El guardián entre el centeno
Crítica ★★★★★ de The Florida Project (Sean Baker, Estados Unidos, 2017).
Recordad los veranos interminables de vuestra infancia. Bajo un sol infernal apoyabais vuestra espalda contra la pared y dejabais escurrir vuestro cuerpo por el suelo, como si el calor derritiera cada uno de sus átomos. Un helado deshaciéndose entre los dedos llenando de azúcar pegajosa vuestras manos. Ir de un lado a otro buscando con qué entretenimiento pasar las horas o llamar al timbre de la puerta donde vive esa amiga que confías dejen salir contigo a la calle. Leer un cómic o ver arrastrarse las agujas del reloj mirando sin prestar atención el televisor, tirar piedras a los cristales de una casa abandonada o a la límpida superficie de un río. Inspeccionar, investigar, jugar, correr, tumbarse, dormir, hacer alguna que otra gamberrada. Días perdidos bajo la inconsciencia y la felicidad con la que la niñez teñía todos nuestros actos. ¿Los recordáis? En The Florida Project (Sean Baker, 2017) veremos pasar ante nuestros ojos cada uno de esos momentos mágicos, irrepetibles, agrandados por el recuerdo pero reales, ambientados en una zona marginal de Florida, en un edificio de apartamentos de alquiler que se alza justo al lado del mega mercado emocional del triunfo del capitalismo extremo que representa Disney World. Al lado del parque de atracciones del poder residen nuestros protagonistas al margen de su exuberancia, sin que esto les prive de sus sueños e ilusiones. La pequeña Mooney y sus amigos viven ajenos a ello y se divierten, viven, ríen con lo poco que tienen, que es mucho: el corazón de la niñez libre. El director Sean Baker se apoya en el paisaje, en el formato panorámico de la película para mostrar grandes espacios y cielos amplios y azules donde todo parece brillar con la inocencia de su edad. Pero no todo es esplendor. Todos sus juegos se desarrollan en un entorno no exento de peligros: tiroteos a la puerta de casa, peleas, enfrentamientos, ogros renqueantes que buscan sus víctimas entre los desprotegidos niños, tráfico de drogas, prostitución… Sin embargo nada parece alterar sus vagabundeos y travesuras, alguna de estas ciertamente peligrosas: llegan a provocar un incendio en unos apartamentos abandonados. Baker mantiene de manera prodigiosa el punto de vista infantil mientras los niños protagonizan sus escenas, compartimos con ellos su mundo, sus sentimientos, su diario discurrir entre carreras, gritos y risas con las que llenan esas horas que parecen eternizarse en el verano. Es solo cuando su mirada se detiene en el mundo de los adultos que podremos percibir las amenazas que los rodean.
Sean Baker vuelve a mostrarnos en The Florida Project esos personajes que viven en las esquinas abandonadas del esplendor, que sobreviven como pueden en una sociedad que los ha olvidado, pero que saborean también lo bueno de sus existencias y sufren en su piel la escasez de oportunidades y su propio déficit de preparación para enfrentarse a la realidad. Halley, la madre de Mooney, es una joven que, por descontado, ama a su hija, pero es incapaz de proporcionarle la seguridad de un hogar y un sustento adecuados. Es una mujer inculta con actitudes aniñadas y caprichosas que pelea como buenamente puede el día a día. Cuando falte el sustento, recurrirá a la prostitución para llevar comida a casa, que en su propia inconsciencia convertirá en un derroche de felicidad momentánea sin pensar en el mañana, sin previsión de futuro, prisionera de su falta de cultura y educación. Es una víctima que se hunde sin remisión en sus carencias. Sin embargo, su retrato es de una humanidad sobrecogedora. La entendemos en sus imperfecciones y comprendemos sus rabietas suicidas por mucho que nos duelan. Baker impregna de vida y autenticidad cada uno de sus gestos, de sus erróneas decisiones, de su amor a la vida pese a lo poco que esta le ha ofrecido. Y lo magistral estriba en que no solo es ella quien nos alcanza en su plenitud, sino cada uno de los personajes que pueblan esta historia coral donde llegar a ver amanecer otro día parece una aventura en sí misma. Y entre traficantes, abuelas que cuidan de sus abandonadas nietas, madres que trabajan duro para mantener a sus hijos, viejas transexuales que mantienen intacto su sentido ácido del humor se desmadeja la realidad ante nuestros ojos.
