En Movistar TV pueden disfrutar de uno de los mejores cortometrajes del año, Suc de síndria. Un trabajo por el que Irene Moray, tras su presentación en la pasada edición de la Berlinale, no ha parado de recibir elogios. Precisamente, en la capital alemana, entrevistamos a esta joven cineasta y fotógrafa de espíritu inconformista.
Irene Moray, directora de «Suc de síndria»
Texto e imagen de Rubén Seca Carol | Berlín.
¿De dónde te surge la necesidad de contar esta historia?
Fue un cúmulo de cosas, pero ir leyendo la prensa y que cada pocas semanas maten y violen a una mujer, era y es algo que me resulta muy doloroso. Por otro lado, me afectaba ver a mi alrededor como la gente no trata este tema de forma sensible ni tiene la capacidad de entender el peso que tiene un abuso sexual en una persona, cuando por desgracia hay a nuestro alrededor muchas más violaciones de las que creemos. Haber sido terapeuta de reiki con muchas mujeres de diferentes edades que no podían conectar con su sexualidad, también tuvo mucho peso supongo. Pero todo esto es para terminar de confesarte que realmente la historia surgió como por inspiración divina; me vino una idea en la cabeza y la escribí del tirón. Creo que la necesidad primera era el amor, o sea la necesidad de plasmar el amor que tal vez yo estaba sintiendo por mí misma, para la vida, y de mi convencimiento de que el amor puede sanar cualquier cosa.
¿Le diste muchas más vueltas al guion después de esta primera escritura?
Realmente mantuve las escenas y la estructura tal cual como salieron en la primera escritura, pero sí que remodelé los diálogos con los actores. Por ejemplo, las escenas del grupo de los colegas, lo que hice fue invitarlos a casa a comer unas pizzas y hacerles hablar de temas que yo planteaba y los hacía discutir de eso, pero dejándoles libertad para llegar a su manera. De estos ensayos cogí frases que habían sido divertidas tal y como las habían dicho ellos y las integré al guión de cara al rodaje para que las repitieran. Sí que añadí una nueva escena, que es la del bosque, con un pequeño conflicto que al principio no estaba. Pero el resto se parece mucho a la versión inicial.
¿Por qué decidiste ubicar la historia en este espacio en la naturaleza?
Para mí era muy importante que fuera en la naturaleza porque para mí había algo de que ella, Bárbara, pudiera conectar con su placer a través de la naturaleza o de la comida, de cosas que no son estrictamente sexuales. Que hubiera un placer, no sexual, pero erótico con la naturaleza.
Ademas, yo había pasado un verano allí en aquella localización y al escribir la historia me vino a la cabeza por inercia este espacio. Y finalmente pudimos también rodar en este mismo lugar, así que podríamos decir que fue totalmente ligado a la historia.
¿Por qué este título?
El título ya surgió como título provisional en la primera escritura de guion, y nos gustó mucho en general. Tuvimos después una época donde pensamos de cambiarlo, porque había gente a la que le parecía cursi, pero a mí me gustaba mucho el hecho de que fuera sencillo y además tuviera una sonoridad así algo sexi y poética a la vez.
Además, he de reconocer que este placer de comer una fruta dulce y que esto te conecte con algo erótico es algo bastante mío, por ello que el corto se titule así tiene bastante gracia.
Y, de hecho, hay algo bastante anecdótico a partir del título: gracias a que se titulaba así, conseguí que Ana Pfaff fuera la montadora, porque cuando le dije que estaba preparando un cortometraje que se titulaba Suc de Síndria, ella me dijo que en verano ella se bebe siempre a diario un zumo de sandía, y a partir de esto le dije medio en broma, ¡que tenía que ser mi montadora entonces! Coincidimos por casualidad en una proyección en el CCCB y yo no sabía ni que había hecho ella previamente en ese momento, pero cuando me dijo que era la montadora de Estiu 1993, etc, me quedé de piedra, porque era precisamente una de las películas que más me habían gustado en los últimos años. Cuando meses más tarde le escribí para recordarle el proyecto y preguntarle si quería ser la montadora, y aceptó al leer el guion, fue un momento muy feliz. ¡Y seguro que ayudó la conexión a partir del título para acordarse de mí meses más tarde!
¿Cómo ha sido trabajar con ella?
Increíble. Esta chica es una lección de cine. Trabajar con ella, codo a codo durante muchos días y muchas horas, nos llevó a crear una buena amistad. Ella es una persona muy sensible, sabe mucho de cine, pero ademas trabaja desde un lugar muy intuitivo también. Cuando después de tantas horas trabajando y dándole tantas vueltas, Ana me dijo que consideraba que había quedado ya todo muy fino y que habíamos llegado ya a un punto donde el corto estaba bien y que habíamos hecho buen trabajo, fue un momento muy satisfactorio para mí viniendo de ella.
Respecto a los actores, ¿llegaste a hacer casting o tenías ya muy claro que tenían que ser Elena y Max los protagonistas?
No, Elena y Max estaban ya desde el inicio. Cuando escribí el guion, se lo envié a tres personas, y una de ellas era Elena Martín. No tenía aún mucha confianza con ella, y se le envié pidiéndole que no lo criticara en exceso, que era una primera escritura pero que sentía que ella lo tenía que leer. Me contestó que se lo había leído en la playa y que se había puesto a llorar, que había conectado mucho con el guion. Fue entonces cuando le pregunté si quería ser la actriz protagonista y ella me contestó que sí, que estaba muriéndose de ganas de que se lo pidiera. ¡Estuvimos ambas muy emocionadas!
