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    Cine Alemán Siglo XXI

    Festival de Cannes 2018 | Día 9. Críticas: Dogman, Capernaum, Sauvage e In my room

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    Crónica de la novena jornada de la 71ª edición del Festival de Cannes.

    La 71ª edición del festival de Cannes va llegando a su fin. Mucha gente ya se ha marchado, la ciudad está menos ajetreada, la programación se vuelve más escasa. Queda solo un día de sección oficial, por lo que ya se han visto la mayoría de sus películas y los pronósticos sobre el palmarés empiezan a cobrar más sentido. Ayer se proyectó una de sus grandes contendientes, Burning, que ha gozado de un favor casi unánime entre la crítica. Se sumaría entonces a otras favoritas como Shoplifters o Lazzaro felice. Esta, junto a la también bien recibida Dogman, confirma que la cinematografía italiana ha tratado de compartir protagonismo en esta edición con la asiática. Sería pues de extrañar que entre los premios no figurasen producciones de estas geografías. En cambio la norteamericana podría ser relegada a un papel secundario, por no mencionar la sudamericana que brilla por su ausencia. Algunas de sus cintas sí se han podido ver en la sección paralela Un Certain Regard. Teniendo en cuenta la conocida reticencia de Frémaux hacia el cine hispano, esto vendría a corroborar lo que comentábamos el otro día, sobre lo inclinado de la balanza hacia la sección de competición este año. En cualquier caso su calidad está siendo manifiesta, y salvo incidente de última hora garantizará que el cine, y no otros elementos exógenos como la acrecentada seguridad o la polémica de algunos invitados y censuras, sea lo que más se recuerde de esta edición.

    Prólogo: Ignacio Navarro Mejía.
    Críticas de Dogman y Capernaum: Alberto Sáez Villarino.
    Críticas de In my room y Sauvage: Víctor Blanes Picó.

    DOGMAN

    Matteo Garrone, Italia | COMPETICIÓN.

    Matteo Garrone ha dejado bien claro, a lo largo de su filmografía, el interés por continuar con la herencia neorrealista de su país por medio de una hibridación genérica que suele alternar altas dosis de violencia –física o psicológica–, o a través del retrato de una disyuntiva social poco favorable y altamente volátil. A pesar de su escasa popularidad en nuestro país, Garrone es un cineasta comprometido con la situación actual de Italia, la cual tiende a dibujar desde la óptica de los marginados y los sectores más machacados por los estragos de la crisis económica. Dogman se basa, siguiendo con la tendencia del realizador a narrar historias verídicas de su país, en un suceso real ocurrido a finales de los años 80. Recurriendo quizá a una estética mucho más dinámica de lo acostumbrado, con un planteamiento más próximo a los esquemas clásicos del cine negro y del hard boiled, la trama nos situará en un suburbio de Roma en el que Marcello malvive sin complicaciones regentando una peluquería canina. Su vida discurre en la placentera sencillez, libre de sorpresas e imprevistos, propia de quien ya hace tiempo dejó de fantasear con un futuro mejor o un sueño realizado. Al igual que el resto de ciudadanos del pueblo en el que habita, el protagonista deberá soportar las constantes vejaciones y abusos de un matón que tiene atemorizados a todos los vecinos con la impune comisión de todo tipo de atrocidades. La forma con la que Garrone va incrementando de manera progresiva la tensión del filme alrededor del personaje del bruto es asombrosa. Poco a poco, Simone se irá volviendo un elemento del relato cada vez más desagradable, llegando incluso a provocar verdadero pavor en el espectador con el simple hecho de escuchar su moto en la lejanía; ese vehículo que el realizador asocia de forma tan inteligente a cada aparición de este hombre bestializado y a la consecuente violencia. A causa de una nueva amenaza de este ser despreciable, Marcello se verá envuelto en un crimen por el cual, no sólo será juzgado por la ley, sino también por todos sus amigos, quienes le darán de lado. Desde el momento en el que este peluquero canino sale de prisión, decidirá que ya ha sufrido suficientes abusos, plantando cara a Simone sin temor a represalias. Éste será su error, la imprudencia de salir de su anonimato marginal para encontrarse de frente con lo más despreciable de la raza humana. El protagonista recrimina, de forma comprensible, la falta de respeto mostrada por Simone; desde entonces sufrirá los más duros ataques de este descerebrado.

