Naturaleza sin leyes
Crítica ★★★★ de Aniquilación (Annihilation, Alex Garland, Reino Unido, 2018).
Hace pocas semanas, pudimos constatar en la desangelada Mudo (2018) que, desgraciadamente, poco queda del genio demostrado por el realizador Duncan Jones en su magnífica ópera prima Moon (2009). Lo más descorazonador es que semejante despropósito sea resultado de un proyecto personalísimo, al que había tardado muchísimos años en dar forma. No es el único caso de director que prometía ser la gran esperanza para el género fantástico y ha terminado quedándose en un espejismo, una promesa incumplida. Alex Proyas, a quien debemos títulos de culto como El cuervo (1994) o Dark City (1998), acabó vendiéndose a la industria y perpetrando una cinta tan defenestrada (aunque, personalmente, la considero un placer culpable) como Dioses de Egipto (2016), mientras que el autor de la maravillosa District 9 (2009), Neill Blomkamp, ha terminado encasillándose en el mismo modelo de ciencia ficción, con carga social añadida, con el que ha tocado fondo en su intrascendente Chappie (2015). Por fortuna, aún queda espacio para esos artistas que prefieren mantener intactos sus ideales y no rebajan su talento a cambio de un cheque jugoso de los grandes estudios. El británico Alex Garland, después de una exitosa etapa como guionista de cintas como 28 días después (Danny Boyle, 2002), Nunca me abandones (Mark Romanek, 2010) o Dredd (Pete Travis, 2012), debutó como director con Ex Machina (2015), una magistral historia (su guion, obra del propio Garland, fue nominado al Oscar) que nos alertaba de los peligros que albergan los avances en el campo de la inteligencia artificial. Una pequeña película de la que todo el mundo habló en 2015 y que colocó a su realizador en el ojo del huracán, con las puertas de Hollywood abriéndose de par en par ante él. Lo más sencillo después de aquel triunfo hubiese sido sucumbir a la tentación de dirigir cualquier película de superhéroes, secuela de Star Wars o Jurassic Park u otro blockbuster que le hiciera de oro, pero no. Garland ha optado, en su segundo trabajo tras las cámaras, por elevar el listón de la ambición (artística, que no comercial) y llevar a la pantalla una novela tan complicada de adaptar como es Aniquilación, la primera entrega de la trilogía Southern Reach concebida por Jeff VanderMeer.
¿El resultado? Hay buenas y malas noticias. La buena es que Aniquilación (2018) ha acabado siendo una traslación maravillosa del libro al celuloide, haciendo tan pocas concesiones a la taquilla que los productores, temiéndose el desastre financiero que se avecinaba teniendo entre manos un producto de 40 millones de dólares de presupuesto tan intelectual y diferente a las modas que atraen a las masas a los cines, han optado por ceder los derechos de distribución a Netflix. De este modo, lo que vemos es la obra inalterada de Garland, sin ningún tipo de censura o cambios impuestos para satisfacer al mayor público posible, algo que los que amamos el género de la ciencia ficción y disfrutamos con sus propuestas más inteligentes y atrevidas agradecemos profundamente. El precio que ha de pagar, pese a que el filme pasó fugazmente por cines de Estados Unidos y Canadá, es que en el del mundo tendremos que conformarnos con “disfrutar” en televisión de un exuberante espectáculo visual tan sugestivo como fascinante que, sobre todo por su potente clímax final, hubiese sido merecedor de haber podido ser degustado en la gran pantalla. No es Aniquilación una obra de fácil asimilación o que muestre sus cartas con facilidad. Requiere del esfuerzo del espectador para penetrar en su intrincado relato, a medio camino entre la ciencia ficción existencialista y el terror, y dejarse llevar por el torrente de sensaciones, diferentes lecturas y un contenido más filosófico de lo habitual, cercano al carácter íntimo y reflexivo del cine de Andrei Tarkovsky o al lirismo del Denis Velleneuve de La llegada (2016), aun cuando la película no reniega tampoco de ataques de monstruosas criaturas o alguna escena gore bastante explícita que también la emparentan con el horror más físico de Alien (Ridley Scott, 1979). La historia, además, tiene un protagonismo eminentemente femenino, algo que en los tiempos que corren debe ser bien recibido. Así tenemos a la expedición 12, un grupo de cinco mujeres científicas a las que el gobierno de los Estados Unidos encomienda la misión de adentrarse en una región conocida como Área X, un desahitado lugar, en continua expansión, con sus propias leyes físicas que no tienen nada que ver con las que rigen la naturaleza del resto de la Tierra, del que los pocos miembros de anteriores expediciones que han vuelto, lo han hecho con comportamientos alterados y gravemente enfermos. Tal fue el caso del marido militar de Lena, la bióloga que forma parte de esa expedición 12 que trata de encontrar respuestas en un hábitat tan hermoso como letal.
