¿De qué va?
Crónica II de la 22ª edición del Festival Black Nights de Tallin.
No hay pregunta más detestada por un cinéfilo que la que da título a esta crónica. Pero sigue siendo la primera que brota de la boca de casi cualquiera —sí, cinéfilos incluidos; ¡maldita sea la inercia!— en cuanto oye hablar de una película. Y eso que la respuesta no significa nada. ¿De qué va Still River, de Angelos Frantzis? De una pareja griega que queda “embarazada” pese a no haber tenido relaciones sexuales en meses. ¿De qué va Bille, de Inara Kolmane? De la curiosa infancia de una niña letona en los años 30. ¿De qué va Rafiki, de Wanuri Kahiu? Del primer amor entre dos chicas keniatas. Dicho así, cualquiera de estos trabajos, presentes los tres en distinta secciones de la 22ª edición del Festival de Cine Internacional de Tallín, puede ser una maravilla o un auténtico bodrio. Y es que lo verdaderamente importante no es de qué va una película —o sea, su sinopsis de toda la vida— sino cómo queda eso plasmado en imágenes y sonidos. En un festival de cine, esta afirmación es todavía más rotunda, al radicar la diferencia entre una obra de arte y un despropósito en las decisiones formales de sus creadores. La historia (que no debe confundirse con el guion) suele ser lo de menos, aun cuando a menudo suponga el principal motivo para decantarse entre una obra u otra de no tener referencia alguna. Al tratarse de un festival de clase A, el Black Nights Film Festival tiene la obligación, como ya se dijo en la crónica anterior, de contar con estrenos mundiales en la medida de lo posible. Y, siendo el último del año, no hay más remedio que adentrarse, por así decirlo, en la dimensión desconocida, para ofrecer títulos tan interesantes como Bad Poems, del húngaro Gábor Reisz, Until We Fall, del francés Samanou Acheche Sahlstrøm, o Warewolf, del polaco Adrian Panek. Esta última cinta, por cierto, va de un grupo de niños que, tras ser liberados de un campo de concentración en 1945, quedan a merced de Dios en un palacio abandonado sin comida ni agua, pesadilla avivada por el ataque de perros lobo salvajes. ¿Suena a serie B, verdad? Pues nada más lejos de la realidad. Lo mejor es no dejarse guiar por la sinopsis de una película. ¡¿De qué va?! Qué importa. Y, puestos a no fiarse de la respuesta, ¿para qué preguntar?
A SHELTER AMONG THE CLOUDS
Streha mes reve, Robert Budina, Albania, Rumanía ǀ SECCIÓN OFICIAL.
En una ciudad montañosa del norte de Albania vive Besnik (Arben Bajraktaraj), un pastor que sufre de un trastorno mental, en compañía de su ya mayor padre. La zona es hermosa, como remarca la cuidada fotografía de Marius Panduru, pero está teñida de un conservadurismo religioso procedente de todos los frentes: él es musulmán, al igual que la estirpe de su hermana, pero la de su hermano es ortodoxa; su madre era católica, a lo que se suma que su padre es excomunista. Vamos, que, como en Albania, en esta familia hay de todo. Las distintas creencias conviven en relativa paz, pero el repentino descubrimiento de que la mezquita del pueblo fue en su día una iglesia trastoca la situación, despertando prejuicios largo tiempo contenidos. Hasta la hora de la comida se vuelve de pronto una zona de guerra por la relación que determinados alimentos tienen con las distintas creencias: que uno de los niños musulmanes, ingenuo él, esté a punto de comer cerdo es la gota que colma el vaso… Y uno no sabe si reír o llorar. Decidido a ser objetivo, Robert Budina presenta la situación con sumo respeto hacia todas sus partes sin dejar de lado un sutil espíritu crítico. No es ajeno al choque cultural: ya con Agon (2012), su ópera prima, siguió la migración a Grecia de dos hermanos albaneses de corte opuesto. En cualquier caso, mientras el mundo enloquece a su alrededor, Besnik inicia una relación inesperada con una mujer ajena a la comunidad que, pese a ser musulmana, prescinde de los sexistas atavíos habituales de dicha religión. Aun siendo muy creyente y padeciendo el trastorno mental mentado, él termina siendo el más sensato y abierto de miras de todos, dando la bienvenida tanto a la mujer como a sus ideas. «La gente ama a Dios pero es incapaz de amarse a sí misma», dice en un momento, iniciando así un camino en busca de sentido vital, quizá cansado ya de una existencia tan rutinaria como constreñida que, mirada desde fuera, se antoja absurda. A Shelter Among the Clouds, que podría fácilmente traducirse como Un refugio entre las nubes por la distribuidora española potencial pertinente, envuelve una invitación al diálogo entre culturas en un retrato de la desconocida existencia rural albana a todas luces sugestivo. 73/100.
