Galimatías numérico
Crítica ★★★ de El aviso (Daniel Calparsoro, España, 2018).
Si nos detenemos a observar la filmografía de Daniel Calparsoro, no es difícil percatarse de que existe un antes y un después en su manera de hacer películas desde que dejó de colaborar con la actriz Najwa Nimri, su ex esposa y musa de sus primeras cuatro películas. Aquel cine áspero y desgarrado, de corte social y claramente minoritario que representaron las interesantes Salto al vacío (1995) o Pasajes (1996) dio paso a un período mucho más comercial, en el que el realizador aplicó todos los conocimientos aprendidos durante su formación cinematográfica en Nueva York para facturar una serie de títulos rodados “a la americana”, en los que ha cultivado géneros tan dispares como el bélico –Guerreros (2002)–, el terror psicológico –Ausentes (2005)–, la acción al más puro estilo Fast & Furious –Combustión (2013), posiblemente su peor trabajo– o el thriller –Invasor (2012)–, todas con resultados desiguales que nunca llegaron, ni de lejos, a alcanzar la excelencia. Está claro que Calparsoro es un director que sabe manejar muy bien la cámara. Técnicamente, sus trabajos poco tienen que envidiar a las producciones llegadas de Hollywood, pero, ya sea por unos guiones más débiles de lo deseable o por mala suerte, estos no acababan de ganarse la simpatía de la crítica y, para colmo, no alcanzaban esas cifras que de ellos se esperaba en taquilla. Todo cambió con el estreno de Cien años de perdón (2016), su enrevesado pero efectivo thriller de atracos que, apoyado por una agresiva campaña publicitaria (Telecinco estaba detrás), recaudó casi 7 millones de euros. Es probable que aquel éxito haya sido el inicio de una nueva etapa en la que el realizador ha alcanzado esa madurez como cineasta que le haga capaz de conjugar su innegable domino de la técnica con historias más atractivas. Su nuevo trabajo, El aviso (2018), es la adaptación de la novela homónima de Paul Pen, que combina suspense psicológico con un alto componente sobrenatural, ingredientes perfectos para que Calparsoro pueda pueda construir una cinta que, a priori, tiene todos los números (nunca mejor dicho) para seducir al gran público.
No se puede negar que la trama de El aviso es de las que enganchan desde el primer minuto. Tenemos como escenario central una vieja gasolinera, conocida como el 24, situada a las afueras de la ciudad, donde un hombre queda en coma tras ser tiroteado. El mejor amigo del herido, un genio de las matemáticas aquejado de esquizofrenia, descubre, de manera casual, que existen una serie de patrones numéricos que se van repitiendo cada cierto tiempo (desde hace casi 100 años) y que acaban con un delito de sangre en el mismo lugar, siempre con cinco personas de idénticas edades involucradas, como si de una extraña maldición en bucle se tratase. Como es de esperar, nadie hace caso de los delirios del infortunado hombre, que llega a la conclusión de que un niño de diez años será la siguiente víctima si no consigue evitarlo. Si no se ha leído el libro de Paul Pen es preferible no conocer demasiados más detalles de este rompecabezas que Calparsoro ha sabido llevar a la gran pantalla con gran brillantez formal. La fotografía de Sergi Vilanova es una pieza fundamental a la hora de crear la atmósfera de pesadilla que envuelve a toda la cinta (excelente el uso de las imponentes cuatro torres de Plaza Castilla como elemento visual), narrada en dos líneas temporales paralelas: la protagonizada por el matemático al que da vida Raúl Arévalo, en 2008, y la que tiene sigue las desventuras del joven a salvar, al que da vida el jovencísimo Hugo Arbues, diez años más tarde. Siempre teniendo en cuenta que estamos ante una historia de carácter fantástico, en la que la verosimilitud pende en todo momento de un hilo y el espectador tiene que poner de su parte para aceptar las reglas del juego, El aviso es una película bastante bien armada, rodada con elegancia y buen ritmo, y en la que los continuos saltos en el tiempo no resultan confusos ni entorpecen el avance de la trama en ningún instante hasta llegar a un climático desenlace en el que todas las piezas del puzzle encajan de forma aceptable. Si no somos muy exigentes, el último trabajo de Calparsoro cumple perfectamente como entretenidísimo ejercicio de suspense, del mismo modo que lo hicieran otras propuestas de nuestro cine como Nadie conoce a nadie (Mateo Gil, 1999) o Intacto (Juan Carlos Fresnadillo, 2001), conjugando la paranoia del protagonista de la primera con un don sobrenatural como leitmotiv de la intriga de la segunda.
