Apple of my eye
Crónica de la segunda jornada de la 71ª edición del Festival de Cannes.
Prólogo: Emilio Luna.
Críticas de Leto, Yomeddine, Petra, y Sorry Angel: Alberto Sáez Villarino.
Críticas de Sextape y Border: Víctor Blanes Picó.
Críticas de Leto, Yomeddine, Petra, y Sorry Angel: Alberto Sáez Villarino.
Críticas de Sextape y Border: Víctor Blanes Picó.
En un texto reciente, el crítico australiano Adrian Martin hablaba de la crítica que invadía los festivales de Categoría como un nuevo modelo de turismo –en este caso cinematográfico— que buscaba, ante todo, la exclusividad, el sentirse el primero que disfruta de una novedad –como si se tratara de un electrodoméstico o el último modelo de Smartphone— dentro del panorama fílmico. No será un servidor el que rebata a Martin esta sentencia, no obstante, el deseo de abrir ese regalo que a veces es el cine y ser el primero en poner cara de sorpresa es algo con lo que sueña cada crítico, programador o simple aficionado al séptimo arte. El Festival de Cannes es el paradigma de todo ello. Lo es, además, excluyendo al público de sus sesiones; solo un ameritado puede acceder a las entrañas del Lumiére o el Debussy; el resto, debe mirar –y, bueno, vestirse como un espantapájaros en la entrada para que le regalen una entrada. Algo que resulta paradójico: un certamen sin profanos entre sus asistentes y centenas de distribuidoras anhelando esa cinta para el público convencional que salve el año; la crítica subrayando lo que es válido y el jurado haciendo y deshaciendo con criterios más propios de la política regional que los de una selección de virtuosos de su especialidad artística. El pueblo siempre presente pero sin él; una contradicción tras otra.
No les describo nada nuevo. La traducción de todo esto para un neófito es asumir que jamás tendrá espacio justo cuando más lo desea. A los miles de personas que se agolpan en la Croisette y en la entrada de las salas, que en ocasiones deja una sensación de olla a presión, se une el reguero de preguntas a las que uno se ve sometido desde el último fundido a negro hasta ver la luz nublada extramuros. Una procesión que se solapa con lo comentado al inicio: tu opinión y con premura. Por momentos, abrumador y no demasiado ajustado. Unas distancias tan cortas que impiden la llegada de la mesura. Probablemente esta se quedó en la vista matinal al puesto de crepés. Por suerte, el tiempo dirá. Y, así, veremos qué tal maduran las protagonistas de la jornada del jueves, películas como la rusa Leto, la egipcia Yomeddine o la francesa Sorry Angel, representantes de la competición. Hago especial hincapié en la ópera prima de A.B. Shawky, una cinta de Un Certain Regard ascendida a la máxima competición por cuestiones geopolíticas. Una obra pequeña, destinada a salas de cine para espectadores maduros. Un trabajo que solo quiere recoger una historia singular, con ingenuidad, buscando el corazón del público. Por supuesto, ha sido destrozada por los especialistas. Frémaux anunció una renovación programativa al inicio del festival, ¿no deberíamos nosotros también reprogramarnos? ¿O seguimos o la misma cantinela?
LETO (SUMMER)
Kirill Serebrennikov, Rusia | COMPETICIÓN.
La historia de la música rock rusa podría dividirse en varios períodos muy bien delimitados: el primigenio, en el que se afinaban unos primeros acordes demasiado tímidos que no hacían el suficiente ruido para llegar a molestar, tuvo algo que llegó a ser muy positivo en esta época en la que el rock era básicamente imitativo de las grandes tendencias estadounidenses. Esas tendencias estaban bastante emparentadas con la situación religiosa y nacionalista del país, sin embargo, los jóvenes trataron de secularizar la escena underground por medio de voces rotas y letras incendiarias que dieron fama a algunos talentos tan prometedores como efímeros.
