La muerte viaja en tren de cercanías
Crítica ★★★ de El pasajero (The Commuter, Jaume Collet-Serra, Estados Unidos, 2018).
Liam Neeson cumple diez años como héroe de acción entrado en años y lo hace en un inmejorable estado de forma. Pocos apostaron por el aclamado protagonista de La lista de Schindler (Steven Spielberg, 1993) cuando, cumplidos los 55 años, decidió probar fortuna en un tipo de cine que parecía reservado única y exclusivamente a musculosos iconos del género como Stallone, Schwarzenegger o Bruce Willis, ejerciendo de padre coraje y justiciero en la trepidante Venganza (Pierre Morel, 2008). Aquella película fue un sorprendente éxito de taquilla que, además de inaugurar una franquicia que ya lleva tres capítulos, catapultó a Neeson como la estrella de acción más convincente de los últimos años, siendo, sin duda alguna, el realizador catalán Jaume Collet-Serra, su mayor aliado en esta empresa. Juntos han formado un tándem triunfador que, a base de una estudiada fórmula, han convertido cada nuevo título estrenado en sinónimo de entretenimiento con cierta distinción. Sin identidad (2011), Non-Stop (Sin escalas) (2014) y Una noche para sobrevivir (2015) funcionaron a la perfección como vehículos para lucimiento del Liam más físico, rodados con una pericia técnica que va más allá de lo profesional por un Collet-Serra totalmente consolidado en Hollywood como director de notables productos de serie B que siempre dan en la diana a la hora de otorgar generosos beneficios a los productores. El pasajero (2018), el nuevo trabajo del efectivo equipo, no se aparta un milímetro de las coordenadas marcadas en sus títulos anteriores, entregando más de lo mismo pero con idéntica facilidad para satisfacer las expectativas de sus seguidores con otra montaña rusa de lo más entretenida, donde de nuevo queda de manifiesto la admiración del realizador por el maestro del suspense Alfred Hitchcock. Una suerte de variante de Non-Stop que cambia el escenario del avión por el de un tren de cercanías en el que Neeson vuelve a ser el héroe a la fuerza que se encuentra en el lugar equivocado y en el momento más inoportuno.
Uno de los mayores aciertos de este tipo de filmes es que Liam Neeson no solo se limita a repartir palizas y tiros a diestro y siniestro, sino que el actor sabe transmitir una integridad y cercanía que hace que el público rápidamente se ponga de su lado. Aquí, sin ir más lejos, se mete en la atribulada piel de Michael MacCauley, un antiguo policía que lleva una existencia feliz en el estado de Westchester, junto a su esposa (toda una alegría recuperar a una actriz tan olvidada como Elizabeth McGovern) e hijo a punto de ingresar en la universidad, hasta que llega el peor día de su vida. Con más de sesenta años es despedido de su empleo como vendedor de seguros y, cuando se dispone a regresar a casa en ese tren que toma cada día hasta Grand Central, en Nueva York, se ve envuelto en una oscura trama criminal. La pesadilla comienza cuando una misteriosa mujer que responde al nombre de Joanna (una Vera Farmiga estupenda pese a la brevedad de sus apariciones) le ofrece participar en un juego que, según sus palabras, pondrá en relieve qué tipo de persona es. Por una recompensa de 100.000 dólares que, sin duda, necesita, dada su situación, tiene que localizar entre los pasajeros a uno en concreto que no sea viajero habitual del tren. Como adelanto, una bolsa con 20.000 dólares que está escondida en los baños de la máquina ya serán suyos. McCauley entra en el juego sin saber que este es más complejo y peligroso de lo que parecía, viéndose obligado a tener que matar al pasajero X y hacerse con su bolso, antes de que el tren llegue a su última parada, bajo amenaza de muerte hacia su familia y el resto de personas que comparten trayecto junto a él. El pasajero tiene un punto de partida tan improbable como enigmático que, sin duda, acierta a captar la atención desde el instante en que Farmiga y Neeson tienen ese primer encuentro en su vagón. Otro aliciente que contribuye a asegurar el dinamismo de la aventura es que esta está contada en tiempo real, por lo que los guionistas no dejan un momento de respiro para que el vertiginoso ritmo decaiga.
