Plano de apertura de There Will Be Blood
En una de las cartas que el cuentista y dramaturgo Anton Chéjov envía a su amigo y director de sus obras, Konstantín Stanislavsky, en relación a los ensayos de «Las tres hermanas», Chéjov dice: «Si con un suspiro uno de los actores es capaz de transmitir lo que en un párrafo entero, tachadlo sin piedad». Así, Chéjov entiende el arte de la representación teatral, no como la escenificación de un texto, sino como una entidad con vida propia. Paul Thomas Anderson nos presenta con There Will Be Blood (2007), The Master (2012) e Inherent Vice (2014) su propia radiografía de los hitos de la historia estadounidense que, al igual que las obras de Chéjov sobre el escenario, tienen un palpitar propio. Este palpitar nace de los protagonistas que, en cierta manera, se expanden impregnando toda la película con su esencia y haciendo que esta sea un reflejo de su propia personalidad. De esta manera, en cada primer plano de los tres filmes, cuando el protagonista ni si quiera ha aparecido, ya están mostrándose y diciendo algo sobre sí mismos. En los tres casos, se trata de algo inmanente (e incluso podría llegarse a decir que definitorio) de los personajes: en There Will Be Blood vemos el paisaje del oeste americano, donde en cualquier lugar, por recóndito que sea, puede haber una mina de ese ansiado oro negro para Daniel Plainview. Es ahí donde está el origen de su gracia y su desgracia, donde sitúa su ambición y sus anhelos más desesperados. Es casi paradójico que un lugar tan árido e infértil esconda tanta riqueza en sus entrañas, como si fuera un espejo invertido para Plainview, que exteriormente es rico, pero interiormente no termina de brotar.
Plano de apertura de The Master
Asimismo, el primer plano de The Master (figura 2) es agua de mar de un azul turquesa muy intenso que está en constante movimiento. Así se anticipa la personalidad de Freddie Quell, un hombre volátil y sin un lugar al que aferrarse tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, por lo que se deja llevar hacia donde la vida le lleve. Este plano, que además se va repitiendo a lo largo de toda la película marcando los hitos del personaje, representa, en cierta manera, su presente, su pasado y su futuro. Su pasado en la marina y la guerra como lo único que conoce, su presente acompañando a Lancaster Dodd en su causa (no en vano le conoce en un barco) y su futuro que, detonado por el Maestro, le llevará a su renacer como persona. De hecho, al igual que en There Will Be Blood, la paradoja se vuelve a cumplir: el agua le supone todo y nada, es su pasado de perdición como marine y su renacer como persona. Esto último, además, también lleva consigo un significado simbólico, pues el agua siempre ha sido identificada como dadora de vida.
Plano de apertura de Inherent Vice
Al igual que en las dos películas anteriores, el primer plano de Inherent Vice (figura 3) también expresa esta expansión del personaje en la película. Aquí vemos la calle de su casa y al fondo el mar. Ambos lugares suponen para Sportello la razón propia de su historia, pues guardan relación con Shasta, que es, al igual que Dodd en The Master, la desencadenante de la historia. Por un lado, la casa no es solo el lugar donde vivió con ella, sino que también es dónde se reencuentran después de llevar tiempo separados y donde ella, en ese mismo volver a encontrarse, le pide ayuda para salir de las complicaciones que atraviesa. Es decir, que al igual que en There Will Be Blood y The Master, aparece el lugar donde el detonante de la historia tiene lugar y donde la paradoja entra en juego: Sportello escoge como el momento más feliz de su vida aquel que pasa en el mar junto a Shasta, lo cual contrasta con el escenario del interior de su casa, donde ella ya no está. Estos tres primeros planos podrían ser una adaptación visual de ese suspiro del que hablaba Chéjov en su carta a Stanislavsky, un inicio a esa expansión total del personaje que impregna las tres películas, como si estas fueran, en última instancia, una inmersión en mundo interior de cada uno de ellos. De esta manera, se explicaría que el personaje ya se muestre sin haber sido visto, pues la propia película (incluyendo sus planos y campo sonoro) sería una extensión de él mismo.