«Sean Baker vuelve a mostrarnos en The Florida Project esos personajes que viven en las esquinas abandonadas del esplendor, que sobreviven como pueden en una sociedad que los ha olvidado, pero que saborean también lo bueno de sus existencias y sufren en su piel la escasez de oportunidades y su propio déficit de preparación para enfrentarse a la realidad».
El edificio de apartamentos baratos está regido por un dueño medio idiota e incapaz de sentir la menor empatía por sus inquilinos. Contrarrestando este carácter, tenemos al gerente, un buen hombre cuya única preocupación aparente es cobrar los pagos, mantener el orden, atender las reparaciones y escuchar las exigencias de los vecinos. Pero tras su mirada que lo ve todo también hay alguien que comprende e intenta ayudar. En la novela El guardián entre el centeno (The Catcher in the Rye, 1951), del escritor norteamericano J. D. Salinger, hay un momento en el que su protagonista, Holden Caulfield, un joven perdido e incapaz de integrarse en la sociedad, atrapado en la angustia existencial del paso de la adolescencia a la madurez, nos explica qué es lo único que le gustaría ser al crecer, en el fondo quizá una metáfora del deseo de no querer hacerlo o los riesgos inevitables que conlleva el pasar a la edad adulta. Imagina un campo de centeno que oculta a la vista un precipicio. Miles de niños juegan en él ajenos al peligro. Corren entre las altas espigas y cualquier mal paso puede hacerlos caer al vacío. Pero él estaría allí vigilando para que eso no sucediera, sería el guardián en ese campo de centeno que evitaría que los niños cayeran. Y justo esto es lo que Bobby, el gerente de los apartamentos, hace. Interpretado por un espectacular Willem Dafoe, capaz de con un solo gesto, una mirada fugaz impregnar de sentido toda una escena, Bobby cuida de todos hasta donde puede hacerlo, con la resignación que da la experiencia de aceptar cuándo su ayuda ya no servirá de nada. Resulta sobrecogedor en la secuencia en la que aleja de los niños a un viejo pederasta ofreciéndole una conversación intrascendente. Pero también entrañable. Imperfecto en su grandeza pues en el fondo es incapaz de mantener buenas relaciones con su hijo y su ex esposa, información que Baker nos ofrece casi sin prestarle atención, un detalle más en el entramado global de las vidas que se cruzan en ese lugar abierto a los grandes espacios que lo rodean pero cerrado a la sociedad en la que subsiste. Avanzando a través de un verano que pareciera eterno pero al que la realidad golpeará sin piedad. No hay escapatoria, y quizá por eso cuando Mooney y su amiga Jancey deciden huir lo hacen de manera inconsciente hacia donde cualquier niña creería que se puede ser feliz. La ironía amarga de que nuestros sueños nos son imbuidos desde un paraíso artificial. | ★★★★★ |
José Luis Forte
© Revista EAM / San Sebastián
Ficha técnica
USA, 2017. Título original: The Florida Project. Director: Sean Baker. Guion: Sean Baker y Chris Bergoch. Productoras: Cre Film, Freestyle Picture Company, June Pictures y Sweet Tomato Films. Productores: Sean Baker, Chris Bergoch, Kevin Chinoy, Andrew Duncan, Alex Saks, Francesca Silvestri y Tsou Shih-Ching. Estreno: 22 de mayo de 2017. Fotografía: Alexis Zabe. Música: Lorne Balfe. Montaje: Sean Baker. Diseño de producción: Stephonik Youth. Intérpretes: Willem Dafoe, Bria Vinaite, Brooklynn Prince, Valeria Cotto, Christopher Rivera, Josie Olivo, Mela Murder, Sandy Kane, Jim R. Coleman, Sabina Friedman-Seitz, Carl Bradfield.