Albania, Rumanía, 2018. Título original: Streha mes reve. Presentación: Festival de Tallín 2018. Dirección: Robert Budina. Guion: Robert Budina. Productora: Erafilm. Fotografía: Marius Panduru. Montaje: Ștefan Tatu. Música: Marius Leftărache. Reparto: Arben Bajraktaraj, Esela Pysqyli, Irena Cahani, Bruno Shllaku, Osman Ahmeti. Duración: 85 minutos.
TAKE IT OR LEAVE IT
Võta või jäta, Liina Trishkina, Estonia ǀ COMPETICIÓN DE CINE BÁLTICO.
En lo que respecta a expectativas y responsabilidades, la sociedad trata de forma muy diferente a madres y padres. A ellas se les otorga más confianza, pero también mayor culpa en caso de que algo salga mal; a ellos, se les perdona la incompetencia con mayor facilidad pero también se les arrebatan con mayor facilidad los derechos. Al final, todos pierden. De esta realidad trata Take it or Leave it, apuesta estonia para los próximos premios Oscar. Así, Erik, de 30 años (un excelente Reimo Sagor que se gana enseguida nuestra empatía), recibe un sábado por la mañana la notica de que su novia, a la que lleva seis meses sin ver, va a dar a luz. Y no sólo eso: Moonika no quiere saber nada del bebé, con lo que recae en el protagonista la decisión entre quedarse con él o darlo en adopción. Por supuesto, no hay buena elección posible, sobre todo cuando la niña nace para dejar de ser una hipótesis: pasar página sin más ya es imposible para Erik, pero hacerse cargo de ella cuando ni siquiera es capaz de cuidar de sí mismo, también. Al final, el joven decide cumplir con sus obligaciones paternales, confiando en que tarde o temprano la madre entre en razón (al menos, así es la situación a los ojos de una sociedad siempre inmisericorde con los progenitores irresponsables). Y, como cabía esperar, el camino es arduo, plasmándose sin tapujos las vicisitudes de ser padre soltero. Como recordatorio de la ausencia femenina, tres mujeres tendrán peso en la nueva realidad de Eric. Todo empieza con una madre que conoce mejor que nadie tanto las dificultades de criar un bebé como la incapacidad de su hijo para hacerlo (basta un par de planos para comprender que el padre nunca puso demasiado de su parte). Como conclusión de todo esto, ella trata de emparejar a la recién nacida con su otro hijo y su nuera, que nunca han buscado tener descendencia. Erik, claro está, se indigna, pero busca a su vez consuelo y apoyo en otra joven, también madre soltera. A través de tan distintos y bien definidos personajes da voz el filme a las mujeres, algo importante considerando que Erik se gana al espectador desde el principio y Moonika… no tanto. Se echa en falta de hecho el punto de vista de este personaje clave, pero lo cierto es que la fuerza del filme reside precisamente en la valentía y la honestidad con que escribe y dirige Liina Trishkina, no temiendo generar personajes controvertidos pese a mostrar compasión por todos y cada uno de ellos. 70/100.
