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    Cine Alemán Siglo XXI

    Crítica | Black Panther

    El poder negro de Wakanda

    Crítica ★★★★ de Black Panther (Ryan Coogler, Estados Unidos, 2018).

    Muchas han sido las voces, en los últimos tiempos, que presagiaban un rápido agotamiento de la fórmula Marvel en esta triunfal andadura emprendida por Disney para amasar millones de dólares en taquilla. Sin embargo, la realidad es bien diferente y, en vísperas del esperadísimo estreno, en poco más de dos meses, de “la madre de todas las películas de superhéroes”, esa Avengers: Infinity War (Anthony Russo, Joe Russo, 2018) que reunirá en pantalla a más de sesenta estrellas de los cómics. Al mismo tiempo que su competencia directa, DC, no acaba de encontrar su rumbo después del fiasco artístico de Liga de la Justicia (Zack Snyder, 2017), Marvel ha visto como las diecisiete películas que conforman su universo cinematográfico hasta el momento (estrenadas en un tiempo récord de diez años) han sido bendecidas por el público y, en la mayoría de los casos, respaldadas por la crítica. 2017 se cerró, de manera inmejorable, con los triunfos de la secuela Guardianes de la galaxia Vol. 2 (James Gunn), el reinicio del trepamuros en clave adolescente Spider-Man: Homecoming (John Watts) y, sobre todo, esa Thor: Ragnarok con la que Taika Waititi realizó toda una declaración de intenciones y, en respuesta a todos esos haters que siempre han cuestionado la presencia onmipresente de los chistes en este tipo de productos, construyó una gran comedia galáctica desbordante de colorido y un humor físico que convirtieron a la tercera aventura del Dios del Trueno en toda una rara avis dentro de la franquicia. Sin embargo, aún estaba por desembarcar ese filme que supusiera el revulsivo necesario dentro de la casa de las ideas, aquel que continuara con la seriedad apuntada en Capitán América: El soldado de invierno (2014) y Capitán América: Civil War (2016), posiblemente, las dos piezas más redondas a la hora de aunar espectacularidad y entretenimiento con cierta complejidad argumental y dramática. Black Panther (2018) llega con todos los honores para recoger el testigo de ellas y afianzarse, a pesar de su condición de título “menor” dentro de Marvel, como una de las obras más necesarias y a contracorriente que han salido de sus viñetas, capaz de rivalizar en exotismo con aquella otra feliz anomalía que fue Doctor Strange (Scott Derrickson, 2016), otro caso palpable de que no todo estaba inventado en este universo en expansión.

    El primer gran acierto de Black Panther reside en la elección de su director, Ryan Coogler, que se dio a conocer con el excelente drama racial Fruitvale Station (2013), antes de revitalizar hasta extremos inimaginables una saga como la de Rocky en la sorprendente Creed (2015), exitoso spin-off alrededor de la figura del hijo de Apollo Creed, el eterno rival de Balboa, que llevó a Sylvester Stallone a las puertas del Óscar al mejor actor secundario. Coogler vuelve a contar con su actor fetiche Michael B. Jordan, que se mete en la piel del antagonista de la historia, y consigue hacer suyo un trabajo, a priori tan impersonal y con tan poco margen para exhibiciones autorales, como el de una adaptación de cómic. El material que tenía entre manos era, desde luego, pura dinamita: el primer superhéroe negro (africano además) de Marvel, creado hace más de cincuenta años por Stan Lee y Jack Kirby, en su puesta de largo después de una breve (pero apoteósica) presentación en el desenlace de Capitán América: Civil War. La cinta que nos ocupa enlaza con los sucesos acaecidos en aquella, con el príncipe T'Challa regresando a su nación, la mágica Wakanda, después de la muerte de su padre, para ocupar su trono. Estamos ante un auténtico paraíso oculto en las entrañas de África que, bajo su fama de pequeño país de granjeros, esconde la civilización más avanzada, a nivel tecnológico y médico, del mundo, gracias a la existencia de un poderoso metal, de procedencia extraterrestre, conocido como vibranium, el cual podría resultar peligroso si cayese en malas manos que lo utilizaran con fines armamentísticos. Black Panther acierta de lleno como aventura inaugural del héroe en solitario, aquella que pone la primera (y muy sólida) piedra sobre la que cimentar su mitología, realizando una espléndida presentación, no solo del poderoso escenario de Wakanda (todo un prodigio de puesta en escena e imaginería visual), sino de las circunstancias políticas y sociales que envuelven al país. En este aspecto, no cabe duda de que nos hallamos ante la obra más política de Marvel, mostrando a un país que se debate entre preservar su bien natural en secreto o ponerlo al servicio de un continente azotado por la pobreza y las guerras, siendo el precio que Wakanda tendría que pagar el de una nueva visibilidad, fuera de su burbuja de protección, que la convertiría en objetivo de todo tipo de peligros eternos.

    «El Black Power ha llegado para quedarse y ha significado, desde luego, una de las mayores alegrías que el género nos ha regalado en la última década, de esas que consiguen que fantaseemos con la posibilidad de un cine de superhéroes divertido y emocionante, sí, pero también comprometido y con mensaje».


