seguro para sus esperanzas y aspiraciones. Mientras Guida tiene en su hermana pequeña una fiel confidente de sus aventuras románticas, Eurídice encuentra en su enérgica hermana mayor el aliento que necesita para perseguir su sueño de convertirse en pianista profesional». La brillante camarógrafa Hélène Louvart compone las luces y colores de este drama de época interpretado por Carol Duarte y Júlia Stockler que busca epatar con forma y fondo. Mucho más sugerente es la representante de Suecia en los Oscars, And then we danced, una historia de amor homosexual entre dos bailarines folclóricos de la Compañía Nacional de Danza de Georgia, Merab e Irakli, compañeros y rivales cuya relación, y el anhelo de acercamiento de Merab, serán la espoleta para que este se libere quebrando el conservadurismo que le rodea. Estamos ante la mejor película de este joven cineasta de origen georgiano que ha desarrollado toda su carrera en el país de adopción de sus padres. Uno de los títulos, sin duda, de la temporada.
Berlín, por otra parte, aporta dos largometrajes a la sección oficial: la mongola Öndög y la turca The tale of three sisters, dos trabajos que evitan con talento los habituales trazos que componen las cuotas exóticas de cada festival. La primera, dirigida por Wang Quan’an, nos sitúa en la Mongolia esteparia para describir la custodia de una escena de un crimen por parte de un policía novato. A sabiendas de los peligros de la zona, se le encomienda a una pastora del lugar su protección. Un planteamiento muy atractivo para este thriller dramático que firma uno de los cineastas asiáticos más interesantes de la última década. Una denominación, trasladada a territorio turco, que bien pudiera describir a Elmin Alper, uno de los responsables del amanecer del cine de su país, más allá de exploitations y parodias. Alper dirige The tale of three sisters, que relata el reencuentro entre tres hermanas tras haber sido enviadas por separado a familias adoptivas de la capital buscando una vida mejor. Un lienzo vitalista y lleno de matices apoyado en la excelente dirección de fotografía de Emre Erkmen.
Por el mercado de la Berlinale justamente pasó la película más mediática de esta edición de la Seminci: The Farewell, dirigida por Lulu Wang. Un producto A24 que se ha erigido en una de las revelaciones de 2019. Comedia con varias capas que nos traslada a la vida de «Billi, nacida en China y criada en Estados Unidos, que vuelve a regañadientes a Changchún para descubrir que toda la familia sabe que, a su amada matriarca, Nai-Nai, le quedan pocas semanas de vida y que todos han decidido no contárselo. Para garantizar su felicidad, se reúnen con el pretexto de una acelerada y alegre boda, uniendo a toda la familia separada en países extranjeros». Una reunión que, como pueden presagiar, deviene locura. Una parodia de la ortodoxia de las familias chinas que ha arrancado carcajadas y lágrimas allá por donde se ha proyectado, lo que ha provocado que figure en algunas quinielas para ser intérprete principal en la temporada de premios que se asoma.
▼ «Nonostante la nebbia», de Goran Paskaljevic; «Arab Blues», de Manele Labidi Labbé;
«Master Cheng» de Mika Kaurismäki; «The Father» de Kristina Grozeva y Petar Valchanov.
«Master Cheng» de Mika Kaurismäki; «The Father» de Kristina Grozeva y Petar Valchanov.