Detenido y bajo arresto domiciliario por un incierto delito de malversación de fondos, Kirill Serebrennikov se ha visto obligado a editar en un ordenador personal, desde su apartamento de Moscú, esta película sobre el nacimiento del rock underground en el Leningrado de los años 80. Con una estética videoclip muy bien intencionada, y un sinfín de referencias a algunas de las mejores bandas de rock de todos los tiempos, el realizador consigue trenzar un dinámico musical en el que se presenta la aparición de la gran promesa emergente de la contracultura soviética de los 80: Viktor Tsoi. Un biopic fresco y original sobre la amistad entre Tsoi y la gran estrella del momento, Mike, así como el delicado triángulo amoroso que se forma cuando entra en escena la novia de éste último, Natasha. Sin embargo, cualquier interés biográfico que pueda tener la película se ve afortunadamente mitigado por una propuesta musical excepcional, llena de homenajes a las grandes figuras estadounidenses que, por entonces, eran considerados los grandes enemigos del régimen. Pero esta premisa política tampoco servirá al director para distraerse de su objetivo verdadero: el rock. Por medio de videoclips imaginarios, en los que, tanto los protagonistas como improvisados secundarios, versionarán a algunos de los grandes clásicos de la época, como Lou Reed o David Bowie, la pantalla se llena de energía en esa delicada época de madurez en la que los artistas no son todavía conscientes de lo que supone ser adulto y, mucho menos, ser una celebridad. 70|100
Rusia, 2018. Título original: Petra. Director: Kirill Serebrennikov. Guion: Lily Idov, Mikhail Idov, Kirill Serebrennikov. Duración: 108 minutos. Edición: Yuri Karikh. Fotografía: Vladislav Opelyants. Música: Varios artistas. Productora: Hype Film / KinoVista. Intérpretes: Irina Starshenbaum, Teo Yoo, Roman Bilyk. Presentación oficial: Cannes Film Festival, 2018.
YOMMEDINE
A.B. Shawky, Egipto | COMPETICIÓN.
Los cristianos coptos se han convertido en una de las minorías cristianas más perseguidas del planeta. Su arraigo en la sociedad egipcia, su molesta y notoria presencia en la escena de Oriente Medio y su valentía a la hora de defender sus derechos, han situado a este grupo en el blanco de todos los atentados de odio, sobre todo tras la aparición y el gran auge de grupos terroristas como el Estado Islámico. Pero, si encima de cristiano, se es leproso, desde luego no parece que se tenga un futuro muy prometedor en Egipto, y eso es precisamente lo que tiene que sufrir Beshai cada día, desde que sus padres lo abandonaran en una colonia de leprosos y tuviera que crecer con el estigma de ser deforme en una sociedad sin escrúpulos.
La película de A. B. Shawky trata de este hombre quien, haciendo equipo con un niño huérfano, marcha junto a él en busca de lo que pueda quedar de sus familias. La película pronto toma una deriva demasiado efectista y se olvida del rigor narrativo y estético para tratar de alcanzar los sentimientos del espectador con una historia demoledora sobre la verdadera amistad y las consecuencias de vivir atrapado por la idea ilusoria de una vida mejor cuando, en realidad, no somos capaces de valorar lo que realmente importa y nos rodea. Tragicomedia de corte naíf que, pese a no tener gran calado, está dotada de una bonita moraleja, puede que más propia de una sesión de sobremesa dominguera que de una sección oficial de Cannes. 50|100
Egipto, 2018. Título original: Yomeddine. Director: A.B. Shawky. Guion: A.B. Shawky. Duración: 93 minutos. Edición: Erin Greenwell. Fotografía: Federico Cesca. Música: Omar Fadel. Productora: Coproducción Egipto-Estados Unidos-Austria; Desert Highway Pictures / Film-Clinic. Intérpretes: Rady Gamal, Ahmed Abdelhafiz. Presentación oficial: Cannes Film Festival, 2018.
SORRY ANGEL (PLAIRE AIMER ET COURIR VITE)
Christophe Honoré, Francia | COMPETICIÓN.
Sorry angel cuenta la historia de amor imposible entre un escritor maduro enfermo de sida y un joven amante de la lectura, adolescente y soñador. El realizador Christophe Honoré completa un melodrama de ritmo agónico con el que no consigue transmitir ni la elocuencia ni la profundidad que parece muy seguro de estar logrando con un constante y reiterativo vaivén sobre los mismo temas y dilemas amorosos entre dos hombres destinados a amarse y condenados a estar separados. El relato comienza de forma interesante, haciéndonos partícipes de la espontánea promiscuidad con la que se conocen ambos protagonistas y lo distinto de cada uno de ellos. A continuación, la película destinará gran parte –demasiada– de su argumento a relatar las vidas por separado de estos dos hombres que no resultan tan interesantes, ni tan atractivos como para dedicar tanto tiempo a un momento reflexivo tan pausado.