    Sorprende esta Black Panther por el tono elegido por sus responsables para poner en imágenes su fantasía, totalmente alejado de lo que conocemos dentro del género de superhéroes. Por una parte, el humor marveliano queda relegado al mínimo, por lo que toda la película está tocada de un aura de seriedad que le viene muy bien. De hecho, al igual que ya intentara (con resultados irregulares, todo hay que decirlo) Kenneth Branagh en sus dos peripecias de Thor, los guionistas han concebido las intrigas palaciegas, con deshonrosos secretos familiares del pasado y miembros perdidos que llegan para reclamar sus derechos, como si de una gran tragedia shakesperiana se tratase. Los personajes, lejos de caer en el estereotipo, hacen gala de una dimensión mayor a la acostumbrada en este tipo de productos. Chadwick Boseman sale victorioso del reto de dotar a su héroe de la suficiente honestidad y humanidad como para ser ese rey al que todos querrían seguir. Sin embargo, sus logros quedan algo opacados por un reparto de secundarios en el que todos brillan a un nivel superior, empezando por ese rebelde con causa que es el villano encarnado por el excelente Michael B. Jordan (uno de los más completos que hemos visto en Marvel en toda su historia, algo muy de agradecer si tenemos en cuenta que suele ser uno de los talones de Aquiles más frecuentes) y continuando con el malvado traficante de armas Ulysses (un placer disfrutar, por una vez, del auténtico rostro de Andy Serkis) o el agente de la CIA al que da vida Martin Freeman, único personaje blanco con cierto peso dentro del relato. Pero el plato fuerte de Black Panther reside en su celebrado protagonismo femenino, algo que la emparenta directamente con otro hito feminista como Wonder Woman (Patty Jenkins, 2017). Mujeres luchadoras, fuertes, de una pieza. Féminas dispuestas a anteponer la fidelidad a la causa y la protección de su país a cualquier tipo de atadura sentimental a la figura del hombre. Así, junto a esa reina a la que la veterana Angela Bassett sabe otorgar la fuerza y presencia necesarias, están soberbias Letitia Wright, como la princesa Shuri, provista de grandes conocimientos científicos, y, sobre todo, Lupita Nyong'o (Nakia, interés amoroso de T'Challa) y Danai Gurira (la General Okoye, protagonista de algunos de los mejores momentos de acción), las dos grandes guerreras de la función. Las cuatro actrices están perfectas en sus desempeños y dignifican la figura de la heroína de acción más allá de ser meras comparsas alrededor de Black Panther, a quien llegan a eclipsar en todas las escenas (que son muchas) que comparten.

    Black Panther es una obra madura y reflexiva, que demuestra un gran respeto hacia el continente africano y su cultura, ofreciendo un colorista y vivaz crisol en el que conviven los espíritus de distintas tribus, con sus correspondientes tradiciones, puesto en imágenes gracias a un asombroso trabajo de vestuario y dirección artística que hacen del filme una golosina visual de primer orden, a la vez que lanza un potente discurso sobre las desigualdades en el reparto de las riquezas que mueven el mundo y cómo los políticos miran hacia otro lado mientras millones de personas mueren de hambre o son explotadas como esclavos en pleno siglo XXI. A diferencia de la mayoría de títulos similares, la cinta de Coogler se detiene más en el desarrollo de su interesante historia y de unos personajes cargados de aristas que en la acción, sin que ello signifique que los momentos más físicos no funcionen con gran precisión. Así, los enfrentamientos cuerpo a cuerpo entre T'Challa y sus adversarios por el trono están perfectamente coreografiados, mientras que Coogler ha optado por realizar un curiosísimo ejercicio de homenaje a las películas de espías internacionales en general, y a las de James Bond en particular (con Shuri abasteciendo de todo tipo de gadgets a su hermano, en la mejor tradición de Q), a la hora de confeccionar algunas de las set pieces de acción más vibrantes de la trama, como aquella que se inicia en un casino de Busan, en Corea del Sur, y termina en una magnífica persecución automovilística por las calles del país asiático. Black Panther es una obra argumentalmente sólida y reivindicativa, dotada de una belleza en sus imágenes que parece deudora del James Cameron de Avatar (2009), haciendo de Wakanda un escenario único que en nada desmerece de otros “paraísos perdidos” como la Asgard de Thor o la isla Themyscira de Wonder Woman , recreados en la gran pantalla por obra y gracia de la magia digital del CGI. Un auténtico deleite para los sentidos que viene fortalecido por una de las bandas sonoras más eclécticas y majestuosas que hemos oído en una obra de Marvel, obra de un inspirado Ludwig Göransson. En definitiva, Black Panther emerge como un gran triunfo cinematográfico. El de un héroe carismático como pocos y el de ese grupo de mujeres que le acompañan en su aventura por hacer de nuestro planeta un lugar más habitable, luchando contra las injusticias, ya sea desde la sede de Naciones Unidas o en campos de batalla improvisados por los villanos de turno. El Black Power ha llegado para quedarse y ha significado, desde luego, una de las mayores alegrías que el género nos ha regalado en la última década, de esas que consiguen que fantaseemos con la posibilidad de un cine de superhéroes divertido y emocionante, sí, pero también comprometido y con mensaje. | ★★★★ |


    José Martín León
    © Revista EAM / Madrid


    Ficha técnica
    Estados Unidos. 2018. Título original: Black Panther. Director: Ryan Coogler. Guion: Joe Robert Cole, Ryan Coogler (Cómic: Jack Kirby, Stan Lee). Productor: Kevin Feige. Productoras: Marvel Studios / Walt Disney Pictures. Fotografía: Rachel Morrison. Música: Ludwig Göransson. Montaje: Debbie Berman, Michael P. Shawver. Diseño de producción: Hannah Beachler. Reparto: Chadwick Boseman, Michael B. Jordan, Lupita Nyong'o, Danai Gurira, Martin Freeman, Daniel Kaluuya, Letitia Wright, Angela Bassett, Andy Serkis, Winston Duke, Sterling K. Brown, Forest Whitaker, Florence Kasumba, John Kani, Nabiyah Be.

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