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    Cine Alemán Siglo XXI

    Crítica | Los Rodríguez y el más allá

    Falta de gravedad

    Crítica ★☆☆☆☆ de «Los Rodríguez y el más allá», de Paco Arango.
    Los Rodríguez y el más allá
    Ignacio Navarro
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    | Falta de gravedad | Crítica de «Los Rodríguez y el más allá», de Paco Arango.

    España y México, 2019. Dirección: Paco Arango. Guion: Paco Arango. Productoras: Guisante Films / Calcon Producciones. Fotografía: Carles Gusi. Montaje: Renato Sanjuán. Música: Nathan Wang. Dirección artística: Javier Fernández. Vestuario: Carlos Díez. Reparto: Edu Soto, Mariana Treviño, Geraldine Chaplin, Rossy de Palma, Rodrigo Simón Prida, Lucas Laso, Sara Jiménez, Santiago Segura, Enrique Villén, Tomás Pozzi, Omar Chaparro, Plácido Domingo, Macarena Gómez, Eduardo Gómez. Duración: 116 minutos.

    El crowdfunding está de moda en la industria cinematográfica, pues ante el decaimiento de los grandes estudios y a falta de recursos propios, los cineastas pueden aprovechar las aportaciones de sus espectadores potenciales, que se interesan monetariamente por un proyecto que desean que vea la luz. Las nuevas plataformas y la agilidad de las transferencias facilitan este proceso participativo, que impulsa esas historias más marginales pero con seguidores fieles. El proceso inverso es aquel donde la película se concibe desde un principio en la mente de su creador, que dispone de todos los recursos a su alcance para materializarla, aunque, paradójicamente, sea una historia que quizá no tanta gente quiera ver contada. El culmen de la paradoja la encontramos cuando la cinta en cuestión destina al menos parte de su recaudación a determinados fines benéficos o solidarios, y no al mero beneficio de los que han participado en ella. Lo encomiable de dicho objetivo no oculta lo curioso del contraste, pues el dinero no surge de múltiples personas que comparten con el equipo de la película la voluntad de su realización, sino que proviene de unas pocas y va a parar a esas otras personas ajenas a la producción y sin apenas conexión en cuanto al interés artístico que pudiera motivarla. Esto es lo que ocurre con el último trabajo de Paco Arango, cuyo principal aliciente es esa proyección benéfica, pues si analizamos la propia obra su interés decae radicalmente. No era gratuito iniciar esta reseña con el recuerdo del crowdfunding, porque Los Rodríguez y el más allá de hecho podría haberse correspondido con los sueños infantiles y más extravagantes de un puñado de contribuyentes, si no fuera porque carece de casi toda la personalización que caracteriza a ese tipo de proyectos. Y aquí llega otro nivel de paradoja, pues si uno de sus principales fines era devolver la sonrisa a niños enfermos, a través de esa distribución de la recaudación, habría sido más oportuno hacerlo con una cinta mucho más personal, y por ende empática.

    En lugar de ello, Los Rodríguez y el más allá resulta ser un batiburrillo donde priman la estilización y la mercadotecnia sobre la construcción de personajes. Es desafortunado porque la premisa habría permitido un desarrollo mucho más centrado en ellos, más intimista y cercano aun sin abandonar el afán de espectáculo. En concreto, el apellido del título designa a una familia en apariencia anodina, formada por el dueño de una tienda (Edu Soto), casado con una psiquiatra (Mariana Treviño), con su hija adolescente, su otra hija menor y el tercer hijo pequeño que nos narra la historia. Empieza refiriéndose a ese rasgo poco distintivo del apellido familiar, cuando en realidad, y pronto lo adivinamos, proviene de antepasados extraterrestres, que habitan en un planeta de otra galaxia llamado Maktub. Es como la Tierra pero anclado en 1951, debido a que en tal fecha se abrió un portal entre ambos mundos, y el responsable de cerrarlo fue el abuelo del narrador (Plácido Domingo), antaño maktubiano y desde entonces terrícola recompensado. Queda un séptimo miembro familiar al que aludir, la esposa (Geraldine Chaplin) de ese abuelo extravagante, y por tanto madre del vendedor, ahora internada en una residencia. Por lo demás, todos comparten unos superpoderes que les deberían permitir hacer frente a la amenaza que desde Maktub se cierne sobre ellos, cuando el portal se vuelve a abrir, pero aquí el giro es que precisamente para superar ese riesgo deben ocultar tales atributos de ciencia ficción. La explicación surge a medida que avanza la trama, incorporando personajes variopintos y motivaciones extrañas, pero sin profundizar en ninguno de estos elementos, ni ahondar en ese giro que habría sido muy interesante en una época en que abundan las películas de superhéroes y con ellas las posibilidades de redefinir el subgénero. De hecho, los superpoderes son muy comunes, así una fuerza sobrehumana o la invisibilidad voluntaria; no lo es tanto el del padre, que consiste en iluminarse su cara y trasero cuando se altera. Pero este atributo es tan inútil como poco gracioso, que es lo que sin duda se pretendía con él.