La trama comienza entonces a caer en una monótona y redundante sucesión de monólogos extraídos de fragmentos literarios y referencias demasiado explicativas a importantes figuras de la cultura francesa y norteamericana que, si en el primer o segundo ejemplo pudieron sonar convincentes, la constante mención a los mismos deviene en un presuntuoso y vulgar esfuerzo por transmitir una gravedad artificiosa y un dominio de los recursos retóricos cansino y desesperante. Pese a inequívoca voluntad de lograr un desenlace tragicómico acertado, la cinta ya había caído en una extenuación absoluta y su argumento quedó sometido a una completa falta de interés por el espectador. Honoré no logra contar nada nuevo, ni tan siquiera culminar con acierto un mensaje de alarma demasiado condicionado por clichés y banalidades tan obvias y superficiales que resulta inaudito tener que sufrirlas en un festival de estas características. 20|100
Francia, 2018. Título original: Plaire, aimer et courir vite (Sorry Angel). Director: Christophe Honoré. Guion: Christophe Honoré. Duración: 132 minutos. Edición: Chantal Hymans. Fotografía: Rémy Chevrin. Música: Varios artistas. Productora: Les Films Pelléas / arte France Cinéma. Intérpretes: Vincent Lacoste, Pierre Deladonchamps, Denis Podalydès, Rio Vega, Willemijn Kressenhof. Presentación oficial: Cannes Film Festival, 2018.
PETRA
Jaime Rosales, España-Dinamarca | QUINCENA DE REALIZADORES.
Petra comienza en el capítulo segundo de su historia, un episodio que vendrá precedido de un rótulo en el que se desvelará su contenido, y que trata de cómo Petra, una idealista pintora enamorada del concepto platónico de la pureza artística, conoció a Jaume, un prestigioso artista a quien visita con la intención de acercarse a su obra y su forma de trabajar como herramienta de aprendizaje y mejora en su proceso creativo. Con la presentación del tercer capítulo –segundo según el orden cronológico–, nos daremos cuenta de que la película seguirá esta tónica de desvelar acontecimientos de absoluta relevancia para la trama, técnica para dirigir nuestra atención, permitirnos que dejemos de pensar en el posible desenlace de cada acción y centrarnos, sin distracciones ni impaciencias, en la correcta diégesis argumental. En su adscripción al cine de la crueldad, Jaime Rosales presenta una intriga hanekiana hasta la médula, que se recrea, no tanto en la estética del sufrimiento promovida por el director austríaco, sino más bien en la teoría de una tortura psicológica desmedida y, en apariencia, sin fundamento. Sin embargo, esos títulos que parecen arrojarnos spoilers a cada momento, no serán tan relevantes como cabría imaginar, sino que su función será desviar nuestra atención para conducirnos a una exégesis final sublime y de gran impacto.
A diferencia de Haneke, Rosales sí protege al espectador de la sobreexposición a lo doloroso y lo desagradable, lo mantiene en un segundo plano, no lo hace partícipe sino que lo alza a una posición de jurado para que decida la severidad con la que quiere posicionarse en contra de ese artista tiránico que se ha propuesto destrozar la vida de quien se cruce en su camino. El silencio y los espacios vacíos que quedaban rellenos por medio de la violencia se verán ahora inundados por una incesante y desagradable perorata con la que el escultor presenta su antipatía hacia el resto del mundo. Desde el comienzo, Jaume deja claro que lo único que le proporciona placer en la vida es la humillación y el sufrimiento ajeno, sentirse superior al resto del universo y subrayar su posición ostentando una postura suplicante de quien recurre a él. No tardaremos en comprender, viendo las muestras de apatía y desinterés que el idolatrado artista deja a su paso, que su actitud vejatoria se debe, en realidad, a un profundo sentimiento autodestructivo que busca una respuesta a la altura de su vehemencia, por ello su imaginación no descansa en la búsqueda de nuevas formas de provocar dolor y padecimiento, sino que anhela una posible confrontación que le devuelva la ilusión y la emoción, para poder sentirse vivo una vez más.
Llegando al tercer cuarto de metraje todo sufrirá una alteración perceptiva cuando nos demos cuenta de que el falso narrador, aquél desde cuya perspectiva están escritos esos títulos que separan los capítulos, es una voz poco fiable que ha podido estar mintiéndonos o, al menos, ocultando lo realmente importante de cada escena, para hacernos caer en su juego de traiciones de confianza. En el desenlace todo cobrará sentido, la aparentemente desordenada presentación de cada capítulo es entendida ahora como una cuidadosa estrategia de revelado progresivo de información para conducirnos a una anagnórisis exitosa con la que, por fin, entender que el perverso maestro logró su propósito, aunque no todo salió como tenía planeado. Petra es un ejercicio de gran solidez y muy bien trazado, que consigue algo tan complicado como hacer de su guion la principal baza narrativa, sin escudarse en espejismos o desmesurados recursos de montaje; una narración tan cruda como inteligente sobre la tiranía en su estado más salvaje. 90|100
España, 2018. Título original: Petra. Director: Jaime Rosales. Guion: Jaime Rosales, Clara Roquet, Michel Gaztambide. Duración: 107 minutos. Edición: Lucía Casal. Fotografía: Hélène Louvart. Música: Kristian Eidnes Andersen. Productora: Coproducción España-Francia-Dinamarca; Fredesval Films / Wanda Visión / Oberón Cinematográfica / Les Productions Balthazar / Snowglobe Films. Intérpretes: Bárbara Lennie, Àlex Brendemühl, Marisa Paredes, Joan Botey, Petra Martínez, Carme Pla, Oriol Pla, Chema del Barco. Presentación oficial: Cannes Film Festival, 2018.
