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    Cine Alemán Siglo XXI

    Crítica | Star Wars: Los últimos Jedi

    La difusa frontera entre luz y oscuridad

    Crítica ★★★★ de Star Wars: Los últimos Jedi (Star Wars: The Last Jedi, Rian Johnson, Estados Unidos, 2017).

    Después de resucitar, por todo lo alto, el universo trekkie con la estupenda Star Trek (2009), donde muchos ya detectamos evidentes tics más propios de su saga galáctica rival por antonomasia, Star Wars, el director J.J. Abrams sería llamado a ser el hombre que daría un nuevo impulso a esta última, justo cuando se cumplían diez años desde el potente cierre de la trilogía de precuelas de las películas clásicas, La venganza de los Sith (George Lucas, 2005). Pese a que esta cinta consiguió elevar, de manera considerable, el nivel (discutible) de sus dos aventuras precedentes, aquella tanda de tres filmes, centrada en la caída en el lado oscuro de Anakin Skywalker, había perdido en el camino el genuino espíritu aventurero de la trilogía original, ofreciendo vistosos espectáculos de efectos especiales que no conseguían camuflar una carencia de auténtica alma que hacía que añoráramos a los carismáticos Luke Skywalker, Leia Organa y Han Solo. Tal vez por ello, El despertar de la fuerza (2015), el inicio de la nueva trilogía, esta vez a modo de secuela –la acción nos sitúa treinta años después de lo acontecido en El retorno del Jedi (Richard Marquand, 1983)–, se mostró demasiado preocupada en contentar a los fanáticos de la trilogía inicial, apelando al factor nostalgia y rescatando a los personajes originales y a sus actores. Desde luego, para el aficionado supuso un regalo volver a disfrutar de Harrison Ford, Carrie Fisher y, en los últimos segundos de función, Mark Hamill, empuñando los sables láser, pero, si bien la película funcionaba a la perfección como entretenidísima space opera y captaba buena parte del aliento clásico, el guion fallaba a la hora de ofrecer una historia diferente, haciendo que, por momentos, sintiésemos que estábamos ante un remake encubierto de Una nueva esperanza (George Lucas, 1977). Aun así, esta película sirvió para sentar las bases de una nueva expansión del universo Star Wars que dependería del rumbo que tomase en su siguiente entrega para saber si estaríamos ante más de lo mismo o bien ante algo que aportase aires renovados.

    Mientras que esta continuación llegaba, un spin-off ambientado entre los episodios III y IV y protagonizado por un grupo de heroicos rebeldes, Rogue One: Una historia de Star Wars (Gareth Edwards, 2016), venía a confirmar que no todo estaba contado. Había esperanzas para tramas originales y un tono incluso más serio y dramático, que abrazaba el género de hazañas bélicas sin perder por ello un ápice de coherencia respecto al resto de películas. Todo lo contrario, ya que significó un magnífico complemento a la historia, que se acercaba muchísimo a los logros de la indiscutible obra maestra del serial, El imperio contraataca (Irvin Kershner, 1981). Rian Johnson, realizador de culto gracias, sobre todo, a dos joyitas como Brick (2005) y Looper (2012), ha tenido el difícil reto de retomar la previsible historia empezada en El despertar de la fuerza y lograr que esta explote y tome unos derroteros hasta ahora nunca transitados en la saga. Una vez vista Los últimos Jedi no queda otro remedio que aplaudir a rabiar la valentía y el riesgo de un guion repleto de sorpresas, interesantísimos giros argumentales y, por encima de todo, una madurez y una ambigüedad en el tratamiento de sus personajes (tanto héroes como villanos hacen gala de una generosa riqueza de matices) impropia de la casa Disney que está detrás del proyecto. No solo Rey (Daisy Ridley ha hecho completamente suyo este rol) y Kylo Ren (uno de los villanos más contundentes del cine moderno, magníficamente encarnado por Adam Driver) se debaten continuamente entre la luz y la oscuridad, tratando de arrastrarse el uno al otro en un juego de espejos apasionante, o el desertor Finn (John Boyega) trata de superar la vergüenza por su cobardía, sino que es el mismísimo Luke Skywalker, inspiración para nuevas generaciones y esperanza de la salvación de la galaxia contra la Primera Orden, quien muestra más dudas, inseguridades y un carácter torturado por un hecho del pasado que le ha hecho alejarse de todo y tomar la decisión de enterrar todo lo que significaron los Jedi para siempre.

    «Una colosal película que, junto a Rogue One, viene a confirmar que la fantasía que George Lucas una vez imaginó, hace más de 40 años, aún tiene mucho camino que recorrer en la gran pantalla».


