Minuteros huérfanos
Crítica ★★★ del cortometraje «Los desheredados», dirigido por Laura Ferrés.
España, 2017. Título original: «Los desheredados». Dirección: Laura Ferrés. Guion: Laura Ferrés. Productoras: Inicia Films. Fotografía: Agnès Piqué Corbera. Montaje: Diana Toucedo. Música: Joe Crepúsculo. Duración: 18 minutos.
Resulta un tanto complicado rastrear los caminos que ha recorrido el cine español durante la crisis económica. Tenemos desde propuestas de una profundidad casi agotadora (como Ayer no termina nunca, de Isabel Coixet), tremendos y tremendistas dramas sociales (como Techo y comida, de Juan Miguel del Castillo) o comedias que buscan el retrato más salvaje (como Murieron por encima de sus posibilidades, de Isaki Lauesta). Lo cierto es que en el cine que nos ha acompañado la última década se han ido colando, a veces con cuentagotas, pequeños elementos contextuales en la historia que apuntaban al desastre socioeconómco del país. Y aun así, cuesta afirmar que se ha producido algo así como una ola de cineastas preocupados por plasmar a una sociedad en crisis, como ha ocurrido en Portugal o en Grecia (lo más parecido podría ser ese llamado «otro cine español» surgido desde los márgenes de la industria). Quizás por eso encontremos en el estilo y la manera de abordar el tema de Laura Ferrés un nuevo e interesante acercamiento a la realidad vivida.
Pere Ferrés tiene 53 años y una empresa de autocares que está desmantelando. Como muchos de los pequeños empresarios del país, Pere es uno de los que más ha sufrido los estragos de una crisis económica que ha borrado del mapa sus ilusiones. Ahora que los mensajes de crecimiento se anuncian a bombo y platillo y que regresan las obras faraónicas (la demoledora paradoja del cartel de ampliación de las obras del metro), a aquellos que se han quedado en la cuneta no les queda más que subsistir mientras empiezan a recoger los restos de una vida de trabajo. Los desheredados muestra desde la experiencia personal de la directora el amargo proceso de descomposición de la empresa familiar. En su liviana y luminosa superficie, tamizada por la realidad difusa de un documental que no siempre lo es, se adivina la amargura de un proceso que pesa por dentro pero que se externaliza desde la resignación. Ferrés sigue la estela de otras directoras catalanas, como Mar Coll, Neus Ballús o Carla Simón, que apuestan por tramas mínimas que huyen de la explicación de los elementos dramáticos para lograr transmitir a través de la expresividad de la imagen. Directoras que miman el diseño de la fotografía de sus películas, que buscan la naturalidad del encuadre pero sin renunciar a su fuerza expresiva y que nunca pasan la línea de la impostura. Así, la joven realizadora intercala pequeños momentos cotidianos para construir el estado de ánimo de su padre, que bien podría representar el de toda una generación.
«La realizadora demuestra en su segundo cortometraje una muy buena mano para la combinación de imágenes y situaciones de distinto tono para evitar la simplicidad discursiva. Y es en esa estructura donde logra empatizar en su corta duración con un personaje lleno de matices, donde la observación se convierte en la representación en imágenes de un personaje y de la sociedad en la que vive».
En la vacuidad del sonido de una nave casi desierta, en el tic de los relojes en los que el tiempo pasa inexpugnablemente, en la luz crepuscular que se cuela por las ventanas del autobús… Es en esas imágenes, siempre acompañadas de la justa densidad sonora, en las que Ferrés encuentra el soporte visual para construir un sentimiento que nunca acaba de ser devorado por el abatimiento: es más bien el reflejo de un momento de aceptación y resignación de quien ha comprendido que el tiempo pasado siempre fue mejor y que el futuro se presenta sin posibilidad de herencia. La realizadora demuestra en su segundo cortometraje una muy buena mano para la combinación de imágenes y situaciones de distinto tono para evitar la simplicidad discursiva. Y es en esa estructura donde logra empatizar en su corta duración con un personaje lleno de matices, donde la observación se convierte en la representación en imágenes de un personaje y de la sociedad en la que vive. Los desheredados funciona como un homenaje tanto a su familia como a todos los currantes que han visto desintegrarse los sueños de toda una vida. | ★★★ |
Víctor Blanes Picó
© Revista EAM / Cannes