    El personaje interpretado por Marcello Fonte es uno de los más complejos que hemos visto en esta edición de Cannes. Sin duda es un hombre generoso, amable, cariñoso y con gran humanidad, algo que observamos gracias a su relación con los perros, sin embargo, también es un traficante de droga, y aquí es donde surge la gran incógnita. Los trapicheos de Marcelo, ¿son afrontados por voluntad propia, o se deben a otra extorsión de Simone? Desde luego, la película no resolverá de forma explícita esa duda, aunque servirá a Garrone como punto de partida para explorar los límites de la tolerancia a las vejaciones y al maltrato físico y, de paso, plantear la duda de lo moralmente correcto y la justificación de la violencia en defensa propia. Algo que parece una premisa muy sencilla, pronto se convertirá en una sórdida narración sobre lo grotesco y lo atroz cuando contemplemos las medidas de castigo y venganza que la víctima tiene reservadas para el abusón. El guion pone como punto de inflexión en el comportamiento del protagonista su ingreso en prisión. A través de algún comentario aislado y de una rápida escena en la entrada a la cárcel, entendemos que su apresamiento no hubo de resultarle fácil. El protagonista pasa de sufrir abusos en libertad, a sufrirlos en cautividad para, además, ser repudiado al salir de prisión al considerársele un traidor. Todo va incrementando el estrés y la desesperación de un hombre que siempre ha disfrutado de buena fama entre sus allegados, desde ahí podremos empezar a analizar las motivaciones y las justificaciones de los actos que veremos. Todo pasa por un sentimiento de complacencia al resto, por tratar de agradar a todo el mundo. Esto, sumado a un largo período de sometimiento al estrés y a una percepción de la realidad distorsionada por las drogas, sería motivo suficiente para que su mente reaccionase de forma imprevisible al perder la apreciación coherente de la mesura hasta convertirse en un ser trastornado, corrompido por la influencia de un entorno putrefacto. 87|100

    Estados Unidos, 2018. Título original: Dogman. Director: Mateo Garrone. Guion: Maurizio Braucci, Ugo Chiti, Matteo Garrone, Massimo Gaudioso. Duración: 120 minutos. Edición: Marco Spoletini. Fotografía: Nicolai Brüel. Música: Michele Braga. Productora: Coproducción Italia-Francia; Archimede / Le Pacte / RAI / Eurimages. Intérpretes: Marcello Fonte, Edoardo Pesce, Nunzia Schiano, Adamo Dionisi, Francesco Acquaroli, Alida Baldari Calabria, Gianluca Gobbi. Presentación oficial: Cannes Film Festival, 2018.

    CAPERNAUM

    Nadine Labaki, Líbano | COMPETICIÓN.

    Con una sensibilidad fuera de lo común, y un punto de vista verdaderamente sincero, sin condicionantes políticos ni restricciones ideológicas, la realizadora Nadine Labaki nos adentra en su última película, Capharnaüm, en uno de los discursos más incómodos y descorazonadoramente honestos que hemos escuchado en los últimos años. Una de las principales virtudes que logrará dar a este mensaje tamaña franqueza será el punto de vista de los personajes que, de verdad, tienen algo que decir. Será el descubrimiento de sus protagonistas, niños y mujeres libaneses que convergen en ese mundo de caos y violencia institucionalizada, lo que terminará por promover un perfecto escenario para evidenciar la brutalidad y el desamparo al que son expuestos los ciudadanos no adultos y masculinos en un ámbito de violenta decrepitud. Por difícil que parezca, todavía existen disidentes que, pese a partir de una posición de subordinación con respecto al opresor, y saberse en inferioridad de condiciones, no se conforman con lo que les ha tocado por herencia cultural, y buscan siempre un cambio, que vendrá ejemplificado con alguna sencilla metáfora pero oculta un mensaje alegórico mucho mayor de lo que parece.