«Un producto de impecable factura diseñado para consumo masivo, que aúna cine policíaco, paradojas espacio-temporales, maldiciones ancestrales y enfermedades mentales en un atractivo cóctel que, en otras manos, podría haber caído en el más absoluto de los ridículos pero en las de Calparsoro se las apaña para llegar a buen puerto».
Calparsoro se ha rodeado de un reparto de actores magnífico. Raúl Arévalo vuelve a repetir a sus órdenes tras Cien años de soledad en el papel de Jon, el "héroe" a la fuerza atormentado por continuas alucinaciones y esos números malditos que se repiten en su cabeza. Su actuación es lo convenientemente intensa como para convencernos de la fragilidad de su estado mental, mientras que Belén Cuesta –desmarcándose por una vez del género de la comedia, con resultados brillantes– se revela como su mejor apoyo en pantalla. Tras ellos, un puñado de magníficos secundarios deja su impronta de calidad en breves colaboraciones, desde Antonio Dechent (en un personaje clave en la trama para enlazar pasado y presente) a Luis Callejo, pasando por Patricia Vico y una Julieta Serrano que con solo una escena logra estremecer siguiendo la ley del mínimo esfuerzo. Si la vertiente fantasiosa del relato funciona con adecuada precisión, el director y sus guionistas tampoco salen mal parados de la trama más "peliaguda" del conjunto, aquella que tiene como tema de fondo algo tan controvertido como el bullying escolar y que podría haber hecho naufragar el proyecto de estar mal tratada. Gracias al buen trabajo de Hugo Arbues como Nico, ese chico traumatizado por el acoso al que es sometido por los matones del colegio, y su química con la maravillosa Aura Garrido –dueña de la mirada más cautivadora del cine español actual–, su madre en la ficción, estos pasajes, pese a caer en algunos lugares comunes, están reflejados con convicción y sin estridencias. La relación que establecen el niño, aterrorizado ante la certeza de que su muerte puede ser inminente, y una madre soltera superada por las circunstancias, incapaz de saber cómo ayudarle, nos remite al especial vínculo que tenían Haley Joel Osment y Toni Collette en El sexto sentido (M. Night Shyamalan, 1999), salvando las distancias. El aviso merece ser disfrutada como lo que es: un producto de impecable factura diseñado para consumo masivo, que aúna cine policíaco, paradojas espacio-temporales, maldiciones ancestrales y enfermedades mentales en un atractivo cóctel que, en otras manos, podría haber caído en el más absoluto de los ridículos pero en las de Calparsoro se las apaña para llegar a buen puerto. | ★★★ |
José Martín León
© Revista EAM / Madrid
Ficha técnica
España. 2018. Título original: El aviso. Director: Daniel Calparsoro. Guion: Chris Sparling, Jorge Guerricaechevarría, Patxi Amezcua (Novela: Paul Pen). Productores: Pedro Uriol, Cristina Zumárraga. Productoras: Morena Films / Tormenta Films / ICAA / Movistar + / Netflix / Televisión Española (TVE) / Warning of Rivard. Fotografía: Sergi Vilanova. Música: Julio de la Rosa. Montaje: Antonio Frutos. Diseño de producción: Pilar Revuelta. Reparto: Raúl Arévalo, Hugo Arbues, Aura Garrido, Belén Cuesta, Antonio Dechent, Aitor Luna, Luis Callejo, Sergio Mur, Patricia Vico, Julieta Serrano, Alfredo Villa.