    El filme atrapa desde las primeras imágenes, acompañadas por los compases de la imponente música original del gran John Williams, con una impresionante batalla galáctica en la que los cazas de la Resistencia, con el piloto Poe Dameron (Oscar Isaac cobra más protagonismo y es digno heredero de la simpática chulería de Han Solo) a la cabeza, tratan de destruir un enorme acorazado de la Primera Orden. Pese a que los efectos especiales han avanzado de manera considerable desde la primera cinta de 1977, la acción y el modo en que están planificadas estas espectaculares escenas nos retrotraen sin remedio a las de aquella. No cabe duda de que esto es Star Wars en estado puro, excitante y divertido, algo de lo que, en buena medida, también podía presumir El despertar de la fuerza. Ahora bien, para quienes exigíamos ese plus de novedad, el filme adquiere un tono crepuscular y más pausado (casi huyendo del entretenimiento que caracteriza a la saga) en los pasajes que tienen lugar en esa isla en la que se ha exiliado voluntariamente Luke para pasar sus últimos años. La relación que el antes discípulo y ahora (a regañadientes) maestro Jedi establece con Rey, así como la búsqueda de esta de su identidad (sus orígenes familiares, su lugar dentro del conflicto) y esa especial conexión que tiene con Kylo, de quien no ha perdido la fe en devolver a la luz, están tratados con gran complejidad y propicia algún instante tan original y creativo como aquel en que aparecen múltiples réplicas de Rey. Es más que evidente el esfuerzo de Johnson por dejar su sello autoral, tanto en el tono como en lo visual, dentro de los márgenes que se le han dejado dentro de lo que no deja de ser uno de los mayores blockbusters del año, aun a riesgo de no complacer a los fans más puristas, esos que no aceptan con facilidad excesivas variaciones respecto al modelo original.

    «Los últimos Jedi se mueve en una interesante gama de grises, sacrificando parte de la ingenuidad y los valores regios de antaño por la desesperanza y amargura de los tiempos que corren».


    ¿Es Los últimos Jedi esa película redonda destinada a arrebatar a El imperio contraataca su lugar como joya de la corona en el universo galáctico? La respuesta es no, pero casi. El humor, bastante presente en la historia, no siempre está conseguido y toda la subtrama de Finn (flojo personaje que sigue sin encontrar su lugar en este imaginario) y su nueva compañera de aventuras, Rose (encantadora Kelly Marie Tran) resulta bastante prescindible, si bien nos deja algunos momentos atractivos, como los que tienen al planeta casino Canto Bright como escenario, con esa huida trepidante a lomos unas criaturas equinas como plato fuerte. Otras incorporaciones a la fauna animal de la cinta son los simpáticos Porgs (convertidos en fenómeno viral) y una especie de zorro de cristal del planeta Crait, donde tiene lugar el emocionante clímax final en el que hacen acto de presencia los míticos AT-AT, mientras que algunos nuevos personajes –la valerosa almirante Holdo (fantástica Laura Dern), el contrabandista interpretado por Benicio del Toro– son muy de agradecer. Los últimos Jedi es una obra excelente, mucho más adulta y personal que la entrega anterior, intensa como la que más –el malvado Snoke de Andy Serkins traspasa la pantalla– y, ante todo, brinda a un magnífico Mark Hamill, en una versión de Luke memorable, y a la tristemente desaparecida Carrie Fisher, más protagonista de lo esperado como una Leia inspiradora y entrañable, la ocasión de elevar sus icónicos personajes a la categoría de más inmortales si cabe. Sus escenas transmiten calor y verdad, provocando un nudo en la garganta del seguidor de Star Wars de toda la vida, por la emoción con la que están tratadas, justificando por sí solas la existencia de esta secuela. Rian Johnson ha encontrado la senda a seguir, llena de claroscuros, dilemas morales, personajes puros que flaquean y villanos con más aristas de lo habitual. En un tono entre el Bien y el Mal, entre el blanco y el negro, Los últimos Jedi se mueve en una interesante gama de grises, sacrificando parte de la ingenuidad y los valores regios de antaño por la desesperanza y amargura de los tiempos que corren. Una colosal película que, junto a Rogue One, viene a confirmar que la fantasía que George Lucas una vez imaginó, hace más de 40 años, aún tiene mucho camino que recorrer en la gran pantalla. | ★★★★ |


    José Martín León
    © Revista EAM / Madrid


    Ficha técnica
    Estados Unidos. 2017. Título original: Star Wars: The Last Jedi. Director: Rian Johnson. Guion: Rian Johnson (Personajes: George Lucas). Productores: Ram Bergman, Kathleen Kennedy. Productoras: Lucasfilm / Walt Disney Studios Motion Pictures. Fotografía: Steve Yedlin. Música: John Williams. Montaje: Bob Ducsay. Diseño de producción: Rick Heinrichs. Reparto: Daisy Ridley, Adam Driver, John Boyega, Oscar Isaac, Mark Hamill, Carrie Fisher, Kelly Marie Tran, Andy Serkins, Domhnall Gleeson, Laura Dern, Benicio del Toro, Gwendoline Christie, Anthony Daniels, Lupita Nyong'o, Joonas Suotamo, Frank Oz, Justin Theroux.


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