    La película abre con la imagen de un niño encarcelado en una prisión de adultos. Se revela que está cumpliendo una condena por, según sus padres, una chiquillada, que inmediatamente después se especificará que fue un apuñalamiento a “un hijo de puta”. Sin embargo, el niño no está en esa corte para discutir su inocencia, él acepta de buena gana su castigo sin buscar condescendencia ni lástima. Lo que ha llevado a toda esa gente y ha hecho del caso uno de los acontecimientos más mediáticos del momento, es el hecho de que Zain quiere denunciar a sus padres por haberle dado la vida en este mundo corrupto. Una sentencia que, desde luego, a primera vista podría sonar infantil y demasiado ingenua, pero habremos de escuchar primero su historia antes de juzgar. Tras enterarnos de la acusación, la directora comenzará a presentar los argumentos que vendrán narrados de forma lineal como episodios de la vida de este niño de unos, supuestamente, 12 o 13 años, ya que nadie, ni sus progenitores, lo saben con seguridad. En el universo de Labaki no existen las mujeres o los niños sumisos y, si existen, no son importantes para una trama que busca soluciones al conflicto, y no se conforma con mostrar, como hacen muchas otras, los modos de sufrimiento y denigración de sectores de la población oprimidos. Sin embargo, ese resultado puede ser algo tan drástico como impedir a unos adultos ejercer su derecho a la procreación; ¿acaso no se estaría violando un derecho fundamental de la libertad humana? A fin de cuentas, un futuro niño no puede tener derechos, como mucho, futuros derechos; pero ¿y si sabemos de antemano que ese futuro niño nacerá sin poder acceder a unos estándares mínimos y fundamentales de vivienda, educación, salud y comida? 80|100

    Estados Unidos, 2018. Título original: Capharnaüm. Director: Nadine Labaki. Guion: Nadine Labaki (Historia: Labaki Jihad Hojeily). Duración: 120 minutos. Edición: Konstantin Bock. Fotografía: Christopher Aoun. Música: Khaled Mouzanar. Productora: Les Films des Tournelles. Intérpretes: Nadine Labaki, Yordanos Shifera, Fadi Youssef, Cedra Izam, Zain Alrafeea, Treasure Bankole. Presentación oficial: Cannes Film Festival, 2018.

    IN MY ROOM

    Ulrich Köhler, Alemania | UN CERTAIN REGARD.

    ¿Y si el único antídoto a una vida infeliz fuera que todo el mundo desapareciera repentinamente de la faz de la tierra para tener todo el espacio para uno mismo? El director alemán Ulrich Köhler parece explorar este supuesto en su nueva película In my room, un drama que se podría dividir en tres partes. La primera retrata la anodina existencia de Armin: soltero, vive solo en un piso diminuto, en el trabajo todo le va mal, su abuela se está muriendo… todo son problemas y rompecabezas que, a su edad, parecen no tener solución y le empujan hacia la infelicidad. La segunda empieza una buena mañana, cuando Armin se despierta y todo el mundo parece haberse esfumado. Ni un cadáver, ni un rastro de sangre. Nadie. Armin recorre las calles, busca en los supermercados, se acerca a las gasolineras… y empieza a buscarse la vida para sobrevivir. La tercera y última parte se inicia con un encuentro. Al parecer, no está solo en este mundo desolado que se ha vuelto primario. Una joven también ha sobrevivido y ambos empiezan un romance: la última pareja en la tierra. Un drama anodino, una aventura de supervivencia y un romance. Un tres en uno en el que siempre es difícil conseguir el equilibrio. Consciente del poco tiempo que tiene para dedicar a cada uno de los registros, Kohler acaba por repetir de manera rutinaria los tics de cada uno de ellos. La primera parte, excesivamente alargada, se encarga de subrayar el drama al que se enfrenta este cuarentón, con una escena de la abuela ya moribunda que roza el esperpento y que muestra sin tapujos las intenciones incisivas del director. En la segunda parte se repiten también los elementos clásicos del cine de supervivencia: sorpresa inicial y fase de aceptación, búsqueda de comida, caza de animales, un repentino conocimiento de ingeniería y mecánica para construir cabañas, chozas y hasta presas… Y en el romance todo apunta a la manida pregunta sobre la descendencia: ¿queremos tener hijos en un mundo como este? Lo cierto es que esta mutación de un mundo infeliz a uno donde es posible encontrar la felicidad es una idea potente, pero el planteamiento de la fulminante desaparición de gran parte de la población es una idea ya llevada a la pantalla, y puede que por ello requiera de una propuesta diferente. Si no en el plano argumental (al en lo que, como hemos visto, Köhler se rinde a los cánones), que sea en la apuesta visual. Y aquí la dirección de Köhler es un tanto plana, con poca personalidad, que repite imágenes ya vistas y que en cuanto se vuelve más intimista es donde encuentra un pequeño atisbo de lo que podría ser su voz. 45|100