El pasajero se mueve con soltura dentro de una trama de misterio deudora de Agatha Christie y Asesinato en el Orient Express, disfrazando de sofisticación un relato más simple y recurrente de lo que quiere aparentar, que guarda, además, no pocos puntos de contacto (incluso la acción en tiempo real) con aquel reivindicable thriller protagonizado por Johnny Depp que fue A la hora señalada (John Badham, 1995).
Durante los dos primeros tercios de función, Collet-Serra sabe construir una intriga entretenida y angustiosa. Una de esas tramas conspiratorias deudoras de las peripecias hitchcockianas protagonizadas por Cary Grant o James Stewart, con el obligado macguffin que sirve de detonante para la acción, multitud de personajes secundarios sospechosos que McCauley deberá ir descartando hasta llegar a su presa, pistas falsas por doquier y un elegantísimo trabajo en cómo la cámara sigue a Neeson por cada rincón del exiguo escenario que es el tren. En este tramo no se necesitan grandes alardes para extraer tensión e incertidumbre (prueba de ello es la atractiva escena de la partida de cartas), y El pasajero se mueve con soltura dentro de una trama de misterio deudora de Agatha Christie y Asesinato en el Orient Express, disfrazando de sofisticación un relato más simple y recurrente de lo que quiere aparentar, que guarda, además, no pocos puntos de contacto (incluso la acción en tiempo real) con aquel reivindicable thriller protagonizado por Johnny Depp que fue A la hora señalada (John Badham, 1995). Por desgracia, conforme se va acercando el final del viaje, la historia va perdiendo la poca credibilidad que tenía y la cinta comienza a descarrilar hacia unos derroteros de acción pura y dura, con peleas muy bien coreografiadas, eso sí, y un exceso de pirotecnia más propio de Speed (Jan de Bont, 1994). Collet-Serra no pierde jamás el brío y el nervio para que su obra sea indudablemente divertida y espectacular, pero sí hace ciertas concesiones de cara a la taquilla que enturbian lo que podría haber sido un trabajo mayor dentro de su loable filmografía. Así, algún innecesario toque de sentimentalismo barato y lo predecible que resulta la identidad del villano de turno para quienes estén un poco curtidos en este tipo de productos, son lastres que desmerecen dentro de un conjunto rodado con más oficio que maestría (como eficaz artesano que es, el director hace maravillas con un presupuesto medio de 30 millones de dólares), que depende demasiado de la complicidad del espectador (y su suspensión de la incredulidad) para ser efectivo y que malgasta el talento de excelentes actores como Patrick Wilson o Sam Neill en beneficio del lucimiento de un Liam Neeson que vuelve a ser el mayor reclamo que justifique pagar la entrada de cine. | ★★★ |
José Martín León
© Revista EAM / Madrid
Ficha técnica
2018. Estados Unidos. Título original: The Commuter. Director: Jaume Collet-Serra. Guion: Byron Willinger, Philip de Blasi. Productores: Alex Heineman, Andrew Rona. Productoras: Coproducción Estados Unidos-Reino Unido; Lionsgate / StudioCanal / Nvizage / Ombra Films. Fotografía: Paul Cameron. Música: Roque Baños. Montaje: Nicolas De Toth. Dirección artística: David Weller. Reparto: Liam Neeson, Jonathan Banks, Patrick Wilson, Vera Farmiga, Sam Neill, Elizabeth McGovern, Dean-Charles Chapman, Killian Scott, Clara Lago, Shazad Latif, Andy Nyman, Roland Møller, Florence Pugh, Ella Rae-Smith.