En este mundo interior expandido, es inevitable que el protagonista se muestre tal y como es, sin tapujos ni reparos. Así nos damos cuenta de que todos ellos tienen una tara, un vacío del que se deben hacer cargo, pero que en un principio ni si quiera saben que albergan. Esta tara, además, crea concordancia con la paradoja presente en los primeros planos de cada una de las películas: en There Will Be Blood el vacío interior de Plainview se traduce en una incapacidad de amar, pues tiene una visión demasiado materialista del mundo, donde si no supones un beneficio, no tienes ningún interés para él. La única persona que parecía salvarse de esta teoría era su hijo, pero cuando este ensordece después de un accidente, lo envía lejos de sí en vez de intentar comprenderle o ayudarle, pues en el fondo sólo lo quería porque «necesitaba una cara bonita para comprar tierra». Aunque hubiese logrado llegar a amarle a su manera, en el momento en el que deja de serle útil también deja de quererle cerca. En el encuentro final con su hijo, Plainview por fin se da cuenta de este vacío, pero ya es demasiado tarde, su cinismo y su orgullo no le dejan aceptarlo ante él y acaba perdiendo a la única persona a la que había sido capaz de amar. A diferencia de la de Plainview, la trama de Quell es ascendente. Su tara es sí mismo y sabe, o al menos intuye, que hay un vacío en su interior que debe ser rellenado. No para de buscar hasta que lo encuentra, momento en el cual se acaba la película. Es decir, que mientras Plainview tiene su tara tan interiorizada que no es capaz de verla, aunque le esté hundiendo cada vez más en un pozo sin fondo, la de Quell le va empujando cada vez más en su historia, hacia el estado mental que ansiaba. De la misma manera que la tara de Quell empuja al personaje, a Sportello le empuja su vacío. Él quiere a Shasta, pero necesita alejarse de ella y lo que le rodea para poder llegar a aceptarse tal y como es. Es precisamente en esta tensión entre el deseo y la necesidad donde este vacío tan inherente tiene lugar, un vacío que solo él sería capaz de rellenar. De esta manera su trama se convierte en plana, puesto que aunque consiga su deseo, la satisfacción sería momentánea: Sportello jamás llegará a la felicidad completa si no ha suplido su necesidad primero.
Personajes satélite en There Will Be Blood, The Master e Inherent Vice.
La tara de cada uno de los personajes la hace evidente otro personaje satélite que constituye un recuerdo constante de su presencia, si bien es verdad que este recordatorio no será tomado de la misma manera por los tres protagonistas. Como no podía ser de otra manera, el personaje satélite de Plainview es su hijo, que le recuerda su incapacidad de amar, lo cual será desagradable para el protagonista, que acabará desdeñándolo (y siendo desdeñado) al no ser capaz de aceptarlo. El satélite de Quell es, desde luego, Lancaster Dodd, que le hace viajar a su pasado y verse desde la distancia del presente. Puesto que su camino está focalizado en un hito en el futuro, el recuerdo constante de su tara, si bien no es del todo placentero, tampoco es doloroso, pues viene motivado por ese algo superior a lo que aspira. Shasta constituye, por su parte, el satélite de Sportello. Es curioso que pese a no compartir la gran mayoría de las escenas Shasta cumpla esta función, si bien es verdad que no podría ser de otra manera, pues es quien le obliga a permanecer en la historia y la gran culpable de la tensión interna de Sportello. Es por esto que su recuerdo constante será en cierta manera alienante, pues no permite ver con claridad al protagonista.
Flashbacks en There Will Be Blood, The Master e Inherent Vice.
Cabe destacar, además, que en las tres películas encontramos una serie de flashbacks que nos hacen hincapié precisamente en la tara de cada personaje, pues siempre muestran algo significativo de ellos. Por ejemplo, cuando el hijo de Plainview se despide de él por última vez vemos un recuerdo de su infancia, subrayando con el plano que viene inmediatamente después el dolor real del padre por la pérdida del hijo, pero todavía más por su incapacidad de amarle. En The Master, cuando Quell vuelve por primera vez a su hogar y busca a la mujer a la que ama y en Inherent Vice en el momento feliz que vivieron Shasta y Sportello en la playa. Es decir, que todos estos flashbacks no sólo refuerzan la tara de los personajes, sino que además nos muestran aquello que han perdido y que su corazón más desea. En otras palabras, la tara acaba siendo la pérdida de un pasado que recuerdan más feliz. Un anhelo en el que, como ocurría con los actores de «Las tres hermanas», los personajes de Anderson son capaces de mostrase sin palabras, tan solo con un suspiro.
Edurne Larumbe Villarreal.