    Los Rodríguez y el más allá, Paco Arango.
    Una propuesta comercial que estrena European Dreams Factory.

    «Aunque técnicamente la película es competente, lo es sobre todo por su abundancia de recursos, no por el cuidado (aquí la falta de él) con que se ha trabajado, desde la estructura del libreto hasta el detalle de su visualización».


    El tono general es en efecto el de una comedia, pero los chistes son a menudo simplones y poco orgánicos. Si a quien se pretende hacer sonreír es a un niño, hay que reconocer que Los Rodríguez y el más allá cumple su cometido. Pero sus espectadores no pueden reducirse a los menores de edad si se quiere alcanzar cierta recaudación, y entonces ese otro público mayor que vaya a ver la película se encontrará con un humor demasiado pobre. Valga el dato de que uno de los primeros gags es el del niño protagonista tirándose un pedo en el baño, y uno de los últimos es el de un supuesto ministro corriendo por el jardín en calzoncillos. Lo de “supuesto” se debe a que es totalmente inverosímil que un sujeto con tal cargo, encargado del departamento de Hacienda para más inri, aparezca siempre sin ningún tipo de escolta ni asesores, y se comporte como un imbécil. La parodia es demasiado burda, de trazo grueso. Y lo comparten otros personajes accesorios, como el del vecino al que precisamente solo le interesa llevarse bien con el ministro, o el también “supuesto” antagonista, otro maktubiano interpretado por un Santiago Segura cuyo deje típico de Torrente impide que nos lo tomemos en serio… y menos cuando apenas disfruta de tiempo de pantalla y justificación en el libreto para que entendamos lo que realmente pretende y nos inquiete lo más mínimo. Es más, otro de los problemas del filme a medida que avanza es que se va haciendo algo confuso, por esa introducción concatenada de referentes y una sucesión de escenas hiladas por un montaje en ocasiones discutible. Lo es si nos fijamos en varios ejemplos de transiciones: así los encadenados noventeros del quebrado plano secuencia inicial; el montaje en paralelo entre la tierra y la, por llamarla de algún modo, sala de máquinas de Maktub (este montaje por definición aporta suspense, pero no funciona cuando el tiempo que se dedica a esas secuencias en paralelo está descompensado como ocurre aquí); los meros cortes de una escena que a veces acaba con un anticlimático primer plano (como cuando toda la familia va en coche); o el fundido en negro cuando al padre le disparan a su llegada a Maktub (el fundido en negro indica una elipsis, pero el fin de la acción es repentino y por eso habría sido más correcto el corte seco seguido de unos segundos de negro). Valga esta enumeración para mostrar que, aunque técnicamente la película es competente, lo es sobre todo por su abundancia de recursos, no por el cuidado (aquí la falta de él) con que se ha trabajado, desde la estructura del libreto hasta el detalle de su visualización. En resumen, si quieren contribuir a la mejora de otras personas menos afortunadas que uno mismo, aporten mejor directamente lo que consideren oportuno a las fundaciones o fondos disponibles, en lugar de pagar el peaje de esta película fallida | ★☆☆☆☆


    Ignacio Navarro Mejía |
    © Revista EAM / Madrid


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