BORDER (GRÄNS)
Ali Abbassi, Suecia | UN CERTAIN REGARD.
En este nuevo mundo cibernético, denominamos «trol» a todo alborotador o polemista que, a través de mensajes en foros digitales, intenta molestar o provocar al resto de los participantes. En la cultura escandinava, estas criaturas eran seres malignos que habitaban grutas y bosques. Su representación es variada, pero una de las historias que abundan en el folklore del norte de Europa muestra a estos seres como salvajes de apariencia humana que realizan pequeños robos y raptan bebés humanos para cambiarlos por recién nacidos de su propia especie. Por utilizar uno de estos nuevos términos de la era de Internet, se dedicaban a trolear a la raza humana con sus pequeños intercambios. El director iraní afincado en Suecia Ali Abbasi adapta un cuento de John Ajvide Lindqvist sobre la historia de Tina, una vigilante de aduanas con la extraña habilidad de oler los sentimientos de la gente que a través de un hombre bastante sospechoso descubrirá sus orígenes.
El título Gräns, que significa «frontera», admite diversas lecturas dentro de la historia. Por un lado, Tina no deja de ser una «rara avis» por su extraña aptitud, vive apartada en una cabaña en medio del bosque con su pareja, que más bien es un compañero molesto, y apenas se relaciona con nadie. Por otro lado, la condición de criatura que irá descubriendo le hace atreverse a experimentar su lado más animal y cruzar la línea de lo que se establece como propio del ser humano. Abbasi no pierde la oportunidad de analizar temas como la identidad o el bien y el mal con las licencias propias que le permite una historia con toques fantásticos. ¿Justifica la opresión que han sufrido los trols durante años por la raza humana su plan para sabotear y poner en peligro la existencia de estos? Si cambiamos trols por simios, nos saldrá uno de los argumentos a los que lleva años dándole vueltas Hollywood y su fábrica de hacer secuelas. Lo cierto es que la premisa inicial de la que parte Abbasi, con un personaje capaz de oler sentimientos, resulta mucho más interesante que el desarrollo arquetípico al que se enfrentan sus personajes. Una vez entregada a la historia de amor y al dilema moral entre lo humano y lo instintivo, a la película lo único que le queda es apostar por una imagen potente y que impresione, ese instante que se quede en la retina por insólito, y, si bien la producción se ve lastrada por un maquillaje un tanto tosco, la verdad es que consigue sorprender por cierta relectura sexual sobre el mito de los trols. 60|100
2018. Suecia, Dinamarca. Dirección: Ali Abbasi. Guión: Ali Abbasi, Isabella Eklöf, John Ajvide Lindqvist. Fotografía: Nadim Carlsen. Montaje: Olivia Neergaard-Holm, Anders Skov. Música: Christoffer Berg, Martin Dirkov. Reparto: Eva Melander, Eero Milonoff, Jörgen Thorsson, Ann Petrén, Sten Ljunggren.
SEXTAPE (À GENOUX LES GARS)
Antoine Desrosières, Francia | UN CERTAIN REGARD.
Puede que el director galo Antoine Desrosières se pueda colgar la medalla de haber hecho la primera película que gira en torno a la felación. Y es que los jóvenes protagonistas de esta comedia banal y soez parecen desear en todo momento bajarse los pantalones para que alguna mujer, poco les importa cuál, les practica la dichosa felación. El problema en sí no es la práctica sexual, ni mucho menos, sino cómo se mezclan de manera totalmente inconsciente temas tan importantes como el abuso, la libertad sexual, las prácticas machistas o el despertar sexual sin pararse por un momento a reflexionar si el tono y la forma aportaban algo a un tema tan candente en estos momentos. Los protagonistas de la historia son Salim y Majid, quienes obligan a la novia del primero (Yasmina) a practicar una felación al segundo ante la ausencia de su novia (Rim), que es la hermana de Yasmina. Un enredo de faldas adolescente que se complica cuando Salim graba el momento y amenaza a Yasmina con publicar el vídeo en Internet a menos que le proporcione un «bufé libre de felaciones hasta febrero» (así, literal).