    2018. Alemania. Dirección: Ulrich Köhler. Guion: Ulrich Köhler. Fotografía: Patrick Orth. Producción: Pandora Film, Echo Films, Komplizen Film, Westdeutscher Rundfunk (WDR), ARTE. Reparto: Hans Löw, Elena Radonicich, Michael Wittenborn, Ruth Bickelhaupt, Emma Bading, Katharina Linder Felix Schmidt-Knopp, Kathrin Resetarits, Erhard Scholl, Siegfried Rosenau, Phillip Sollmann, Felix Knopp.

    SAUVAGE

    Camille Vidal-Naquet, Francia | QUINCENA DE REALIZADORES.

    La noche, la calle, el sexo, el deseo, las drogas… y arrastrándose por estos escenarios un hombre salvaje que vende su cuerpo a cambio de dinero. La indomabilidad a la que hace referencia el título de la ópera prima de Camille Vidal-Naquet se debe entender en el contexto de un entorno urbano peligroso y asediante. En la noche, los cuerpos se parapetan al lado de la carretera como objetos de deseo en venta. Leo es uno de ellos, pero quizás el más errático, el menos consciente de lo que está haciendo, de la vida que hay más allá de estos espacios. Los hombres vienen y van, no tiene demasiados problemas ni prejuicios a la hora de elegir a sus clientes. El conflicto al que se enfrenta el protagonista es bien diferente. Leo está solo, no tiene a nadie en este mundo, y esta soledad le empuja hacia el abandono, a la violencia, a la autodestrucción. El director francés centra su narración sobre este animal herido que busca encontrar el amor. O puede que simplemente alguien que le quiera, que se preocupe por él, alguien que representa una última oportunidad de salvación antes de que sea demasiado tarde. Envuelto en el contexto de la prostitución masculina homosexual y mostrando el sexo de frente y sin censuras, Vidal-Naquet apuesta por una puesta en escena sucia, con muchas escenas con cámara en mano y movimiento, envolviendo a la imagen de un deseo violento en cada uno de los encuentros. Y así, pasando de hombre en hombre, Leo se enamora de otro prostituto. Una vez empieza la búsqueda por el significado del amor, Sauvage se centra sobre los distintos tipos que se le presentan: el que él siente, el no correspondido, el interesado y estable. Leo, luchando contra sí mismo y contra todo lo que le rodea, paseará por ellos intentando descubrir el significado del afecto y pasará por distintos procesos (desengaño, huida, regreso apasionado, resignación) hasta culminar en la bellísima escena final en la que Leo parece dase cuenta de que el verdadero amor reside en uno mismo. Resulta imposible de cuantificar, pero nos atreveríamos a decir que la mitad del mérito de que la película funcione es de la arriesgada, comprometida e intensa interpretación del joven actor francés Félix Maritaud (merecido premio Louis Roederer a la estrella emergente de la sección Semaine de la Critique). 65|100

    2018. Francia. Dirección: Camille Vidal-Naquet. Guion: Camille Vidal-Naquet. Fotografía: Romain Trouillet. Fotografía: Jacques Girault. Producción: La Voie Lactée, Les Films de la Croisade. Reparto: Félix Maritaud, Eric Bernard, Nicolas Dibla, Philippe Ohrel, Marie Seux, Lucas Bléger, Camille Müller, Philippe Couerre, Jean-Pierre Baste.


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