«Es una gran película; compleja, poliédrica y abierta a nuevas lecturas en consiguientes visionados. Cine que no subestima la inteligencia del espectador, desafiándole a entrar en su particular universo».
Una magnífica Natalie Portman se entrega completamente a interpretar a esta mujer torturada por el dolor y la culpa, que encuentra en esta aventura una perfecta excusa para encontrarse cara a cara consigo misma y enfrentarse a todo aquello que la atormenta. Y es que, en este sentido, Aniquilación tiene más de pesadilla introspectiva que de típico relato de supervivencia en medio hostil que tanto prolifera en el cine de terror y ciencia ficción. La extravagante belleza del Área X, con sus fenómenos extraños, una hostil fauna de animales mutantes y esa flora tan colorista como desconcertante, originados a raíz del impacto de un meteorito en la costa de Florida, está magníficamente plasmada en pantalla gracias a unos efectos especiales que están, por una vez, al servicio de la historia, sin que esta se supedite a ellos, y la excelente labor de Rob Hardy en la fotografía. La película alterna las escenas de la misión de las cinco mujeres y los distintos peligros a los que se tienen que enfrentar con otros más intimistas que muestran la naturaleza de la relación entre Lena y su esposo, con sus luces y sombras, funcionando como profundo retrato psicológico de una protagonista femenina muy alejada del dibujo complaciente que suelen tener estas heroínas. Lo más aterrador de la nueva cinta de Garland no reside en los monstruos que acechan en el Área X, sino en los fantasmas interiores que cada una de las cinco mujeres de la expedición 12, algo que queda más patente que nunca en el dilatado tramo final en el Faro, considerada la zona 0 en la que todo se originó. Un pasaje tan bizarro como sorprendente que debería pasar a las antologías de los mejores momentos que el cine de ciencia ficción nos ha regalado en los últimos años. Aniquilación es una gran película; compleja, poliédrica y abierta a nuevas lecturas en consiguientes visionados. Cine que no subestima la inteligencia del espectador, desafiándole a entrar en su particular universo, y que sirve para que nos reconciliemos, aunque sea momentáneamente, con la cuestionada Netflix tras sus últimas decepciones. | ★★★★ |
José Martín León
© Revista EAM / Madrid
Ficha técnica
Reino Unido. 2018. Título original: Annihilation. Director: Alex Garland. Guion: Alex Garland (Novela: Jeff VanderMeer). Productores: Eli Bush, Andrew MacDonald, Allon Reich, Scott Rudin. Productoras: Coproducción Reino Unido-Estados Unidos; DNA Films / Paramount Pictures / Scott Rudin Productions / Skydance Productions. Distribuida por Netflix. Fotografía: Rob Hardy. Música: Geoff Barrow, Ben Salisbury. Montaje: Barney Pilling. Diseño de producción: Mark Digby. Reparto: Natalie Portman, Oscar Isaac, Jennifer Jason Leigh, Gina Rodriguez, Tessa Thompson, Tuva Novotny, David Gyasi, Benedict Wong.