Un fenómeno que seguramente tendrá su equivalencia en Francia con Arab Blues, estrenada en la Mostra de Venecia. Ayudará el magnetismo de su actriz protagonista, Golshifteh Farahani, que da vida a Selma, una psicoanalista que abre su propia consulta en Túnez tras finalizar la Primavera Árabe y que se ve asediada por peticiones de futuros pacientes. Dirige la novata Manèle Labidi este trabajo con moralina implícita a la que se le augura una excelente carrera comercial. Algo que se les desea a las dos representantes del cine español en la competición de la Seminci. La primera, Intemperie, que inaugurará esta entrega, supone la vuelta de Benito Zambrano. Lo hace con este drama que traslada a la pantalla la prosa de Jesús Carrasco: «Un niño que ha escapado de su pueblo escucha los gritos de los hombres que le buscan. Lo que queda ante él es una llanura infinita y árida que deberá atravesar si quiere alejarse definitivamente del infierno del que huye. Ante el acecho de sus perseguidores al servicio del capataz del pueblo, sus pasos se cruzarán con los de un pastor que le ofrece protección y, a partir de ese momento, ya nada será igual para ninguno de los dos». Luis Tosar y Luis Callejo son los actores protagonistas de esta epopeya que aúna aventuras con intriga. Por otra parte, Antonio de la Torre, Raúl Arévalo y Chema del Barco componen el trío protagonista de El plan, la primera ficción de Polo Menárquez que narra la vida a la deriva de tres amigos en el paro que han quedado para llevar a cabo un plan que se irá al traste tras averiarse el coche que los transporta. Estamos ante una comedia comercial articulada sobre diálogos mordaces y el carisma de unos actores que harán las delicias del respetable. Una promesa que quizá no pueda hacer Mika Kaurismäki, otro asiduo del certamen, que cerrará la 64ª edición con Master Cheng, un refrito de las comedias culinarias de la última década interpretado por Anna-Maija Tuokko y Chu Pak Hong. Una propuesta cómoda, amable y sin ningún tipo de pretensión que correrá el telón de una Seminci que deseamos que cumpla con las expectativas. En cualquier caso, no faltarán los benditos aplausos y la sonrisa de oreja de los habitantes de este universo efímero que rompe con la estampa tardoburguesa de la ciudad castellana.
Largometrajes a competición
*Primera película | + Distribuidora.
◼ Intemperie, de Benito Zambrano, España. Inauguración. + A contracorriente.
◼ El plan, de Polo Menárquez, España. + Filmax*.
◼ Adam, de Maryam Touzani, Marruecos. + Karma Films*.
◼ Papicha, de Mounia Meddour, Argelia. + BTeam Pictures*.
◼ Un divan à Tunis (Arab Blues), de Manele Labidi Labbé, Francia*. + Caramel Films.
◼ Kiz Kardesler (A Tale of Three Sisters), de Emin Alper, Turquía. + La Aventura.
◼ Cat in the Wall, de Mina Mileva y Vesela Kazakova, Bulgaria. + Surtsey Films*.
◼ Bashtata (The Father), de Kristina Grozeva y Petar Valchanov, Bulgaria. + Elamedia Estudios.
◼ Da Ceven Vicekvet (And Then We Danced), de Levan Akin, Suecia. + Avalon.
◼ Le Jeune Ahmed, de Jean-Pierre y Luc Dardenne. Bélgica. + Wanda Vision.
◼ Lara, de Jan-Ole Gerster, Alemania. + Alfa Pictures.
◼ Bergmál (Echo), de Rúnar Rúnarsson, Islandia.
◼ Héradid (The County), de Grímur Hákonarson, Islandia. + Karma Films.
◼ Nonostante la nebbia (Despite the Fog), de Goran Paskaljević, Serbia.
◼ Hombres de piel dura, de José Celestino Campusano, Argentina.
◼ A vida invisible de Eurídice Gusmao, de Karim Aïnouz, Brasil. + Vértigo Films.
◼ The Farewell, de Lulu Wang, Estados Unidos. + Vértigo Films.
◼ El huevo del dinosaurio (Öndög), de Wang Quan’an, Mongolia. + Caramel Films.
◼ Master Cheng (Mestari Cheng), de Mika Kaurismäki, Finlandia. Clausura. Fuera de concurso.
La Semana Internacional de Cine de Valladolid se desarrollará del 19 al 26 de octubre. Allí estará un servidor, Emilio M. Luna.
© Revista EAM / Cáceres
▼ «The Farewell», de Lulu Wang;
«Hombres de piel dura», de José Celestino Campuzano;
«Hombres de piel dura», de José Celestino Campuzano;