Una vez tuve a Elena en el proyecto, me planteé coger a un actor mayor que ella, porque pensaba que quizás estaba creando un personaje masculino muy maduro y que encajaba más con un actor de mayor edad. Pero pronto me di cuenta cuenta de mi propio prejuicio con ello, y fue cuando surgió la idea de que fuera Max, a quien ya había visto desplegar su talento en muchas obras de teatro y sumaba ademas el factor de que ya tenía una gran confianza con Elena.
Curiosamente, sí que hice castings para los actores secundarios, y vinieron amigos míos que no eran actores, y me di cuenta de que seguramente ya me había inspirado en ellos para dichos personajes porque son arquetipos de mi vida.
¿Cómo abordaste el trabajo con Max y Elena para conseguir tanta verdad?
Ensayamos pocos días, pero muy exhaustivamente. Yo les hablé mucho desde las emociones que yo quería conseguir y transmitir en el cortometraje, y por eso hablamos bastante sobre los personajes. Cuando empezamos a ensayar, lo primero que hicimos fueron ejercicios de tantra y de respiración, como por ejemplo hacerles mirarse a los ojos y respirar al mismo tiempo, y analizar que les pasaba por dentro. El objetivo era conseguir que se sacaran los dos la máscara de actores e ir a un lugar más vulnerable, más profundo. Esto lo busqué especialmente con Elena, haciendo meditaciones muy profundas, que las personas que no las han hecho más difícilmente pueden entender lo arriesgado que es eso. Mi experiencia en el reiki me permitió llevar a Elena a un terreno donde yo quería, apoyándola, abrazándola, llevándola hacia allí de una forma que se sintiera segura. Con la confianza que ya se tenían ellos previamente, y a partir de estos ensayos y ejercicios para adquirir más conciencia y de meditación, se acabó consiguiendo esta naturalidad y estas grandes interpretaciones. Hicieron un trabajo excepcional ambos, pero especialmente Elena en la escena final que no quiero revelar.
¿Cuántos días de rodaje fueron?
Fueron tres días, muy intensos. Íbamos prácticamente a toma única, porque no teníamos margen para mucho. Tomé la decisión de que a pesar de tener un presupuesto ajustado de unos 20.000€ quería que el equipo cobrara algo simbólico, no muy elevado por desgracia, pero suficiente como para ayudar a pagar un poco el alquiler del piso. Era algo importante para mí. El dinero en un rodaje se va volando, y esta decisión implicó que se tuviera que rodar a gran velocidad para ir avanzando lo más rápidamente posible.
La película es aún más autoral si tenemos en cuenta que te encargaste también de la Dirección de Fotografía. ¿Cómo lo gestionaste todo?
Lo pude manejar bien gracias a que Nonna Serra, la operadora de cámara, es un solete y me ayudó mucho. Cuando he trabajado con directores de fotografía me lo he pasado muy bien, pero a la vez nunca hacen al cien por cien lo que yo quiero, y yo los respeto porque es su trabajo. Pero para este proyecto que surgió como desde la intuición pensé que podía hacerlo yo misma como lo haría al hacer una fotografía. Tomé algunas decisiones radicales como rodar bajo luz durísima de sol directo, que escandalizaba al equipo de fotografía que consideraban que era algo muy arriesgado, ¡pero era lo que yo quería! Hubo momentos donde se mezclaba mi tarea de Dirección y Dirección de Fotografía, pero yo precisamente quería poder tener el control de esto para evitar tener discusiones con otro posible Director de Fotografía y poder centrarme especialmente en la dirección de actores sin perder tiempo con otras posibles discusiones. Por suerte estuvo allí siempre Nonna que fue toda una profesional y muy humilde, que estuvo siempre aportando al proyecto y aceptó mis decisiones a pesar de ser ella una Directora de Fotografía más experimentada, y que asumió incluso responsabilidades que no le correspondían. Le estoy muy agradecida por la humildad de haber aceptado mis decisiones a pesar de ser yo menos experimentada.
¿Por qué elegiste el formato de 4:3 para el cortometraje?
Considero que hay algo como muy visual en mí, y tuve muy claro desde el inicio que quería rodar con cuatro tercios porque quería que la película se pareciera visualmente a mis fotografías. Trabajo con una cámara que toma fotografías en un formato muy similar, y yo buscaba un look lo más natural posible. De hecho, si hubiera podido rodar en analógico hubiera sido mucho mejor, pero por desgracia es bastante complicado hacerlo hoy en día. El 4:3 te obliga a estar más con los personajes, es un formato muy de retrato y que hace que no te distraigas tanto otras cosas. Si quieres mostrar un paisaje simplemente abras más el cuadro, pero cuando quieres enfatizar en un personaje con cerrar un poco el plano consigues mucha más fuerza expresiva.
¿Con qué cámara rodasteis?
Con una Alexa mini. Quise rodar con una buena cámara y con buenas ópticas para compensar lo que sería un rodaje bastante punkie donde rodaríamos muchas cosas con luz natural y no teníamos focos como para montar un gran tinglado, y por eso quería tener al menos un margen amplio en la postproducción para poder tocar bien el color, etc. Entonces fue una inversión necesaria que se compensó a la vez evitando tener que alquilar otras cosas de iluminación.
Por último, después de este éxito en la Berlinale y de seguir con el circuito de festivales que está por venir, ¿tienes ya algún otro proyecto entre manos?
Sí, estoy empezando a escribir un guion de largometraje, pero está todavía en su fase inicial inicial. Aunque no está muy definido. Como te decía, soy muy visual y me vienen imágenes y escribo ideas o dibujo algo, pero aún se está gestando.