El principal problema de la película de Desrosières es no entender la diferencia entre gamberro y chabacano, entre fresco y cargante. Su apuesta por unos personajes deslenguados acaba forzando a los actores a querer soltar un chiste cada dos frases, charlando por los codos sin que en ningún momento puedan proponer la construcción de esos chicos y chicas de la periferia parisina, con sus concepciones misógina y homófobas, pero con un fondo dulce e ingenuo. A genoux les gars prefiere provocar las risotadas de la bancada adolescente a construir una narración que le permita utilizar la comedia como retrato de una sociedad y reflexionar sobre ella. Y es que en su pretendido realismo, en la búsqueda de una interpretación orgánica y exagerada, acaba repitiendo una y otra vez las mismas gracietas y comentarios burdos y tópicos. Puede que ahí estribe un problema que va más allá del propio cine, la irresponsabilidad de continuar perpetuando un discurso sobre la sexualidad que se siente orgulloso de su carácter anticuado. 10|100
2018. Francia. Dirección: Antoine Desrosières. Guión: Antoine Desrosières, Anne-Sophie Nanki, Souad Arsane, Inas Chanti, Sidi Mejai, Mehdi Dahmane. Fotografía: George Lechaptois. Montaje: Nicolas Le Du. Reparto: Souad Arsane, Inas Chanti, Sidi Mejai, Mehdi Dahmane, Elis Gardiole.
ONE DAY (EGY NAP)
Zsófia Szilágyi, Hungría | SEMANA DE LA CRÍTICA.
Dicen que el mejor método anticonceptivo es el primer hijo. En claro tono jocoso, hace referencia a ese brusco cambio vital que supone aumentar la familia, cuando la vida pasa a un segundo plano y el principal foco es un diminuto ser que no se puede valer por sí mismo. Si multiplicamos esto por tres, el resultado es una jornada que se convierte en una carrera contrarreloj. La directora húngara Zsófia Szilágyi muestra en One day las 36 horas frenéticas de Anna, madre de tres hijos: del colegio a la guardería, de la guardería al trabajo, del trabajo a las extraescolares… Si en su día a día no hubiera ya suficiente carga, la sospecha confirmada de que su marido puede estar viviendo un incipiente romance con su mejor amiga la pone todavía más contra las cuerdas.
El planteamiento de Szilágyi es arrastrarnos de lleno hacia la vorágine diaria de Anna para poner en el centro de atención todo aquello que suele ser carne de elipsis narrativa. Es como quitar esos cañizos que decoran la mayoría de los balcones de Budapest y no dejan ver la intimidad familiar para comprobar cómo se perpetúa el rol de esposa/madre/mujer que se dedica a cuidar del resto. Y es que no solo son los tres pequeños; es que cualquier pequeña responsabilidad doméstica, ya sea esperar al fontanero o recoger una carta del banco, recae sobre ella como si formara parte inherente de su condición. La cámara la sigue, nerviosa y agitada, en cada uno de sus pasos. Con unos planos cerrados que se ciernen directamente sobre ella, la realizadora consigue una sensación de agobio y asfixia que complementa con un diseño de sonido totalmente opresivo, donde cada ruido se magnifica para golpear al espectador con la misma tortura a la que se ve sometida Anna. Todo ello consigue transformar espacios y actividades rutinarias en verdaderos infiernos, mientras los momentos más inesperados sorprenden como verdaderos oasis de paz. Son esas pequeñas fugas, como el trayecto en autobús hasta el trabajo, donde Anna encuentra un instante para perderse en sus pensamientos y el silencio aparece como un bálsamo inesperado. De este modo, mientras todo ocurre a la frenética velocidad de una vida dedicada a los demás, la relación de pareja acaba haciendo aguas de manera inevitable. Pero más allá del fracaso matrimonial, lo que saca a la luz de manera brillante Szilágyi en su ópera prima es el fracaso colectivo de una sociedad que ahoga a la mujer en su papel de madre hasta límites insospechados. 78|100
2018. Hungría. Dirección: Zsófia Szligayi. Guión: Zsófia Szligayi, Réka Mán-Várhegyi. Fotografía: Balázs Domokos. Montaje: Máté Szórád. Música: Máté Balogh. Reparto: Zsófia Szamosi, Leo Füredi, Ambrus Barcza, Zorka Varga-Blaskó, Márk Gárdos, Annamária Láng, Éva Vándor, Károly Hajduk.