Estonia, 2018. Título original: Võta või jäta. Presentación: Festival de Varsovia 2018. Dirección: Liina Trishkina. Guion: Liina Trishkina. Productora: ShenZhen HuaHao Film & Media Co. Fotografía: Erik Põllumaa. Montaje: Tambet Tasuja. Música: Sten Sheripov. Reparto: Reimo Sagor, Nora Altrov, Emily Viikman, Liis Lass, Adeele Sepp, Epp Eespäev, Andres Mähar, Egon Nuter, Mait Malmsten. Duración: 104 minutos.
THE RIB
Leigu, Wei Zhang, China ǀ PANORAMA.
Pese a los pasos de gigante dados durante los últimos años, la identidad transgénero sigue estando incomprendida en el mundo entero. Y, si es así en el mundo occidental, ¿qué esperar de otras regiones del mundo? En China, por ejemplo, las leyes están a favor de las personas disconformes con las etiquetas de género, sigue habiendo una marcada transfobia. Incluso su cinematografía, que siempre ha ido a la cabeza de las reivindicaciones sociales, ha relegado la cuestión a un segundo plano, lo que da a The Rib —literalmente, la costilla, en referencia a la creación de Eva a partir de Adam— un valor descomunal por tratarse de la primera película “mainstream” que la aborda de frente. En ella, Wei Zhang presenta a dos mujeres trans muy diferentes: la orgullosa Liu Mann (Gao Deng), que por fin se siente mujer de pleno derecho tras haberse operado y, sin embargo, es incapaz de ser feliz por culpa del desprecio que la rodea, y la más comedida Huang Yi (Yuan Weijie), quien, animada por su amiga, decide confesar por fin a su padre (Huang Jingyi), católico devoto, que nunca fue un hijo lo que tuvo. Colmadas de verdad, las interpretaciones del trío protagonista defienden bien un guion que, si bien se antoja demasiado obvio y hasta anticuado desde la perspectiva occidental (por avivar la idea de la reasignación de género como meta de toda persona trans, para empezar), es valeroso e incisivo considerando el contexto. Que toda la película se ruede en blanco y negro salvo el rojo vestido que marca un antes y un después en la narración también se antoja tan evidente como efectivo. Y lo mismo puede decirse de la conmovedora partitura de Zai Lao. Gran parte de la verdad que acoge la cinta se debe a que hasta ocho nombres firmen el guion, incluyendo el escritor trans estadounidense Marlo Vernier. Varias son, de hecho, las escenas para el recuerdo, desde el maltrato directo e indirecto que sufren las protagonistas en una tienda de ropa hasta las palabras de bienvenida que suelta un cura justo después de despreciar una identidad que ni se ha molestado en entender. La hipocresía social es terrible, sí, pero no hay villanos entre los personajes: hasta los que aparentan ser más desalmados son en el fondo víctimas a su vez de un sistema inculto y cruel por naturaleza. Por suerte, el acompasado desarrollo de la relación paternofilial de The Rib no alberga otra cosa que esperanza. 77/100.
China, 2018. Título original: Leigu. Presentación: Festival de Busan 2018. Dirección: Zhang Wei. Guion: Chen Ruirui, Meng Hao, Zhang He, Marlo Bernier, Amory Hui, Qin Ye, Li Dan, Wu Xuejun. Productora: ShenZhen HuaHao Film & Media Co. Fotografía: Lutz Reitemeier. Montaje: Sebastien de Sainte Croix, Renaud Moran, Karl Riedl. Música: Zai Lao. Reparto: Huang Jingyi, Yuan Weijie, Gao Deng, Meng Hao, Zhang Junxi, Guo Guoshang, Wang Yajun, Zhang You, Sheng Ze, Fang Ziyi, Chen Yanxin, Li Ye, Ding Zidi, Xiong Ke. Duración: 85 minutos.
Juan Roures
© Revista EAM / Tallin